Empresas nacionales: El precio de competir desde México
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Bien haría esta administración en evaluar datos duros y el comparativo contra otros países
Uno pensaría que es obvio que el ambiente actual, en el País y la región, no invita a que las empresas inviertan y crezcan en México. En este contexto, de incertidumbre y señales adversas de la geopolítica, del trumpismo y –hay que decirlo– del cuatroteísmo, es que hay quienes insisten en que las cosas van bien; ese “vamos bien” que repiten quienes tal vez comen pura ideología o cucharadas de chayote.
Habrá quien, procurando desviar la atención de políticas económicas que no sólo no levantan, sino que aplanan aún más el pobre crecimiento histórico de la economía, insiste en que el empresario mexicano es timorato, miedoso, negativo. Esa es una generalización injusta que pocos se animan a desmenuzar. Como decíamos la semana anterior aquí, los hay micro, pequeños, medianos, grandes, formales, informales, nacionales, extranjeros, enchufados, cuates del sistema, concesionarios, en cárteles protegidos, oligopolistas, monopolistas, exportadores.
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En el caso de los exportadores, también se dividen en pequeños, medianos, grandes, nacionales o extranjeros. Es ahí, en el sector exportador, donde se puede procurar entender mejor la complejidad que enfrentan quienes invierten y exportan desde México. Es ahí donde se ve fácilmente lo que es tratar de formar, sostener y crecer empresas en un mercado en el que, generalmente (y hasta antes de Trump), se compite con todo el mundo.
Con la “trataditis” que hemos sufrido por más de 30 años, firmando tratados comerciales sin siquiera un bosquejo de política industrial, hemos abierto las puertas para que empresarios extranjeros se apoderen del mercado nacional, la parte que no está en manos de los enchufados, cuates, concesionarios, socios de cárteles económicos; y, de rebote, por esa falta de políticas públicas (industrial, monetaria y fiscal), las administraciones de los últimos 30 años han hecho que lo que todos presumen como un sector exportador mexicano modelo esté hoy amenazado, abandonado a su suerte, en una coyuntura donde otros países parecen sí estar procurando sostener a sus exportadores.
Dibujemos un ejemplo, con nombres y cifras ficticias, que permita entender de qué tamaño es la problemática de quienes invierten en México y compiten por mercados en el exterior, aun en sectores donde teóricamente tenemos ciertas ventajas. Barrera Hermanos, S.A. de C.V., empresa familiar, 100 por ciento mexicana, lleva más de 20 años como proveedor Tier-2 de la industria automotriz. Fabrican y exportan subensambles metalmecánicos de alta precisión para sistemas de frenos desde su planta del noreste de México, donde emplean a 425 personas, de las cuales 67 son ingenieros y profesionistas y el resto son operarios, soldadores y técnicos en robots. Barrera Hermanos es proveedor de Aoki, Inc., una empresa Tier-1 multinacional, de capital japonés, especializada en sistemas de frenos y uno de los proveedores más grandes de Toyota a nivel mundial. Aoki, Inc. está instalada en el estado de Alabama y cuenta con proveedores en todos los continentes.
El negocio de Barrera Hermanos con Aoki no es el único, pero sí es el más importante desde hace más de 15 años, cuando fueron capaces de desplazar a sus competidores japoneses que enviaban producto desde Japón a Alabama. El señor Juan Barrera, originario de Sonora, fue el primero de su familia en obtener un grado universitario, tuvo prácticas profesionales y una carrera de casi 10 años en una fábrica de camiones en el centro del país, en donde aprendió sobre el negocio automotriz; ahí es donde decidió convertirse en emprendedor, apostando sus ahorros y levantando algo de capital entre familiares y amigos para arrancar un modesto negocio de maquinados y fabricaciones metálicas. El negocio es manejado por su hija Laura desde hace 10 años y es uno de los pocos casos de éxito de negocios que logran trascender más de una generación. Se estima que en México solamente uno de cada cuatro negocios sobrevive para llegar a la segunda generación y menos de uno de cada diez pasa a la tercera.
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En los últimos dos años, Barrera perdió cuatro nuevos pedidos de Aoki, lo que amenaza su viabilidad. Se enteró de que un competidor japonés, Otani, basado en Tokio, ha logrado ofrecer precios en dólares consistentemente más competitivos, cosa que también provocó que frenara su nueva inversión en el norte de México. Los motivos principales: Otani paga 23 por ciento de impuestos contra 30 por ciento de Barrera; Otani recupera todo el IVA que paga (tasa 10 por ciento) mientras Barrera tarda meses en recuperar un 90 por ciento del 16 por ciento que paga; la inversión en equipo es financiada al 2 por ciento para Otani en Japón, mientras que Barrera paga el 10 por ciento; Japón otorga incentivos a exportadores a través de JETRO, mientras que México ya ni ProMéxico tiene. Y tal vez, el más importante, los costos locales (en yenes) de Otani se han reducido un 35 por ciento los últimos cinco años por la depreciación del yen contra el dólar, mientras que los costos locales de Barrera han aumentado 10 por ciento en el mismo lapso al apreciarse el peso.
Así, en un mercado donde las empresas aspiran a una utilidad menor al 10 por ciento, es que muchas empresas mexicanas están siendo desplazadas por japonesas, coreanas e indias. Durante los últimos cinco años, la rupia se depreció 30 por ciento, el won 34 por ciento y el yen 53 por ciento frente al dólar, mientras que el peso se apreció un 10 por ciento. Tal vez el problema del empresario mexicano no sea miedo o pesimismo, sino matemáticas simples que deberían reflejar una incómoda y urgente realidad para el sistema.