Los corruptsocios

Opinión
/ 2 octubre 2015
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Se reúnen y se organizan viéndose de reojo y sonriéndose mutuamente de sus fechorías. Actúan con desparpajo porque se sienten inmunes.

¿Con qué derecho podemos exigir a miembros del sector privado y público que no sean corruptos, si nosotros también lo somos, o lo hemos sido?

La corrupción se placea en México en todas las latitudes y es una práctica que de tan común parece formar ya parte de nuestras vidas, y eso no es nada conveniente desde la perspectiva de la sustentabilidad porque el costo que implica que alguien ofrezca un pago a otro que se lo solicita para que pueda ocurrir un favor, o para que se evite una infracción, es un costo subterráneo que no se registra en la contabilidad pero que existe en una economía oculta.

¿Cuándo fue la última vez que me pidieron un moche? ¿Cuántas veces he sabido de algún personaje que pasó de ser de clase media a ser de clase alta-plus?

Hay de ladrones a ladrones, y a veces unos se cobijan con otros. Recuerdo a un funcionario de mandos medios del Municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León, (en el que existe el imaginario de que los funcionarios son probos), que hace veintidós años me pidió dinero para darme un permiso de construcción, a lo que me negué debiendo transcurrir para que se me otorgara dicho permiso un tiempo fuera de orden.

Ese funcionario de marras no actuaba solo, porque por lo menos dos personas más estaban involucradas para que el trámite se realizara.  Y es que los corruptsocios no solo van en pareja, también forman parte de una cadena de pequeños y grandes pillos que por su aspecto bien podrían hacerse pasar por sacerdotes y obispos en el caso de los varones, o por monjas y madres superioras en el caso de las mujeres.

Los corruptsocios se reúnen y se organizan viéndose de reojo y sonriéndose mutuamente de sus fechorías. Actúan con desparpajo porque se sienten inmunes. Disfrutan de automóviles de lujo y algunos se acompañan de chofer por aquello del status. Tienen amoríos y en su desfachatez procrean hijos, fruto de los excesos económicos.

Beben buenos vinos y son todos unos profesionales de la enología para degustarlos, más aún cuando se los ofrecen sus partners en restaurantes caros para ambientar la negociación de la mesa de los sin escrúpulos.

Saben cómo pedir los vinos, cuáles son los nombres de los más exclusivos, el año de cosecha y la variedad de la uva que requieren de acuerdo a los alimentos que consumirán. Piden espacios privados para no ser vistos y preferentemente elijen aquellos sitios que tienen puertas especiales para entrar y salir sin que se les moleste.

Cuando los corruptsocios son representantes del sector privado confabulados con representantes del sector público, se procuran entre ellos mismos y hasta compiten para ver quién muestra más astucia en el asunto de las corruptelas.

Pero cuando es la primera ocasión en que se encuentran, se les puede observar mirándose furtivamente y mostrando como armas sus innovadores aparatos telefónicos, sus trajes, corbatas y calzado de diseñador.

Me imagino que en la conversación primero comparten su estado civil, número de hijos y formación profesional. Ya que se convierten en corruptsocios, se comparten las cuentas bancarias de cómplices en las que se depositarán las cantidades económicas pactadas.

Se despiden de la mesa con solemnidad arrepentida, con etílico en la sangre y alegría porque ahora conocen a otros iguales a ellos que serán buenos contactos para presumir y que seguramente los llevarán a hacer otros negocios oscuros.

Los corruptos simples que aún no han llegado a los niveles de gestión y ambición de los corruptsocios, aspiran a ser algún día como ellos. Pónganme donde hay y El que no tranza, no avanza son frases triunfadoras que inspiran sus acciones.

En tanto se siguen acuñando otras frases para acompañar al mexicano proclive a la corrupción, el hurto colectivo sigue su curso en grandes y pequeñas ligas.  Personas que compran el crudo que se ordeña clandestinamente de los ductos para petróleo, o las enormes cantidades de gasolina que se extraen de refinerías de PEMEX, personas que compran como fierro viejo los   objetos de metal que son robados de las casas habitación, y personas que compran en Bustamante, Nuevo León, las nueces que roban en los huertos de nogales familias que traspasan las cercas de las labores, para sobrevivir.




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