Bregar hacia la Eternidad
COMPARTIR
Hace 75 años, del 14 al 17 de septiembre de 1939, en el Frontón México, a un costado del Monumento a la Revolución en la Ciudad de México, tuvo lugar la Asamblea Constitutiva del Partido Acción Nacional (PAN). En la mesa que conducía los trabajos había un letrero que rezaba “Acción Nacional: una organización de todos aquellos que sin prejuicios, resentimientos ni apetitos personales, quieren hacer valer en la vida pública su convicción en una causa clara, definida, coincidente con la naturaleza real de la nación y conforme con la dignidad de la persona humana.”
Manuel Gómez Morín, exrector de la Universidad Nacional encabezaba la fundación del Partido. Corrían los años del Cardenismo estatizador, del “nuevo PRI”, modelo años treinta. Calles, su fundador había sido expulsado del País. El nacionalismo revolucionario fundado por el PNR, abuelo del PRI, sufría su primer viraje hacia cierto socialismo sui géneris que hoy conocemos como Cardenismo. Acción Nacional se alzó como una respuesta de ciudadanos libres que, ante todo, buscaban salvaguardar su libertad y dignidad de “persona humana”.
Predominaban intelectuales, profesionistas, empresarios medianos, unos católicos y otros no tanto. Quizá quiénes mejor entendieron esas corrientes que coincidieron dando vida al PAN, fueron Soledad Loaeza, Alonso Lujambio y Jaime González Graf. Éste último definía, en un mapa doctrinal a Gómez Morín como el heredero de los principios cívico liberales de José Vasconcelos. Por otro lado, Efraín González Luna imprimió un toque social cristiano. Años más tarde llegó al PAN un empresariado de provincia, unos antes que otros, conforme había sido el agravio recibido del Gobierno. Todos constituyeron corrientes de pensamiento ciudadano que, unidas, dieron vida a un partido político, abanderado del Humanismo Político, como se le llama a la doctrina del PAN.
Gómez Morín siempre dijo que la lucha de Acción Nacional sería una brega de eternidad, frase que ha dado pie a múltiples interpretaciones y significados. Durante décadas justificó la larga espera del poder; más tarde para justificar la tardanza y titubeos para consolidar cambios en el gobierno; hoy en día para justificar el retorno a la oposición en condiciones de descomposición y profunda división interna.
Me gusta más interpretar esta frase en su dimensión histórica y trascendental. Jamás termina la lucha por México y por los mexicanos, más aún, si esta lucha se hace desde una trinchera partidista.
Los problemas, como los seres humanos van y vienen. A unas generaciones de panistas les ha tocado gobernar, a otras reconstruir. Así sucede en prácticamente todos los partidos políticos del mundo. Gobernar desgasta y pasar inmediatamente del poder a la oposición, genera una crisis de identidad. Unos partidos logran fortalecerse; otros se pierden en la mezquindad de los intereses personales y las incriminaciones mutuas. En Europa y América Latina abundan los ejemplos.
El PAN logró el cambio democrático más importante de la Historia de México: una transición pacífica tras setenta años de monopartidismo de facto. El cambio en 2000 fue histórico y su significado, enorme. Pero mucho se malogró en los doce años siguientes. Los resultados de los dos gobiernos del PAN fueron limitados, aunque hubo también muchos aciertos importantes, antes y durante esos gobiernos.
La transición del 2000 se sustenta en los aportes de Gómez Morín y González Luna, en las batallas de Christlieb Ibarrola, González Torres, González Morfín y Conchello. Todo ello culminó en la transición democrática que desencadenaran Manuel Clouthier, Luis H. Álvarez y Carlos Castillo Peraza. Esa transición sigue transitando hoy en día.
La gran limitante radica en la incapacidad de extirpar de raíz el autoritarismo corruptor del que está empapado el sistema político mexicano. Fenómeno corruptor que domó al PAN; en vez de que el PAN lo domara. Al paso de los meses en el gobierno, se optó por convivir con la estructura organizacional que era preciso desmantelar para substituirla con otra de cimientos democráticos. Hoy, de regreso a la oposición, el PAN atraviesa por su peor crisis de identidad y liderazgo, tanto en México como en Coahuila y en otras entidades. Proliferan los dirigentes limitados, sin identidad y que conviven cómodamente con la corrupción.
Esta crisis apunta en una dirección: reiteradas derrotas electorales y creciente desconfianza ciudadana. La corrupción y falta de propuesta que surgen de la ausencia de identidad, no puede dar otros frutos. Estoy cierto de que, pasada la tempestad, aprendidas ahora sí las lecciones de la Historia, resurgirá la lucha democrática y la mística que dieron vida al PAN. Seguro estoy: las nuevas generaciones emprenderán de nuevo la brega de eternidad, con el único objetivo de luchar por el bien de México y el bienestar de los mexicanos.
Facebook: Chuy Ramirez
Twitter: @chuyramirezrJesús