Ensayo sobre el tinaco

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Curioso invento y curioso nombre es el del tinaco.
Para empezar, la palabreja no se emplea mucho fuera de nuestro país, al parecer sólo en Venezuela y en República Dominicana, aunque desconozco si es con el mismo valor semántico que nosotros le otorgamos.
Pero sobre todo encuentro singular este vocablo, tan cotidiano para los mexicanos, porque pese a ser una forma despectiva de tina, se refiere a un contenedor de proporciones nunca, en ningún caso, despreciables.
Aunque se les asocia, no debe confundirse tinaco con una cisterna, que es un invento de la antigüedad para captar y almacenar el agua de la lluvia, en tiempos en los que una red de distribución era apenas un sueño.
En México decimos tinaco y todo nuestro pensamiento se ocupa enseguida con la rotunda imagen del poderoso Rotoplás de cinco mil litros. Su sola representación mental nos resulta tan vívida que hasta volvemos la mirada al cielo, tratando de ubicar al imaginario tinaco, imponente en las alturas. Si un día necesita incorporar un nuevo elemento a la tradicional lotería mexicana, será sin duda (55) El Tinaco.
Cuando la humanidad desaparezca, y una civilización futura o extraterrestre intente deducir el papel que jugaban estos objetos en nuestra vida, llegarán primero a mil conclusiones tan divertidas como equivocadas:
Era una antigua deidad, colocaban esta representación en la creencia de que ahuyentaba a los malos espíritus. Tenía un propósito funerario, se cree que guardaban allí las cenizas de sus antepasados para que estuvieran a la vista de los señores del cielo. Era un puesto de vigilancia y de combate, a manera de atalaya, para protegerse de los enemigos foráneos. ¡Nada de eso! Se empleaba para almacenar granos y otras cosechas, manteniéndolo a salvo, lejos de los depredadores, para consumirlo cuando hubiera escasez.
Imposible culparlos por yerros tan crasos, siendo que incluso, hoy en día, los visitantes de países desarrollados deben preguntarse también la razón de ser de este extraño y negrísimo remate de nuestros hogares:
Mi creyendo que barril del Chavou del Ochou ser más pequeñou.
Y les puede resultar ajeno porque sucede que los tinacos son propios y muy característicos del subdesarrollo.
Así es, los tinacos pertenecen a asentamientos humanos donde el abasto de agua no está garantizado, donde más vale acopiar el fluido vital mientras haiga, porque ya mañana quién sabe.
Uno no ve tinacos en las ciudades modernas y desarrolladas (aunque nuestros gobiernos pinches insisten en que somos modernísimos y súper desarrollados); y no se les ve por la sencilla razón de que en el primer mundo cuentan con un flujo permanente de agua perfectamente potable y -hasta eso- con una presión de miedo.
¿Será acaso porque están geográficamente mejor ubicados que nosotros? ¿Sus cuencas, mantos, ríos y otros recursos hidrológicos les permiten gozar de la bendición del agua?
Para nada. Hasta eso, somos nosotros los agraciados de la naturaleza. Solo que allá se ocuparon mucho tiempo atrás en hacer âbien- las obras de infraestructura hidráulica pertinentes, mientras que aquí, para no perder la costumbre, nos timaron y es el agua, en el mejor de los casos, un privilegio intermitente.
Debe ser por eso que resulta tan desalentador subir a las zonas más altas de la ciudad y contemplar las interminables hileras de tinacos de esa triste mancha urbana, porque son la postal misma de la incertidumbre y nos recuerdan nuestra jodidez.
Le reto a que suba usted también a las colonias adyacentes a la Sierra de Zapalinamé; le aseguro que pocas cosas hay tan feas y depresivas como la contemplación de Tinacolandia.
Sin embargo, pese a ser un voluminoso estigma de nuestro rezago social y de nuestra pobreza histórica, en nuestra cultura el tinaco es considerado un lujo pocas veces prescindible. En México existe la gente pobre y la que de plano ni tinaco tiene. Debe ser por eso que los tinacos son apreciados y hasta disputados, por lo cual constituyen el perfecto regalo/limosna electoral.
Ayer, nuestro periódico VANGUARDIA nos ofreció la siguiente información: Un mes antes iniciar las campañas el Gobierno de Coahuila iniciaría la distribución de 15 mil 700 tinacos en 26 municipios de la entidad.
Llegarán muchas personas a suponer que con el tinaco están recibiendo de su partidazo tricolor, es decir, del Gobierno Estatal, un beneficio. Pero lo supondrán tan sólo porque no han reparado en que el tinaco no sólo es un horripilante y masivo recordatorio de la pobreza sino además una sentencia a vivir a perpetuidad en la incertidumbre sobre el abasto del más elemental de los servicios básicos.
¡Bien, Gobernador! súmele otros 15 mil 700 tinacos a Coahuila; cada uno, cual monstruoso ídolo plástico olmeca postmoderno, monumento a la miseria a la cual nos condenó desde el siglo pasado el siempre maldito PRI.
petatiux@hotmail.com