El corazón tiene razones que la razón no conoce
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El reencontrarme con la afición puma fue algo especial y muy diferente a lo que he vivido en todos estos años que llevo en el futbol.
El domingo sentí lo mismo que cuando me tenía que presentar por primera vez como jugador profesional a los campos de entrenamiento de Pumas. Fue una emoción enorme. Mi corazón palpitaba más acelerado de lo normal.
Fue la misma sensación que cuando fui contratado en Pumas como entrenador. Y la misma que cuando me iba acercando al estadio Olímpico de Ciudad Universitaria a mi primer entrenamiento.
Nunca antes había regresado al templo de Pumas como entrenador rival y eso me resultaba raro. Pero como profesional que soy tenía que cumplir con mi responsabilidad de defender a muerte los intereses de los Tuzos del Pachuca.
Pero, la verdad, no me sentí como un adversario, porque el cariño, el reconocimiento y el ambiente que percibí me hicieron sentir que estaba en casa. Viví algo parecido cuando dirigía al Almería de España y visitamos el Santiago Bernabéu para enfrentar al Real Madrid; las sensaciones fueron muy similares, nunca lo olvidaré, porque hasta hoy, esos son los dos equipos que más me han respaldado en todo (y yo les correspondí con profesionalismo).
Que al entrenador del equipo rival lo reciban con tanto cariño, con tanto respaldo y amor fue increíble, a la vez que jamás había experimentado que al técnico local lo recibieran con abucheos, rechazo e insultos. ¿Por qué será? La respuesta la di en la conferencia de prensa después del partido: "¿Qué se necesita hacer para ser querido por la afición puma?". La respuesta es muy sencilla: desde los 11 años jugué en las fuerzas básicas de Pumas, fuimos campeones y yo goleador en todas las categorías hasta los 14 años, cuando fui seleccionado para los Juegos Olímpicos en Montreal 76. Previo a esos Juegos fui becado por los Pumas para que cuando dejara de ser amateur, mi compromiso profesional estuviera con la UNAM.
Fui campeón como jugador en varios torneos: en la Liga en dos ocasiones, en la Copa Interamericana una vez y en la Copa de Concacaf de Clubes.
Posteriormente, mi debut como técnico lo hice nada menos que con los Pumas, y eso era lo que más deseaba. No acepté propuestas de otros equipos, tanto de México como de España, para esperar pacientemente a que llegara la propuesta de Pumas.
Recuerdo que el vicepresidente ejecutivo, el ingeniero Javier Jiménez Espriú, me preguntó que cuánto quería ganar. Le dije que no me importaba el dinero. "Páguenme lo que quieran".
Pensé: inicié como jugador cobrando poco dinero, porque sabía que iba a ganar mucho, después de demostrarles que sería de los mejores. Así que hice exactamente lo mismo. Les dije: "Páguenme lo que quieran como entrenador, porque primero quiero demostrarles que valgo y después yo les pediré lo que realmente merezco".
Siete años después regresé a CU y lamentablemente no conseguí lo que pretendía, que era obtener un triunfo con el Pachuca. Estamos en dificultades para calificar, pero lo vamos a intentar.
Este es un proyecto que espero sea parecido al que tuve con Pumas. El bicampeonato no se consiguió en el primer torneo corto. Se logró mucho después. Espero que con los Tuzos podamos replicarlo, con la armonía, compromiso, pasión, respeto y la fijación de querer ser.
Estoy convencido que lo vamos a conseguir.
Por todo lo que viví el domingo en el Olímpico, quiero agradecerles a todos los Pumas. Una vez más, me doy cuenta que en Ciudad Universitaria hay algo muy especial y diferente. Le estaré eternamente agradecido a la UNAM por haberme formado, no solamente como persona, estudiante y profesional en Odontología, sino también por darme esa lección de que el espíritu y el alma cuentan muchísimo cuando quieres ser uno de los mejores.
Gracias por enseñarme y darme la oportunidad de ser uno de los elegidos y, por qué no decirlo, consentidos y privilegiados.
El corazón tiene razones que la razón no conoce. Ojalá que aquí en Pachuca me den tiempo y el respaldo para poder hacer algo parecido a lo que hice con Pumas.