El nuevo estado de la Laguna

Opinión
/ 2 octubre 2015

El celo entre laguneros y saltillenses lleva décadas, inicialmente el asunto fue determinar cuál de las dos ciudades era más importante, ahora ha tomado particular fuerza la idea de separar a la región lagunera de Coahuila y Durango para formar el estado de la laguna.

El sueño separatista no es nuevo, auspiciado en un acendrado orgullo regional y bajo el engañoso argumento de lograr mejores oportunidades de desarrollo, la creación de ese nuevo estado tiene otras implicaciones que no se alcanzan a percibir a simple vista y poco o nada tienen que ver con el beneficio colectivo de los habitantes de la región lagunera.

Una de las quejas puntuales de los laguneros es que cada sexenio se realizan obras más importantes en Saltillo, ven al Gobernador como un gran Alcalde de la capital que se olvida de Torreón o por lo menos le resta importancia.

Otra situación que cala en algunos sectores es el hecho de que en las últimas décadas solo dos laguneros, Raúl López y Braulio Fernández, han ocupado el cargo de Gobernador del Estado.

Las afirmaciones absolutas distan mucho de la realidad, no es cierto que la laguna haya recibido pocos beneficios en cuanto a obra y recursos públicos, tampoco es cierto que al ser un estado independiente recibirá más.

En cuanto a los gobernadores, durante el periodo de hegemonía priísta el Presidente designaba a los titulares del poder ejecutivo en los estados, bajo esa premisa, tanto laguneros como saltillenses se encontraban en igualdad de circunstancias para obtener el máximo cargo político, no llegaron laguneros por razones atribuibles más a las relaciones públicas que a un interés central por beneficiar a Saltillo.

Durante los últimos tres periodos de sucesión en el Gobierno de Coahuila llegaron al palacio rosa quienes construyeron un proyecto más sólido, Enrique Martínez logró la candidatura priísta partiendo de un liderazgo indiscutible que lo posicionaba muy por encima de otros priístas de cualquier región del Estado y en la elección constitucional venció fácilmente al lagunero Juan Antonio García Villa.

Humberto Moreira, quien luego encabezaría un gobierno catastrófico, prácticamente arrebató la candidatura del PRI al lagunero Raúl Sifuentes y posteriormente venció fácilmente a Jorge Zermeño; en tanto que Rubén Moreira no tuvo rivales al interior del PRI y también obtuvo el triunfo en las urnas.

Lo cierto es que en los años recientes siempre que un saltillense busca la gubernatura, invariablemente encuentra un número suficiente de políticos y empresarios laguneros que lo apoyan, les interesa más su beneficio personal y de grupo que el orgullo lagunero.

En el proyecto del nuevo estado de la laguna ocurre lo mismo, no todos los que lo impulsan van sobre la romántica idea del orgullo lagunero, más bien buscan aumentar su poder e influencia e incrementar sus fortunas ya de por si abultadas.

Crear un nuevo estado originaría una nueva clase social, la clase gobernante; alguien ocuparía el cargo de Gobernador y tendría su corte formada por secretarios y subsecretarios, todo esto aunado a la burocracia que ya se genera en los ayuntamientos.

Además habría un nuevo presupuesto que repartir y llevarían mano diversos empresarios. Nada de esto implica en términos reales un beneficio para el pueblo.

Los laguneros de verdad no deben dejarse llevar por quienes ahora promueven la creación del nuevo estado para llevar agua a su molino, el carácter lagunero puede desenmascarar a quienes están atrás del proyecto y revelar sus verdaderas intenciones.

hmedinaf3@gmail.com

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