Comerciantes de antes
COMPARTIR
En largas jornadas agobiantes iban por aquellas calles oscuras muy de madrugada para traer la leche y el pan que poco después buscarían los parroquianos para su desayuno. Hacían en la trastienda velas de cera o parafina. Hora tras hora pesaban maíz y de frijol; hacían alcatraces de papel periódico y de estraza; vendían leña antes y petróleo después.
Trabajaban 14 horas o más todos los días; cerraban sólo el domingo, después de comer, para abrir antes de cenar.
Marido y mujer se alternaban en el mostrador: mientras uno iba a comer el otro despachaba. Y así día tras día, y mes tras mes, y año tras año.
Parte esencial de la vida cotidiana de los saltillenses fueron aquellas antiguas tiendas nuestras, de nombres y dueños que se recuerdan ahora con nostalgia. Por mi barrio, el de la vieja calle de Santiago que luego se llamó con el nombre del General Cepeda, estaba "La Esperanza", tienda del tío Pepe Flores, a quien llamaba "El Chiflis" porque silbaba entre los dientes al hablar. Se hallaba esa tienda en la esquina de General Cepeda y Escobedo. Más arriba se encontraba el tendajón de don Clemente, a donde llegaban las carretas con su carga de leña. En General Cepeda y De la Fuente estaba la tienda de Remigio, "La Reforma", que luego se fue a la calle de Bravo; y por Guerrero tenía su tienda doña Teresita.
En General Cepeda y Corona estaba "El Negrito" de don Alfonso Oyervides; la tienda de los Cabello estaba en Morelos y Escobedo; "La Veracruzana" de don Arnulfo de León, se hallaba Pípila y Mina; en Morelos y Pípila tenía tienda don Martín Valdés. "La Americana" de Margarito Fraustro; "El Gato Negro", comercio famosísimo que hasta dio nombre al barrio, de don Odilón Galván; el comercio de don Anastasio Cabello, primero quizá que vendió paletas, y eso nomás los domingos; la "San Luisito" de Rafael Fernando de la Peña; la "Topo Chico" de Víctor Hernández, que ponía en su casa un Nacimiento famosísimo. Y con todas éstas muchas pequeñas tiendas más, en cada esquina una de ellas, tiendas de comerciantes que no por ser pequeños dejaron de hacer grande el comercio de Saltillo. Sin ellos no nos podríamos explicar la vida en nuestra ciudad; sin ellos muchos habrían pasado apremios y necesidades.
Ellos, los comerciantes de pequeños tendajos de esquina, son parte muy grande de la historia del comercio en Saltillo. Muchos dejaron la vida en esa tarea fatigosa; otros hicieron fortuna y son ahora señores que desde la cumbre de sus años recuerdan aquellos tan duros, tan llenos de trabajos. Todos merecen recordación y son acreedores de reconocimiento. La historia de nuestra ciudad, la pequeña historia de su acaecer cotidiano no está completa sin evocar a esos pequeños comerciantes, tan grandes, al mismo tiempo con nostalgia y gratitud.