México en el mundo
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La semana pasada el Senado mexicano convocó a un seminario de varios días, sobre la política exterior de México. La invitación a participar fue extendida a diplomáticos, políticos, expertos y analistas, tanto de México como de otros países, para opinar sobre el lugar de México en el mundo y el alcance de sus relaciones internacionales.
Tuve el honor de participar en uno de los paneles sobre América del Norte y observé gran parte de los otros paneles en que se discutía cómo México se relaciona con el mundo, y qué puede hacer para posicionarse aún mejor a futuro. El ejercicio de discusión e intercambio de ideas fue muy útil, propositivo y a su vez, un acto iluminador.
Para empezar, queda claro que México cada vez se está insertando más en el entorno global, con más confianza y sobre todo con más estrategia, lo cual ha sido un cambio en las últimas dos décadas. Si bien México tuvo momentos de auge en la política exterior, por ejemplo durante el debate sobre Cuba en la Organización de Estados Americanos en los años 60, o en los procesos de paz en Centroamérica en los años 80, en general el país siempre fue muy cauteloso para meterse de lleno en el plano internacional, debido en parte a la vecindad con Estados Unidos y en parte a los desafíos internos de México.
Segundo, hoy en día hay una diversificación de las relaciones internacionales de México que van más allá de lo meramente retórico o simbólico, algo que se está dando en mayor grado que en cualquier otro momento de la historia. Si bien la relación con EU sigue pesando enormemente por los temas económicos y pragmáticos que siempre están presentes entre vecinos, México también está recuperando su cercanía con los países de América Latina y acercándose con más firmeza a Asia y Europa, sobre todo en temas económicos. El liderazgo de México en los debates de cambio climático y otros temas de negociación internacional también han dado un lugar relevante al país en los espacios multilaterales como un actor más activo.
Finalmente, en el ámbito de América del Norte, hay un movimiento para establecer una alianza cada vez más pragmática y eficaz entre los tres países de la región y en el que México tiene un papel protagónico. Si bien no es fácil construir una alianza con dos países bastante desarrollados y que tienen sus miras constantemente en otras partes del mundo, sobre todo Europa y el Medio Oriente (y cada vez más en Asia también), México ha logrado ganar un espacio importante en esta relación trilateral, porque hay una integración de facto entre los tres países que son cada vez más una plataforma común de producción manufacturera frente al resto del mundo. Con EU en particular, la creciente penetración cultural de México al norte del Río Bravo también ha contribuido a fortalecer esta relación, aunque no se da de igual forma con Canadá.
El creciente activismo mexicano en otros temas globales, más allá de América del Norte, también ha ayudado a fortalecer la relación en la propia América del Norte, porque da tema de qué hablar y negociar entre los tres países además de lo específicamente bilateral y trilateral. De hecho, la presencia de México en el mundo no es solamente un lujo que da imagen al país, sino ayuda a fortalecer los vínculos económicos claves y a abordar temas difíciles, como la seguridad pública y la migración, con más independencia y fortaleza.
Todos estos cambios son producto de transformaciones de largo plazo por los que ha atravesado México, más allá de gobiernos específicos y son resultado, en gran parte, de la creciente confianza para insertarse en el mundo con mayor decisión y determinación. Desde luego, ninguno de estos cambios es completo o absoluto y todavía hay residuos de la cautela extrema de México frente al mundo que dominaba en otro momento y lo mantenía un tanto aislado del escenario global. Sin embargo, estoy convencido de que hay una inercia positiva hacia una mayor presencia de México en el mundo que le dé al país el lugar que merece en el contexto internacional.
Andrew Selee