La receta de Kalimán

Opinión
/ 16 mayo 2012

Muchos recuerdos se disputan un sitio en mi memoria, como que saben que con la edad el disco duro neuronal -que nuevo parecía ilimitado- con los años ve notablemente disminuida su capacidad y se vuelve más selectivo con lo que decide almacenar.

Uno de esos recuerdos que aun subsiste aunque un tanto desteñido es el del radiofónico preludio a los alimentos. En algún momento entre el mediodía y la hora de comer, la transmisión inexcusable en casi cualquier hogar era la radionovela de aventuras Kalimán, El Hombre Increíble.

Quizá el año próximo (si los mayas nos lo permiten) sea oportuno retomar el tema, cuando este superhéroe mexicano cumpla sus primeros 50 años de una existencia que trascendió de la radio al cine y las historietas.

Por hoy sólo quería evocar aquel atributo máximo del mítico Hombre Increíble: su claridad mental y perfecto control de sus emociones.

"Serenidad y paciencia", solía decir sereno y paciente a su atormentado ayudante, el pequeño Solín.

Gracias a esto, a pesar de que Kalimán tenía una legión de enemigos jurados que hubiera hecho y dado todo con tal de verlo muerto, el paladín esotérico jamás, bajo ninguna circunstancia, habría tomado la vida de otro ser humano.

El cuchillo que porta -según el propio decir del personaje- no es un arma, sino parte de su atuendo (aunque también le resultaba útil para pelar y rebanar jícama).

Pero no nos desviemos, lo notable del héroe del turbante, decíamos, era su absoluto autocontrol. Pese a que es objeto de reiterados ataques, Kalimán no odia ni le desea el mal a nadie. Pese a ser tan bueno para los guamazos como Batman, a diferencia de aquel, el héroe de factura nacional no anda por allí buscando venganza para sosegar su espíritu. Kalimán no tolera la injusticia, y pondría todas sus facultades y habilidades al servicio de una causa noble, pero nunca iniciaría una confrontación violencia.

Kalimán dejó en el suelo a muchos facinerosos, tundidos, vapuleados, malheridos y quizás muertos, pero habría preferido en todo momento negociar y hacer prevalecer la razón por la vía dialéctica. Cualquier catorrazo que haya repartido el Hombre Increíble fue siempre en defensa propia o de alguien más.

Kalimán era la Madre Teresa con el cuerpo de Chuck Norris y el dominio de un maestro jedi. Nada mal, ¿verdad?

La filosofía de Kalimán rebosa de lugares comunes y sin embargo es irrebatible: "La venganza es un triste consuelo", "el miedo es un mal consejero", "sólo el cobarde muere dos veces", "el que trae paz abre cualquier puerta".

"Siempre hay un camino cuando se ve con los ojos de la inteligencia", "Para vencer a los demás tienes que convertirte en vencedor de ti mismo", "el que domina la mente lo domina todo". ¡Qué lástima que pese a la verdad implícita en estas palabras, pertenezcan al mundo de ficción!

Ese era -es- Kalimán, capaz de permanecer ecuánime, calmo y lúcido aun teniendo la peor amenaza delante de él. Por eso el mote del Hombre Increíble, pues conservaba el respeto por el prójimo aún y cuando el desgraciado prójimo se ganara a pulso el odio o el desprecio.

Creo que una gran mayoría de los seres humanos responderíamos "sí", de preguntársenos si nos gustaría desarrollar esas extraordinarias cualidades. Pero es más sencillo ganar la masa muscular de un mastodonte que forjarnos un espíritu noble, justo, libre, valiente y con claridad mental.

Yo quiero -necesito- dirigir unas palabras al PRI y a sus militantes, a sus candidatos, líderes y lideresas; a los que sin tener reales convicciones políticas se prestan por una indigna gratificación a ejecutar el trabajo sucio que, como oxígeno, requiere el tricolor para subsistir; a todos lo que tienen un espacio mediático y decidieron vendérselo al Revolucionario por una limosna vergonzante.

A los Enrique Peña Nieto, a las Hilda Flores, a los Enrique Martínez, a los Fernando de las Fuentes y demás fauna jurásica, así como a todos sus peones anónimos que se enlodan por ellos a cambio de una ignominiosa despensa.

A todos ellos les digo que a los ciudadanos en plenitud de sus derechos y libertades les gustaría mucho tener tan desarrolladas las facultades espirituales como Kalimán, para así soportar sus agresiones con estoicismo y sin engendrar rencor o encono.

Por desgracia, ya dijimos, es muy difícil alcanzar esa perfección interior, así que absténganse de golpear, insultar o intimidar a los ciudadanos. Vayan mejor a fastidiar a la más vieja y venerable de su familia, porque Kalimán todavía no nos pasa la receta para la serenidad y paciencia infinitas. En serio, por favor, a la gente decente ¡no la jodan!

petatiux@hotmail.com


Columna: Nación Petatiux

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