Las cámaras y los trabajadores

Opinión
/ 2 octubre 2015
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Ingresaron los nuevos diputados con muchas ganas. Los perredistas pusieron el ejemplo: no iban a obstaculizar nada, pero buscarían hacer que prosperen las discusiones y que se aprueben reformas. El PAN, dolido por la derrota, también aseguró que su único interés era el de hacer avanzar el país. El triunfante PRI, por supuesto, sabiendo que ahora es el que necesita de cambios y de acuerdos, se mostró cuerdo, civilizado, cooperativo. Otra Cámara, otro Senado, nos dijimos. Éstos sí quieren trabajar (después de las dos legislaturas anteriores que quedarán en la memoria de las generaciones como el ejemplo de seres miserables, pacatos, calculadores, sin otro logro que llenar su bolsillo).

La anterior visión duró apenas unos días. Al enfrascarse en el problema de las modificaciones a la ley del trabajo todos los partidos se mostraron como son. Cada cual para sí mismo pero algunos también queriendo halagar al nuevo tlatoani Peña Nieto. El disfraz es muy simple: es la ley Calderón, por tanto es de derecha, pero hay que pensar en el País y empezar a aprobar cambios legislativos. De cualquier manera es evidente que de Calderón a Peña no hay distancia.

El que se opuso a todas las iniciativas, incluyendo los cambios a la Ley del Trabajo, Manlio Fabio, ahora urge su aprobación. De pronto todos están dispuestos a aprobar lo que venga con tal de mostrar que hacen algo.

Una cosa que no debería quedar fuera de discusión es que no pueden aprobar ningún artículo que vaya en contra de los avances mínimos que se han aprobado en las legislaciones mundiales. No se debe ir en contra de la Organización Internacional de los Trabajadores.

Veamos, tras los derechos del trabajador, que se asimilan a los derechos humanos, nada debe siquiera ponerse a discusión. Ahora, nuestros legisladores, con tal de atraer capitales ofrecen casi un chicote y una cadena para entregársela a los nuevos patronos que nos traen ocupación pero a cambio de una serie de abusos que no podrían aplicar en sus propios países.

Lo que está detrás de los capitales que llegan es que sus dueños han tenido problemas en Detroit, en Alemania, en Estados Unidos y en muchos lugares más. Si en Detroit un obrero que maneja un montacargas gana 18 dólares la hora significa que le pagan 234 pesos cada hora, multiplicados por 8 nos dan mil 872 pesos, que es lo que le pagan en Saltillo a unos cuantos trabajadores cada semana. Además, y eso hay que decirlo sin que implique racismo ni desprecio, la mano de obra mexicana (y guatemalteca) son peleadas en los EU. ¡Qué mejor que tenerla en México donde todo es más barato y donde pueden pagar sumas irrisorias por el mismo producto! De Saltillo sale el mismo coche que de Detroit, pero mucho más barato. Eso significa que los que nos traen puestos de trabajo vienen por dinero. Cierto que nos conviene a ambos, pero no es como para darles las gracias.

El problema es que nuestros diputados, no contentos con entregarles un mercado barato de mano de obra todavía procuran golpear más duramente a los mexicanos para que los fuereños puedan explotarlos sin piedad pero con la ley en la mano.

Se pusieron de acuerdo con rapidez los distintos, los antes enemigos, para aprobar leyes perversas. Y resulta que creen que deberíamos aplaudirles. No contentos con permitir, promover y legislar el dominio absoluto del trabajador, todavía se les ocurre que el sistema sindical oprobioso que tenemos en México es intocable. Doble golpe: regalan al obrero a los capitales y lo someten a los perversos líderes sindicales. Doble infamia casi increíble. ¡Así empiezan los nuevos diputados!, ¿Hasta dónde llegarán?

No puede seguir contratándose al trabajador con trucos para no darlo de alta como tal para que adquiera derechos desde el primer día, para que cotice para su propia vivienda, para que inicie de inmediato su cómputo para el retiro (que será hasta 30 años más tarde). Pero la máxima infamia me parece que es la que hace que los priístas presionen para que la manipulación de la clase trabajadora continúe bajo la tutela y sobreexplotación de sus dirigentes. Uno entiende que el capital exige capital pero no que un líder sindical sirva para el dominio de las conciencias y, más que eso, de los cuerpos de los obreros. ¡Volvió el PRI!, no se engañe; volvió más agresivo que nunca.

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