Bloody Dog

Opinión
/ 2 octubre 2015

Su Adelita se pregunta si la perrada añora en francés o en inglés. Si en las noches frías piensan en el hubiera, que no existe, pero que en este caso los tendría viviendo la gran vida del mundo del desarrollo y no una existencia de perro tercermundista. Mis canes son de descendencia francesa, pero su estirpe se propagó bajo manos inglesas.

Son Basset Hound, Sabuesos, y como bien dice la Wikipedia "el origen de la raza se encuentra en Francia, pero paradójicamente, se considera una raza de Gran Bretaña". Así como le cuento fabuler@, mis canes provienen de Lords, Condes y Príncipes. No como la que escribe, que seguro cuenta con santeros, chamanes y unos que otros charlatanes entre sus antepasados isleños, chico.

Solo porque yo me dediqué a hablarles en español, ellos no me parlez-vous-en-français ni le hacen al teacher con su "juay pe ritoo". Aúllan y mueven la cola como nacionales: son ruidosos, mal hechotes y, en el caso de la Canuta, hay una cierta vulgaridad en el meneo del trasero sólo visto en Shakira y bailarinas latinoamericanas.

Pero vuelvo a su pasado real: su verdadero origen. Son ingleses. Bloody perros, para ponerme a tono olímpico. De hecho esta fábula ha sido escrita bajo los efectos de la magnificencia londinense. He pasado las últimas horas absorta frente a la pantalla de televisión en busca de la mejor cobertura, la mejor imagen y las tomas más espectaculares del Hyde Park. Uno ve esos espléndidos jardines y no puede evitar compararlos con las pedorras (¡¡sí!! perdón el francés), maltrechas y bacheadas callejuelas por las que caminan cada mañana el Bruno, la Maka y la Canuta. Si uno, que tiene dos patas, se siente en concurso de campo traviesa con obstáculos -obra, albañil y pellizcada de nalga-, piense usted en los pobres cuadrúpedos que caminan, casi de puntitas, para sortear puestos de revistas, al bolero y al señor de los tacos.

La perrada del sureño hogar tiene una prima inglesa. Kika, que no sólo es una bulldog regordeta y de sangre azul (deduzco que costó su peso en oro), sino que vive en London con mi hermana Aurora y su esposo alemán, Gliss. El Bruno, mi Conde de Iztapalapa, pues ahí lo recogí pero sus modales le valieron el título, ya quisiera la vida de perro british de su prima. No solo cuenta con chip, seguro médico y parques a todo meter ¡No! Kika es la reina del hogar Aurorino: en realidad, si no ha sido por la perra, mi hermana Aurora, no nace en sociedad británica.

Así como lo lee usted, y le paso el primer axioma inglés: amarán a su perro por encima de sus hijos y los hijos de sus hijos.

-"La gente quiere más a los perros que a los niños", relata Aurora, con su voz atiplada. De hecho, y a pesar de su doctorado en ciencias políticas, Aurorita reconoce que sólo después de adquirir a Kika pudo saludar al vecino. Su vida en Londres tiene un antes y después de la bulldog. Y es que en los códigos ingleses el silencio entre humanos que no han sido presentados por un terceroes norma. Por lo que uno puede pasar siglos desfilando cada mañana frente al mismo carnicero, mesero y hasta vecino, la gente no pronuncia ni un "jaiiii".

Pero por arte de una correa, quienes ignoraron a Aurora durante año y medio, de pronto ya saludaban.

Y en el caso de Kika, que es bull-dog, la raza inglesa por excelencia, a

mi hermana le llegaban de súbito esos ingleses siempre tan adustos, con una sonrisa -o su equivalente

en mueca- no solo para compartir impresiones del "bloody" clima,

sino que le mostraban fotos de sus perradas y hasta le querían contar de sus vidas.

En Londres, la gente entra al Pub con todo y perro. Es usual que los clientes tomen una cerveza tras otra acompañados de un canito y no un forrito (de vieja o viejo).

Sin embargo, ay de aquel osado que intente sentarse en la terraza de la cantina con una criaturita en brazos o en carriola, porque será expulsado.

Aurora perdió una amiga con la que recorría los Kensington Gardens, pues medio Londres se detenía a saludar y festejar a la nalgonsísima Kika, hija de campeaona del Crufts -la más renombrada competencia canina del Reino Unido- pero nadie chuleaba a la bebé de su amiga.

De hecho, la bulldog conoce a Ralph Phiennes, actor ganador del Oscar. En un cafecito de Notting Hill mi hermana le soltó la correa. Kika, nada bruta, lamió y saludó a la estrella. Lo conquistó con su chato belfo y redondo cuerpo, por lo que minutos después, Aurora y su cuerpo, departían con el figurón hollywoodesco. No solo eso, Kika ha orinado en el jardín de Madonna (no hay bardas entre las casas que rodean el Holland Park), ha olisqueado a la super modelo Claudia Schieffer y ha rosado los zapatos de Joaquin Phoenix, el bombonzazo que hace de emperador en el Gladiador.

El diseñador italiano Clemente Valentino es vecino de mi hermana. Sus seis pugs son íiiintimos de Kika. Al rey de la moda le apena que vean a sus seis mascotas juntas (nunca será de buen gusto una manada) por lo que tiene a un par de muchachones guapotes, "Boy toys", como se les dice en inglés, para que cada uno pasee a tres. Aurora y Kika babean cuando encuentra a los perros de la moda.

No solo eso. Kate Middleton, la princesa y "Dutchess of Cambridge" pasea cada mañana, a eso de las 6, a un labrador chocolate en el Kensington Park. Mi hermana ya cruzó hasta el saludo con la princesa gracias a los encantos de Kika. Cuenta que en su último viaje, mi madre, sorprendida al verla con sus botas Wellies, las más elegantes de por allá o para usar la terminología correcta las más "posh", quiso comprar su par. Por poco se desmaya con el precio en libras del atuendo de rigor de los adinerados ingleses, que por obvias razones del clima necesitan sus botones de plástico para recorrer sus "estates" (extensiones de tierra de la nobleza) en los días de caza. Mi madre pasea ahora en Wellies entre charcos y baches mexicanos.

Su Adelita, por su parte, no ha querido por ningún motivopresentar a sus perros con la prima hermana. "Ojos que no ven, corazón que no siente", quien soy yo para abrirles los ojos a esos inocentes perritos, que están entre los pocos que aún ni se enteran de que nacieron en México para mal y para peor. No saben que la vida fuera de su realidad, podría ser mejor. Yo no me meto. ¡Qué viva México! y que ellos vivan contentos en el error.



El Universal

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