Ay FIFA

Opinión
/ 2 octubre 2015
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Instantes después de que el abanderado colombiano acuchillará por segunda vez un gol legítimo de  Giovani dos Santos circuló en las redes sociales un tuit tan certero como oportuno: FIFA tu madre (@almadeliamc). No fue el único: Está bien que nos roben el petróleo. Pero los goles no. Esas son chingaderas. Bueno, y esos eran los publicables.

Para fortuna de México los errores arbitrales quedaron en segundo plano luego del gol de Oribe Peralta. De otra forma la sensación de despojo habría sido interminable. Peor aún, un empate con Camerún con toda probabilidad a la postre habría significado la eliminación de la Selección Nacional de cara a la segunda ronda.

Hasta ahora la FIFA ha asumido que los equívocos arbitrales son parte del juego; un incidente más de una fiesta deportiva donde el azar con harta frecuencia se convierte en protagonista central. El problema es que el futbol hace buen rato que dejó de ser sólo una fiesta deportiva. No sólo porque se trata de un negocio enorme que afecta ingresos publicitarios y restauranteros, además de las ventas d una infinidad de  artículos.

Más importante que eso, la derrota de una selección es una cuestión de Estado. El orgullo por la Roja, en España, es una de las pocas señales de identidad que aún persisten en la península Ibérica a contrapelo de los crecientes sentimientos de autonomía. Ayer cinco elementos del once inicial procedían del club Barcelona.  

El desempeño de un equipo en el Mundial afecta el ánimo de millones de personas, destroza o fortalece las certezas en las propias posibilidades como nación, propicia identidades, apuntala presidentes y partidos en el poder o, por el contrario, los debilita. Quizá no debería ser así, pero lo es. Este sábado leí un comentario en redes que lo dice todo: Tengo un vecino al cual apenas le había hablado unas cuantas palabras desde hace décadas y hoy, al meter gol la Selección Mexicana, gritamos como locos y hasta carne asada hicimos junto a nuestras familias. Vecinos cuyo distanciamiento persistió pese a haber compartido sismos, delincuencia en el barrio o vicisitudes en los servicios públicos, acaban reunidos por un gol del equipo nacional.

La noción de la apreciación arbitral como un componente intrínseco del juego carece de sentido luego del surgimiento del video. Que hubiese sido gol o no, lo sucedido hace cincuenta años es algo que vivirá eternamente en la polémica, y cada opinión al respecto es tan subjetiva como la que argumenta lo contrario. En ese sentido la FIFA tendría razón, el azar y la duda son parte del juego. Pero hoy en día, cuando el video exhibe de manera inmediata a millones de espectadores cuatro tomas que muestran a Giovani anotar un gol legítimo, ya no existe alguna duda. Frente a la certeza del equívoco no hay espacio para la polémica. Simple y llanamente habría sido un despojo que podría haber eliminado a México de la contienda de manera absurda e ilegítima.

Es decir, hay demasiado en juego para que todo dependa de la apreciación infinitesimal de un abanderado que contempla una melé a treinta metros de distancia. Años de preparación de atletas de élite, millones de aficionados siguiendo durante meses los incidentes de la calificación y los juegos de amistosos, miles de horas de transmisión de tertulias de comentaristas, toneladas de papel vertidas, millones de camisetas vendidas, esperanzas frustradas de una buena parte de la infancia de un país.

Si los directivos de la FIFA no estuvieran tan gozosos con las prebendas y privilegios de los que se han rodeado, ya habrían intervenido para dotar al Mundial de las herramientas tecnológicas que hace años llegaron a otros deportes. Sería perfectamente factible que un entrenador tuviera la posibilidad de solicitar hasta en un par de ocasiones por partido la revisión del video de alguna jugada decisiva. No tomaría más de un minuto consultar un monitor colocado a la orilla de la cancha; con frecuencia los jugadores que fingen una lesión se toman más que eso.

De haber contado con ese recurso México habría anotado dos goles desde el primer tiempo, por ejemplo, y Croacia habría tenido una segunda oportunidad contra Brasil de no haber sido víctima de un penal más que cuestionable.

Pero la FIFA no es precisamente un bastión de la innovación tecnológica (o de cualquier otra). Apenas se están estrenando los sensores que permiten confirmar cuando un balón cruza la raya de meta, luego de varios mundiales con partidos decididos por yerros arbitrales. Ahora se introduce el spray grafitero para señalar la distancia entre el balón y la barrera. Seguramente un alarde tecnológico para la gerontocracia que gobierna al futbol internacional.

Ojalá que cuando el equipo mexicano pierda, y supongo que eventualmente sucederá pese a la buena exhibición contra Camerún, lo haga por lo sucedido legítimamente en la cancha y no por las veleidades del brazo inquieto de un abanderado.

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net




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