Verdades grandes como palacios

Opinión
/ 2 octubre 2015

Ni la felicidad ni la riqueza se pueden ocultar, querido fabuler@, pero el origen de las mismas, me queda claro, sí. Y conste que dije origen porque la "Estela de Luz", a menos de que se deje venir un meteorito, es una monumental construcción de dinero que no veo cómo se podría enterrar. O qué tal las casas de Montiel y los palacetes estilo "El Negro" Durazo de austeros políticos venidos a ricos, erigidos con sabe Dios qué sueldos.

Esta pobre y simple Adelita hace sumas y restas y ni reviviendo la famosa "partida secreta" le cuadran los números. Figúrese fabuler@ que estos ojos vieron esta semana a una funcionaria de "enlace" (¿será matrimonial?) de gobierno descender de un Porsche sin el más mínimo recato o indicio de vergüenza. Hasta contoneó sus caderas en un vestido ceñido y sacudió una amplia melena negra, al ingresar al restaurante dónde un hombre incauto y babeante -¡un méndigo perrucho bipatal!- contenía el latir de su corazón ante su "cita de trabajo".

Pero vuelvo a mi tema. Los motivos de esta ansiedad hipotecaria vienen a cuento porque está por cerrarse el litigio del Estado en contra de Raúl Salinas de Gortari, mejor conocido como Mister five percent, el "Hermano incómodo" o "Jijo de la chistosa madre tierra".

El diario Reforma informó esta semana sobre las propiedades aún "en resguardo" de la autoridad de ese político que siempre fue de medio pelo -con todo respeto debo asentar- y cuyo cargo de mayor envergadura fue en Diconsa -una mina de maíz subsidiado que una vez vendido a Estados Unidos a precio internacional (ilegalmente presumo) se convertía en mina de granos de oro. Que entre sus bienes raíces está la finca "El Encanto", que una casa en las Lomas de Chapultepec, que cinco terrenos en Guerrero, "questo y quelotro" y que venga todo patrás. Ajá.

La casita de parque vía Reforma, que su Adelita bien recuerda, va de vuelta a las manos peludas de esta "víctima" de la (in)justicia nacional. Su mansión sobre la lateral de la avenida más emblemática de la capital se encontraba a tan solo una cuadra de la Embajada de Irak -famosa y punto de reunión en los 90 por el conflicto del Golfo Pérsico- y a tan solo pasos de otro caserón infame, pues ahí se asesinó a dos empleadas del hogar. Dicha propiedad formaba parte del recorrido matutino que la que escribe realizaba con su perro Mambo casi a diario. Sobre esa manzana, el paseo de punta a punta de cada una de las casonas era algo así como el 15 por ciento del ejercicio recomendado por el nutriólogo al día. Le estoy hablando de moradas de millones de dólares. Y de ahí la pregunta del millón, don Raúl (el don es meramente decorativo) se anticipa inocente del delito de enriquecimiento ilícito, enhorabuena, pero valdría la pena abrir otra indagatoria que desarrolle sobre el concepto de enriquecimiento inexplicable, pues como enfermedad se propaga en la clase política mexicana.

Para botón son cientos las muestras. Mi favorita es la del humilde maestro rural que con esfuerzo (y algo más) se hizo de una empresa de camiones, luego fue regente, fue secretario y murió como multimillonario. El profe Hank que seguro ha inspirado en sus gustos a la maestra Elba. ¡Ternuras! Él, adorador de Bijan y ella, de Escada.

Le cuento (sin sumas ni restas porque no cuadran) que el mister Bijan Pakzad era un comerciante iraní asentado en la ciudad de Los Angeles, Estados Unidos. Tuvo la genial idea de montar un "show room" -cuarto de exhibición- en la renombrada avenida Rodeo Drive. Ahí mostraba ropa exclusiva italiana "by rendez vous only" (solo con cita), cosa que fascinaba a la advenediza ciudad hollywoodesca porque la tienda tronó en Nueva York, donde el abolengo y la cultura mandan. Los clientes que lanzaron a Bijan al estrellato fueron las familias reales de Kuwait y de Arabia Saudita, cuyo dispendio es mundialmente conocido. Figúrese usted ¡cuánta elegancia!, dado que entre esos jeques-clientes se encontraba el "humilde" Carlos Hank González, venido de Atlocomulco e inspirador de esa fascinación bijanesca en ciudades toluquescas. Cuando la nieta del "profesor" se casó, como regalo monsieur Bijan mandó perfumes para cada una de las invitadas al convite. Castigado el precio, le hablo de al menos 100 dólares por cabeza. Nada, si se compara con el potentado empresario hindú del metal, Mittal, que regaló bolsos Hermés a los invitados del matrimonio de su heredera, pero el hindú hizo empresa y el mexiquense política. ¿entendemos la diferencia?

El profesor tenía también su finca, aunque era rancho, "Don Catarino". Los convidados a ese espacio, que en realidad parecía casa de campo estilo inglés, solían perder el aliento al ingresar a la mansión principal. Decoración impecable, siguiendo la tradición de los palacetes de caza británicos, con chimeneas, libreros de caobas finas, telas de seda, candelabros de vidrio cortado, alfombras con miles de hilos y cientos de habitaciones. "Don Catarino" contaba con varias casitas de más de mil metros de construcción cada una. De hecho hasta zoológico privado y una cava inmensa componían el complejo de fin de semana. Su Adelita escuchó cuentos de hadas respecto a las sobrecamas de piel de cibelina en cada habitación del recinto. Obvio, de Bijan. Ponga usted que la cibelina es piel de un pelo aún más ligero que el mink (unos roedores que dan origen, no solo a la crueldad, sino a los lujosísimos abrigos). La gente salía admirada de ese lugar, tanto como la que relata perturbada.

Son verdades del tamaño de un palacio, visibles, medibles, valuables, pero que nunca llamaron a cuentas al funcionario. (¿Montiel où est tu -ontás-?). De ahí nace una pregunta de fábula, sencilla, y que se extiende más allá de los hankes, salinas, bibriescas, montieles y cuanto político usted quiera mentar: ¿por qué? ¿Por qué no cuadra lo que nuestros ojos ven y lo que la autoridad dice que ve?

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