Las encuestas

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La lluvia por sorpresa.
La lluvia que he soñado tantas noches.
La lluvia sobre un árbol muy lejano.
La lluvia sobre el mar.
Es esta misma lluvia.
Vicente García
Lo obvio. Las encuestas, por donde se les vea, han adquirido un papel relevante, se han convertido en un actor de los procesos electorales, son parte del panorama cotidiano, dejaron de ser sólo instrumentos de información, ahora lo son también de decisión. Hace 15 años no hubiéramos imaginado que los partidos políticos definirían candidatos a partir de encuestas.
Desde mediados de los años 90 los dirigentes de los partidos políticos utilizaron las encuestas como fuentes de información para su toma de decisiones, de manera que pedían encuestas, se hacían evaluaciones de los candidatos y de la opinión pública, aunque generalmente estas operaciones eran al interior de los partidos y no se ventilaban como ahora que están en el centro de la vida pública.
Hoy las encuestas registran, exponen y con frecuencia definen la agenda de los asuntos públicos. Son algo semejante a los espejos de momentos determinados en la vida de la sociedad, ya que exponen la voz de la gente sin mordazas, lo que saben y lo que ignoran, lo que apetecen y lo que detestan.
No obstante, las encuestas pueden convertirse en fetiches cuando se colocan por encima de los temas cuyo peso registran. Los encuestadores profesionales, como los medios de comunicación, viven de la confianza que son capaces de generar y su patrimonio más importante es el prestigio profesional, por ello los profesionales de esta área huyen de la simulación dando a conocer sus metodologías, se apegan a sus códigos de ética, se saben expuestos al escrutinio público y reconocen errores cuando los tienen.
En esta campaña para la Presidencia de la República, hasta ahora las principales casas encuestadoras ubican al candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, en primer lugar, seguido de Josefina Vázquez Mota, con cierta lejanía, y en el último sitio a Andrés Manuel López Obrador.
El muestreo que por lo general utilizan las encuestadoras es de entre mil o mil 500 personas entrevistadas en sus hogares, en más de 100 municipios de la mayoría de los estados del País, tomando en cuenta variables como sexo, edad, estrato social y ubicación.
En contraposición de las siete principales empresas encuestadoras, se han multiplicado las iniciativas demoscópicas independientes que realizan académicos, ciudadanos y medios que encuestan, vía internet, o directamente, a un elevado número de ciudadanos que pueden superar fácilmente a los 100 mil.
Llama la atención que en la mayoría de las encuestas independientes AMLO se sitúa muy por encima de EPN y JVM. Por ejemplo, en las que ha levantado el ITAM, AMLO va en primer lugar con un 51 por ciento, seguido de JVM con un 37 y en tercer lugar EPN con un 12. Por su parte, la Universidad de Guadalajara, mediante URNAABIERTA realizada por internet, registra: AMLO 40.8 por ciento, JVM 30, y EPN 28.2.
En los resultados de la Tercera Encuesta Nacional Independiente dados a conocer en los primeros días de abril, AMLO obtiene un 40.46 por ciento favorable, contra un 31.6 de EPN, un 27 de JVM y Quadri un 0.77 por ciento.
Las enormes diferencias entre los resultados de unas y otras encuestadoras plantean incógnitas aún por despejar. Sin duda, es preciso exigir seriedad y profesionalismo en estos ejercicios; sabemos que hay experiencia, pero también que se han presentado frecuentes casos de manipulación.
Más importante que las encuestas, para los ciudadanos es lo que hacen, dicen y proponen los candidatos y los partidos políticos ante el desempleo, la precariedad en el crecimiento económico e industrial, el desempleo, la política social, la de educación, vivienda, seguridad social, entre otras.
No podemos conformarnos con el desfile de ilusiones o consternaciones aderezadas con cifras que ofrecen las encuestas. La noticia debería ser las causas del desánimo social representado en los datos de las encuestas y las soluciones que ante tal escenario presentan quienes aspiran a gobernarnos.
Las encuestas no son asunto de fe. El dilema no es creer o no en ellas, sino entenderlas y aprovecharlas como herramientas para conocer a nuestra sociedad.