La prosa de lo humano

Opinión
/ 2 octubre 2015

Bien por la incursión sabatina de Jesús Carranza con su columna donde éste atiende aquello fundamental, como la buena escritura, la mejor prosa

Una de las mejores periodistas que han escrito en el norte de México, todo mundo lo sabe, fue la siempre recordada maestra doña Lucía Teissier. Señora de la buena prosa, el buen verbo y la mejor construcción sintáctica, jamás sacrificó mala redacción en aras del asfixiante diarismo y tiempos mortales de entrega que pudren a los columnistas o reporteros. Tengo una buena colección de sus columnas las cuales releo con placer y agrado.

La maestra Teissier hablaba una y otra vez de que un buen periodista, un buen escritor debe de ser un ejemplo de buena y tersa prosa en sus textos. Ella era el mejor ejemplo, insisto. Y lo anterior ha venido a mi pálida memoria ahora que leo con gusto a uno de los periodistas que mejor escribe, y del cual me consta, se preocupa sobremanera en tallar sus textos hasta dejarlos perfectamente afilados. El pasado sábado 19 de julio en la página 9 de la sección Mi ciudad, leí un espléndido texto del periodista Jesús Carranza. Éste ha titulado su apartado con el título con el cual encabecé yo este texto a la vez, La prosa de lo humano. Anillo justo al dedo. Don Jesús Carranza no pudo elegir título mejor para su espacio sabatino, obligación leerlo ya.

En su colaboración de apertura, don Carranza abordó sobradamente el tema del buen uso (y abuso) de las redes sociales merced a la Internet que ahora, a todos llega y está a la mano de cualquier mortal medianamente leído. Los niños, y ya es literal, de cierta posición económica, nacen con un gadget en la mano (nativos digitales se les nombra en la moderna jerga cibernética). Si en las décadas de los años ochenta y noventa del siglo pasado, la televisión era la gran madre educadora de los mexicanos, ahora el problema no es la educación de estos niños y adolescentes, sino su deshumanización. Un gadget obliga a mantener la vista hacia abajo, de rodillas. Así están creciendo las nuevas generaciones. Como avestruces, de rodillas. No erguidos.  

El periodista Jesús Carranza, forjado donde se hacen los hombres de honor y valor, en la brega cotidiana, en el reportaje diario y sólo dotado con las armas de la razón, alertaba del mal uso y abuso de estas redes sociales cibernéticas en manos de los jóvenes por ser éstos presa fácil de viejos lobos de la vida, los cuales los seducen con artimañas ylenguaje tentador. Clowns del engaño, la delincuencia y los cobardes se esconden bajo el anonimato: las redes sociales son el medio ideal. Prevenía en su bien medido texto el periodista. Le creo a mi hermano de armas, el cual también despacha donde se genera la información sobre la inseguridad siempre despierta.

ESQUINA-BAJAN

La televisión, se decía en el siglo pasado, era idiotizante. Hoy las redes sociales amén de ser y provocar lo anterior, están induciendo en la juventud (y aún en los mayores), una especie de afasia funcional y acaso, terminal. ¿Alguien lo recuerda? En 1997 en Zacatecas, México, y durante la realización del Primer Congreso de la Lengua Española, profético, el Nobel colombiano Gabriel García Márquez habló en su conferencia que fue incendiaria de jubilar la ortografía, por considerarla obsoleta y ya rebasada por otros lenguajes que hoy desgraciadamente, están más vivos que nunca.

La propuesta de García Márquez fue tomada a vacilada y estuvo un tiempo en el candelero periodístico; luego, fue condenada al olvido. Hoy, los jóvenes y sin haber leído al Gabo, han jubilado la ortografía debido a las redes sociales. Este –digamos– nuevo lenguaje cibernético, abomina de la ortografía –como bien lo profetizó el monstruo de Aracataca, García Márquez– y está en vías de jubilarla e incluso, de extenderle el certificado de defunción.

Bien entonces por la incursión sabatina de don Jesús Carranza con su columna donde éste atiende aquello fundamental, tan vital como lo es respirar, como lo es el lenguaje, la buena escritura, la mejor prosa y claro, todo emparentado con nosotros, los que nos decimos humanos  

LETRAS MINÚSCULAS

La prosa de lo humano.


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