Rubén, El Legislador

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En el principio fueron los gobernadores paleros. Aquellos que fungían como meros emisarios o, cuando mucho, como ejecutores de los deseos del ciudadano Presidente de la República. Todo lo bueno que sucedía a los estados de la República era un don del titular del ejecutivo federal. Él era el centro y la fuente del poder en México, el rey sexenal, el Gran Tlatoani que a todos protegía y garantizaba el bienestar nacional.
Los escasos gobernadores que llegaban a rebelarse frente al poder central, eran rápidamente sustituidos por políticos más dóciles. Por las buenas les daban alguna embajada o consulado; y en caso de que se atrevieran a resistirse, por las malas, el Senado de la República, sin autonomía alguna, acataba las ordenes del Presidente y declaraba desaparecidos los poderes en la entidad gobernada por el rebelde.
Más tarde, en la medida que la Presidencia se democratizaba, aparecieron los gobernadores súper poderosos. Llegaron a partir del año 2000 como eslabones de una cadena muy interesante de hechos y factores. Por un lado desapareció el Presidente todo poderoso y ocupo su lugar un Ejecutivo Federal, respetuoso del Pacto Federal, que no les exigió absolutamente nada. La única regla era la Constitución y las leyes que de ella emanan, creadas, tengámoslo presente, por y para un sistema autoritario. En plena crisis del modelo Tlatoani, la dirigencia nacional del PRI y las de todos los demás partidos, quedaron empequeñecidas y desarmadas frente a estos súper gobernadores. En el nuevo escenario, eran los verdaderos dueños del otrora partido hegemónico y bajo su mando quedaron alcaldes y legisladores tanto federales como locales.
Todo el poder de la presidencia imperial se trasladaba a ellos con dos limitaciones: su mandato solo duraba seis años y debía circunscribirse a su demarcación territorial. El poder político ya era suyo; pero sin recursos es muy poco lo que se puede hacer. Entonces les cayó encima un milagro llamado excedentes petroleros.
Durante los 12 últimos años, los Estados y los municipios recibieron más dinero que en cualquier otra época de la Historia de México. Dinero y poder, los gobernadores lo tenían todo, eran dueños de todo y así se arrancó la fiesta. Gasto y poder irrestrictos, libres de todo control.
Tal parece que la cruda aún no termina. Como históricos fueron los ingresos, histórico resultó el endeudamiento que hoy padecemos. Los gobernadores priístas, el coahuilense a la cabeza, se encuentran endeudados y sin recursos. Su única esperanza es que mamá federación los vuelva a sacar del atolladero. Mientras eso sucede, no les queda sino administrar sus deudas y el poco dinero de que disponen. Tienen hasta el 1 de diciembre para culpar a la Federación de todos los males que nos aquejan, veremos a quien culpan a partir de esa fecha.
Ahora tenemos a los gobernadores en bancarrota, se convierten hoy en organizadores de festejos patrios y, cuando escasean las efemérides, se metamorfosean en legisladores. Estos son los gobernadores de nuevo cuño. Frente a las mega deudas y la falta de recursos para emprender las grandes obras del pasado; festejan hoy todos los días patrios, con ánimo de justificar su chamba y sacarse de la manga eventos ante la sociedad. Sin los recursos que les permitan impulsar proyectos y planes de desarrollo, no les queda sino generar la nota para los medios, un día sí y el otro también, mediante iniciativas de reforma.
No recuerdo otro gobernador con un activismo legislativo tan acelerado como el de Rubén Moreira. En principio, hay que decirlo, no está del todo mal. Algunas de sus propuesta no son malas, en particular, es digno de reconocerse el compromiso que ha tomado en contra de la trata de personas. Me consta que ya lo venía haciendo junto con la entonces diputada panista Rosi Orozco, cuando presidió la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados. Sin embargo, considero que le faltan las dos reformas más importantes, a las que le sacan la vuelta muchos gobernadores con tendencia autoritaria.
Si por estar endrogado y sin recurso, a nuestro Gobernador no le queda de otra que dedicarse a los eventos cívicos y a promover iniciativas de ley, que cuando menos impulse las buenas y más urgentes: Aterrizar la reforma al sistema de seguridad pública y justicia penal. Concretar la reforma en materia de transparencia, rendición de cuentas y contabilidad gubernamental.
Estos dos deberían ser los ejes principales de la actividad de Rubén el legislador. Si se va a dedicar a legislar los años que le quedan en el Palacio Rosa, porque el estado no tiene dinero, cuando menos que sea para bien. De nada sirve que nos diga que va a acabar con los vicios, con el crimen y otras calamidades que nos aquejan, si no le apuesta a reformar la justicia y la seguridad. De nada sirve que nos diga que habrá de atacar la corrupción, si sus palabras no se traducen en iniciativas concretas en materia de gasto gubernamental.
La verdadera nota mediática, verá la luz cuando Rubén efectivamente busque llenar los dos vacíos legales que mayor daño han causado a los coahuilenses: La inseguridad y el despilfarro impune de nuestros impuestos.
Facebook: Chuy Ramirez
Twitter: @chuyramirezr