El antiguo Teatro Obrero

Opinión
/ 2 octubre 2015

    Ubicado en la calle Aldama, entre Acuña y Xicoténcatl, el antiguo Teatro Obrero fue inaugurado en 1917. Era un bello edificio de dos plantas con su fachada de piedra, un balcón central en el segundo piso y tres arcos de acceso al interior en la planta baja. En los años sesenta del pasado siglo le llegó la piqueta de la modernidad para convertirlo en el "moderno" Cine Saltillo. Perdió su fachada característica de la arquitectura de los primeros años del siglo 20, aunque su interior conservó mucho del antiguo edificio. Sobrevivieron las plateas a los lados, un tanto elevadas del nivel del resto de la butaquería y separadas por barandales, probablemente el foro y quizás los camerinos.

    Fue un gran teatro. Durante sus años de actividad, los saltillenses disfrutaron toda clase de espectáculos artísticos y culturales.

    Apenas seis años después de inaugurado, el señor José Rojo Ramírez, originario de Saltillo, organizó ahí el concurso "Baile de Resistencia", según consta en un documento del Archivo Municipal enviado no hace mucho por correo electrónico dentro de una nueva actividad a la que esa institución ha bautizado con el nombre de "Dato histórico de la semana". Se trataba de un concurso individual en el que los competidores debían bailar sin perder el compás durante 48 horas continuas. El documento especifica que los concursantes firmarían una carta certificando su perfecto estado de salud para aguantar el tiempo reglamentario y que habría tres primeros lugares con premios de 150, 75 y 25 pesos respectivamente. El público podía participar como espectador y se valía echar porras a sus favoritos. No cabe duda, ya lo he dicho en ocasiones anteriores: los saltillenses eran muy bailadores.

    En aquel Teatro se realizó el 14 de septiembre de 1933 una elegante velada de coronación de la reina de las fiestas patrias y el Ateneo Fuente, ceremonia que inició los festejos de inauguración del nuevo edificio del glorioso Ateneo. En esa ocasión, entre los números musicales, declamaron sendos poemas propios los poetas Manuel Múzquiz Blanco y Samuel Ortega Hernández.

    Al Teatro Obrero venían también muchas compañías artísticas. Paco Miller, el ventrílocuo, era, de por sí, un espectáculo con su inseparable muñeco Don Roque, famoso por irreverente, y Don Titino y Doña Marraqueta, que también salían de su maleta durante su presentación, pero su compañía trajo a Saltillo muchos artistas. Igual las compañías cerveceras traían en sus caravanas artísticas a los artistas del momento: Tin Tan y su carnal Marcelo, Vitola la flaca, Tongolele, Pedro Infante. En aquel teatro se presentaba también, con gran éxito, el "Doctor IQ", don Jorge Marrón, un famoso experto en trabalenguas y preguntas capciosas.

    Durante los espectáculos se rifaban artículos donados por el comercio local, en una forma de doble publicidad, tanto para los comercios participantes como para la compañía que se presentaba. Paco Miller era un excelente animador y hacía de las rifas otro espectáculo. Una buena mercadotecnia, aparte de la que hacía el Teatro con sus grandes carteles publicitarios.

    El Teatro Obrero funcionaba también como sala de cine, y contaba la gente de Saltillo que durante el intermedio, una orquesta, generalmente la del maestro José Tapia R., tocaba algunas piezas musicales y los asistentes cantaban siguiendo la letra de la canción, que aparecía en la pantalla.

    Aquello era parte del entretenimiento de los saltillenses. No había televisión todavía y el teatro y el cine constituían la diversión principal en las ciudades de provincia. Luego, la Compañía Operadora de Teatros, S.A. lo anexó a su monopolio con el nombre de Cine Saltillo y desapareció el bello edificio de piedra que fuera el Teatro Obrero. Años después, la misma COTSA desapareció también el Cine Saltillo.

    edsota@yahoo.com.mx




    Profesora de Lengua y Literatura Española. Dirigió el departamento de Difusión Cultural de la Unidad Saltillo de la UAdeC. En 1995 fue invitada por la Universidad Tecnológica de Coahuila, unidad Ramos Arzipe, para encargarse del área cultural, que incluía la formación del Centro de Información y cuatro años más tarde vendría la fundación del Centro Cultural Vito Alessio Robles, recinto que resguardaría la biblioteca de su padre, y donde hasta hoy labora.

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