Amargura y democracia

Opinión
/ 2 octubre 2015

Mi desencanto con la manera en que opera el sistema electoral mexicano es total

Atentos lectores me comentan que por estos días y al leer una saga de colaboraciones postelectorales que se editaron en este generoso espacio de VANGUARDIA, notaron cierto tufo de "amargura" en ellas. Damas y caballeros del jurado, pues en honor a la verdad no hay cierto tufo, sino que fue el único condimento con lo cual las cociné y freí a fuego bárbaro. Así de sencillo o así de complicado, como usted quiera señor lector. 

Los lectores aluden a tres columnas publicadas aquí tituladas: "¡De Torreón a Lerdo!", "El costo de la democracia" y "Representatividad y candidatos". Y pues sí, destilan amargura, nihilismo y también cierto resabio a determinismo darwiniano. Mi desencanto con la manera en que opera el sistema electoral mexicano es total. Pienso que un régimen democrático es una bendición, pero de eso a ribetear en oro la siempre incipiente y adolescente democracia mexicana hay un largo trecho que en lo personal, ni comparto y estoy lejos de ponderarlo.

Vamos por partes de nuevo. Hay un desencanto brutal en Saltillo luego del resultado electoral de julio. Ganó Isidro López Villarreal, neo-panista, otrora creso empresario el cual él y su familia y nadie más, tuvieron restringiendo por lustros el crecimiento de Saltillo y del Estado. En aquellos años hubo un ser humano que se enfrentó a su avasallador poder; fue el periodista y empresario de voz de trueno, don Armando Castilla Sánchez. Armados con la inteligencia, la razón y la pluma, y bajo la égida de don Armando, los periodistas de VANGUARDIA de aquellos años, reconfiguraron un poder que se reflejaba en un ser bifronte, como en la antigua mitología: el usufructo se repartía entre políticos y empresarios.

VANGUARDIA llegó entonces a romper este círculo vicioso y sembró una entidad, un concepto del cual todos hablan pero pocos lo han empujado: los ciudadanos, la ciudadanía. VANGUARDIA y don Armando Castilla Sánchez le otorgaron por primera vez en estos pueblos bárbaros, letras, voz y tribuna a los ciudadanos que no tenían defensa ni areópago; ciudadanos a los cuales nadie escuchaba. Eran tiempos de dos caras de una misma moneda: políticos o empresarios. Ya pocos se acuerdan de ello.

Tal vez a mi amargura de siempre se han venido sumando lecturas de seres humanos los cuales ancilaron su pensamiento y apuesta en una rebeldía nihilista y una indignación funesta, llevada a los límites de su propia vida. Pienso en lo anterior cuando leo y releo a Karl Kraus, Thomas Bernhard, Jorge Luis Borges.

Esquina-bajan

Y hace poco di con un pequeño libro de sentencias y aforismos de Karl Kraus (1874-1936) para la editorial española Taurus. En éste vaticina el intelectual, "La democracia significa poder ser esclavo de cualquiera." ¿Quiere que le ejemplifique lo anterior lector? Con todo gusto. Chilo López Villarreal va a gobernar Saltillo, capital del Estado; gobernará a una población de más de 725 mil habitantes, cuando éste sólo recibió en las urnas poco más de 111 mil votos. ¿Es justo? No, pero sí es legal. 

Se cumple entonces el aforismo de Karl Kraus, con más agravantes. Junto con éste, llegarán regidores que no saben la "O" por lo redondo, para decirlo rápido y de corridito. Es el caso de la infanta Lucía Fernández Orta; sí, sobrina de Carlos Orta, mozo de Guillermo Anaya Llamas, quien también y a decir del deslenguado redactor de la muy leída "Politi-Con", va a integrarse como uno de los Directores del círculo rojo del excreso millonario local.

Ya ve lector que vamos a ser gobernados por cualquiera, como bien lo dijo Kraus. Prometo desplumar la lista de regidores que acompañarán al empresario hoy metido a político. Sobre decir que la inteligencia en la planilla de Chilo, no tiene cabida. Es el caso de ciudadanos como José Gpe. Martínez Valero, Miguel Angel Wheelock o Reyes Flores Hurtado. Ah.

Letras minúsculas

Perdonadme lectores, pero sí, en materia política siempre estoy amargado. Fin.



TEMAS

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM