La velocidad, la rapidez y la prisa
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Ser cada vez más veloz es un anhelo que siempre ha fascinado a la humanidad. Con ello se busca probar y mejorar capacidades físicas y psíquicas. En el campo deportivo, la noción de velocidad tiene que ver con la ligereza y prontitud de movimientos. Ser veloz es poseer la facultad de transmitir del cerebro a los músculos, la orden de realizar movimientos rápidos y repetidos, lo que aplicado a las piernas y a los pies es un medio para recorrer distancias en un mínimo de tiempo.
La velocidad es la relación entre el espacio andado y el tiempo empleado en recorrerlo. Para ser un corredor veloz hay que cultivar esta habilidad mediante un entrenamiento constante y sostenido. Según la Enciclopedia Mundial del deporte, velocidad y rapidez no tienen exactamente el mismo significado. Cuando se habla de rapidez, se considera, en efecto, la aptitud de reproducir rápidamente un gesto. En este caso, lo que importa es el movimiento y no el desplazamiento. Un corredor rápido es aquel cuya frecuencia de zancada es muy elevada. Si la amplitud de zancada es insuficiente, no irá a gran velocidad. De manera que un corredor puede ser muy rápido sin ser extremadamente veloz, lo que resulta más frecuente, sobre todo en los atletas pequeños. Según su estado de forma, un mismo corredor puede ser más rápido que veloz, o más veloz que rápido. Sin embargo, el escritor francés Jean de la Fontaine señaló: De nada sirve correr; lo que conviene es partir a tiempo.
Para el pensador Gregorio Marañón, La rapidez, que es una virtud, engendra un vicio, que es la prisa. El vocablo prisa se refiere a la prontitud, urgencia o apresuramiento con que se ejecuta una cosa, lo que en la vida real, no pocas veces, deriva en pérdida de tiempo. Por eso el músico Igor Stravinsky solía decir: ¡Prisa! Nunca tengo prisa, no tengo tiempo para tenerla.
La velocidad de un deportista depende de la rapidez de sus movimientos, lo que como anhelo de superación personal es algo noble, edificante y positivo, sin embargo, en otros ámbitos, hacer todo rápido y sin pausa puede ser contraproducente e incluso afectar la salud. Es que la vida moderna insta, incluso obliga, a hacer todo con suma rapidez y prontitud, lo que, más que vivir, es una manera de huir de la realidad. El poeta Cecilio Olivero Muñoz, en Vida a toda velocidad, en Internet, dice: Huyo a toda velocidad, sin descanso,/ huyo siempre de mi pensamiento/ y mi pensamiento es árbol sujeto a mi corazón/ y mi corazón está sujeto a mi yo/ y de ahí no puedo escapar. Por eso el escritor Robert Louis Stevenson, sentenció: Tanta prisa tenemos en hacer, escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio de la eternidad, que olvidamos lo único realmente importante: vivir.
Comentarios: rjavier_vargas@terra.com.mx