En paz; Vivir al máximo

Opinión
/ 3 mayo 2015
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En el ocaso de la existencia hay que reservar el último aliento para cantar sin remordimiento alguno: ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz! ¿Habrá mayor gozo final? ¿Habrá mayor esperanza para peregrinar sin temor hacia la eternidad, hacia lo Absoluto?

El poeta nayarita Amado Nervo (1870- 1919) hace el resumen, la suma y resta de una vida en un hermoso poema: Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida / Porque nunca me diste ni esperanza fallida / Ni trabajos injustos, ni pena inmerecida / Porque veo al final de mi rudo camino / Que yo fui el arquitecto de mi propio destino/Que si extraje las mieles o la hiel de las cosas / Fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas / Cuando planté rosales coseché siempre rosas / Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: / ¡Más tú no me dijiste que mayo fuera eterno! / Hallé sin duda largas las noches de mis penas / Más no me prometiste tú sólo noches buenas / Y en cambio tuve algunas santamente serenas / Amé, fui amado, el sol acarició mi faz / ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!.

Tal vez para llegar al ocaso de la existencia en paz conviene hacer vivir la famosa frase del poeta latino Horacio: Carpe diem quam minimum credula postero, que significa aprovecha el día, no confíes en mañana, o sencillamente cosecha el día.

Para llegar en paz es menester hacer vivir eso que dijo el gran Walt Whitman: Aprovecha el día. No dejes que termine sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber alimentado tus sueños () No permitas que la vida te pase a ti, sin que tú la vivas () La sociedad de hoy somos nosotros, los Poetas Vivos.


Visión de esperanza

Ciertísimo: Cuida este día, porque es vida, la verdadera vida de la vida. En su breve curso se hallan todas las realidades y verdades de la existencia; la bienaventuranza de la perfección, el esplendor de la acción, la gloria de la fortaleza. Porque el ayer no es sino un sueño, y el mañana tan solo una visión. Pero el hoy, bien vivido, hace de cada ayer un sueño de felicidad, y de cada mañana una visión de esperanza. Cuidad bien, por tanto, este día.

Y pregunto: ¿de qué llenamos cada día? ¿Cómo lo forjamos? ¿Cómo lo cuidamos? ¿Cómo lo aprovechamos? ¿Cómo lo vivimos?


Horas luminosas

Cada nuevo día es una creación única, singular, independiente a nosotros, que si queremos en verdad hacerlo, hay que crearle un personal amanecer - adicionarle un nuevo hágase la luz - intentando descubrir el afán que esa alborada tiene en nuestras particulares existencias para luego colmarlo de significado. Si no queremos pasarla a oscuras, de noche, sería útil seleccionar conscientemente las actividades y actitudes que emprendemos en ese espacio de 24 luminosas horas que se nos regalan.


Primero lo primero

En cada momento nos jugamos nuestro destino, muchos de ellos son cuesta arriba, pero brindan la posibilidad de descubrir razones para vivirlos con alegría, amor y esperanza. Momentos que permiten diferenciar lo esencial de lo secundario, de decidir emprender, primero lo primero, acorde a la arquitectura de nuestro destino.

Espacios que nos inducen a decir: hoy no tengo tiempo para las cosas que no son importantes.


Vivir en reversa

En ocasiones las personas tendemos a ignorar que lo más rápido resulta ser lo más lento. Olvidamos que al vivir tan de prisa, agitados, asediados por el propio trabajo, sacrificando lo trascendental por lo insignificante, se deja de vivir o se existe mediocremente, y entonces vivimos jubilados, anestesiados.

Probablemente no nos hemos percatado que ahora el internet y las redes sociales fácilmente nos pueden saturar de insignificancias, inclusive de desesperanzas y que, en numerosas ocasiones, al estar tan conectados en actividades baratas, corremos el riesgo de vivir abiertamente cerrados, ciegos del calor de la cercanía, resignados, mirando hacia abajo, en reversa, abandonando la posibilidad del gozo que regala la vida sencilla.


¿Lleno?

Existe una metáfora que ejemplifica este fenómeno: Cierto día un maestro estaba dando una conferencia a un grupo de profesionales exitosos. De pie, frente al auditorio dijo: Quisiera hacerles un pequeño examen. Entonces sacó un jarro de vidrio, de boca muy ancha y lo puso sobre la mesa frente a él. Luego puso en él una docena de rocas del tamaño de un puño y empezó a colocarlas una por una dentro del jarro.

Cuando el jarro estaba lleno hasta el tope y no podía colocar más piedras preguntó al auditorio: ¿Está lleno este jarro? Todos los asistentes dijeron: Sí. Entonces preguntó: ¿Están seguros? Y luego sacó un balde con piedras pequeñas de construcción. Echó un poco de esas piedras en el jarro y lo movió haciendo que las piedras pequeñas se acomodaran en el espacio vacío entre las grandes y así sucesivamente. Cuando hubo hecho esto preguntó una vez más: ¿Está lleno este jarro? Esta vez el auditorio ya suponía lo que vendría y uno de los asistentes dijo en voz alta: Probablemente no. ¡Muy bien! - contestó el expositor -.

Entonces sacó un balde lleno de arena y empezó a poner esa arena en el jarro. La arena se acomodó en el espacio entre las piedras grandes y las pequeñas. Una vez más pregunto al grupo: ¿Está lleno este jarro? Esta vez varias personas respondieron a coro: ¡No! Una vez más el expositor dijo: ¡muy bien!, luego sacó una jarra llena de agua y la echó dentro del jarro hasta que estuvo lleno hasta el borde mismo.

Cuando terminó, miró al auditorio y preguntó: ¿Cuál creen que es la enseñanza de esta pequeña demostración? Uno de los espectadores levantó la mano y dijo: La enseñanza es que no importa qué tan lleno está tu horario, si de verdad lo intentas, siempre podrás incluir más cosas... ¡No! - replicó el expositor -, esa no es la enseñanza. La verdad es que esta demostración nos enseña lo siguiente: Si no pones las piedras grandes primero, no podrás ponerlas en ningún otro momento.


Menudencias

Si analizáramos nuestros días posiblemente encontraremos en ellos más horas repletas de mediocridad y desperdicio que de excelencia y aprovechamiento, quizás por la costumbre de llenar primero el jarro (los momentos) con arena, agua y millares de piedras pequeñas; es decir, de cosas intranscendentales, de menudencias, migajas, frivolidades, viejas heridas o porvenires desesperanzadores. Y luego, mucho después, cuando ya no queda espacio, pretendemos meter - a toda fuerza - las piedras grandes: lo significativo, lo que verdaderamente brinda serenidad, abundancia de buenos sucesos y motivos para la felicidad.

El resultado de esta miopía es costosísimo: por vivir mirando las sombras, por andar tras las imágenes, perdemos lo más por lo menos para luego arrepentirnos, frecuentemente demasiado tarde, sin tiempo por rehacer lo deshecho.


Preguntas

Es prudente meter primero las piedras grandes en nuestro personal jarro del tiempo, sin perder la esperanza del futuro, pero comprendiendo que cada día es irrepetible, apuntando la mirada cara al sol, haciendo lo que amamos o sencillamente aprendiendo a amar eso que emprendemos, construyendo la libertad, siendo más humanos, más completos, más generosos.

Urge definir prioridades: ¿Cuáles son las piedras grandes en nuestra vida? ¿La familia? ¿Un proyecto? ¿La fe? ¿Quedar bien con los demás? ¿Destacar socialmente? ¿Acumular riquezas? ¿Alguna causa? ¿Enseñar e inspirar a otros? ¿Hacer lo que viene en gana? Requerimos la valentía para concretar los por qué y los para qué se vive.


¿Habrá?

Bien lo dice José Luis Martín Descalzo: No hay nada comparable con el gozo de existir y de existir tal y como somos, con nuestros problemas, con nuestras zonas oscuras y luminosas, con el alma que nos inyectaron al nacer y creo que para vivir así, en positivo, a plenitud, sin ambages, despiertos, es necesario proporcionarle un personal amanecer a cada amanecer, personificando la premisa del antiguo poeta: carpe diem, considerando también eso que Antonio Machado escribió: Caminante, no hay camino, se hace camino al andar, lo que implica cosechar el día, vivir intensamente cada instante de ese fascinante andar.

Concuerdo con Nervo, en el ocaso de la existencia hay que reservar el último aliento para cantar sin remordimiento alguno: ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz! ¿Habrá mayor gozo final? ¿Habrá mayor esperanza para peregrinar sin temor hacia la eternidad, hacia lo Absoluto? Pensando en Whitman: los poetas vivos piensan afirmativamente.

cgutierrez@itesm.mx

Programa Emprendedor

Tec de Monterrey Campus Saltillo


Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida / Porque nunca me diste ni esperanza fallida / Ni trabajos injustos, ni pena inmerecida / Porque veo al final de mi rudo camino / Que yo fui el arquitecto de mi propio destino/Que si extraje las mieles o la hiel de las cosas / Fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas / Cuando planté rosales coseché siempre rosas / Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: / ¡Más tú no me dijiste que mayo fuera eterno! / Hallé sin duda largas las noches de mis penas / Más no me prometiste tú sólo noches buenas / Y en cambio tuve algunas santamente serenas / Amé, fui amado, el sol acarició mi faz / ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!.

Amado Nervo


Escritor y cinéfilo de tiempo completo. Actualmente trabajo como colaborador en el periódico Vanguardia de Saltillo, Coahuila, con quienes laboré en diversas áreas durante cerca de seis años, desde mis prácticas en la universidad hasta luego de mi graduación. También realizo reportajes y entrevistas para la revista Newsweek en Español, desde mi llegada a la Ciudad de México en febrero de 2017.

Me apasiona la crítica de cine, labor a la que dedico buena parte de mi tiempo para mantenerme al día con los estrenos más recientes, así como tener un amplio panorama de los clásicos en este mismo ámbito. Escribo y leo por placer. Publico textos en mi blog personal (blogenllamas.wordpress.com), en su mayoría relatos cortos. Tengo dos libros de cuentos publicados por el Municipio de Saltillo: “Demasiado Tarde” (Acequia Mayor, 2016) y “Los Ausentes” (Acequia Mayor, 2017).

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