El Arte el Mito la Angustia
COMPARTIR
Para los integrantes del Taller
Los Territorios del Arte, con mi gratitud.
Fue Tere quien tuvo que preguntar: ¿Y de dónde la mitología, por qué la mitología? Veíamos un cuadro del pintor renacentista italiano Dosso Dossi âJúpiter, Mercurio y la Virtud- durante el recorrido que de algunos géneros artísticos hicimos en el Taller de Percepción del Arte. Tal género era, precisamente, el de la pintura mitológica o de tema mitológico.
La respuesta fue rápida aunque parcial: el mito, según el antropólogo francés Lévi-Strauss, responde a un sentimiento de angustia. Al no encontrar respuestas o asideros, el hombre primitivo tuvo necesidad de suplantar su miedo, su angustia ante las interrogantes, su inminente necesidad de supervivencia y su vulnerabilidad frente a la naturaleza y el cosmos con representaciones icónicas naturalistas, geométricas, animistas o realistas, según las etapas de su desarrollo.
Con su pregunta, Tere había tocado una de las obsesiones más tozudas de quien estaba ante ellos, los asistentes al Taller. ¿Cómo ordenar las ideas y exponerlas en algún orden más o menos lógico? Muchos eminentes pensadores, filósofos, antropólogos, psicólogos y teóricos del arte se han preguntado lo mismo: ¿qué es un mytho (relato)?, ¿cuál es el origen, la causa, la razón de los mitos?
La idea de Lévi-Strauss parece plausible: un mito responde a una urgencia de explicación ante la suprema inquietud. Por eso la palabra mito no es un sinónimo de la palabra mentira. Un mito es mucho más que eso. A muchos he escuchado reclamar cómo una cultura como la griega pudo creer en esa sarta de fantasías y patrañas. Los presocráticos, Platón, Aristóteles y tantos ilustres pensadores de la Hélade ¿creyeron de verdad en todo eso? La respuesta es: no. Y en parte debido al descrédito en que cayó esa mitología y gracias al logos de cierta Grecia, toda ésta fue diluyéndose hasta caer en manos del Imperio Romano, que supo asimilar esa riqueza teo-cosmogónica y todo lo demás.
Pasamos revista a muchos géneros artísticos, pero éste, el mitológico, y el vánitas, fueron dos de los que más intrigaron a los participantes. Su curiosidad se reflejó en la mía, pues volví a preguntarme muchas cosas acerca de estos y otros géneros del arte. ¿Qué rasgos caracterizan a cada uno de ellos? ¿En qué momento histórico nacieron y evolucionaron? ¿Desde cuándo llamamos arte al Arte y por qué? ¿Qué pretende un retrato? ¿Las meninas es un retrato colectivo, una escena de género o un pretexto de Velázquez para formular un acertijo visual inextricable? ¿En qué momento y por qué una obra de arte se convierte en símbolo? ¿Qué son un símbolo y una alegoría?
Mito, símbolo, alegoría: tres palabras que sin duda pertenecen a la misma familia lingüística. Icono es otra. Ya no es posible hablar de todo esto sin acudir a un sinfín de investigadores que han dedicado años de trabajo a su estudio, desde Platón hasta Nietzsche, Wagner, Schopenhauer, Collingwwod, Worringer, Wölfflin, Read, Eliade, Gombrich, Panofsky, Freud, Jung, Lotman, Barthes, Eco, Peirce y tantos otros en Europa, América y el mundo entero. Unos lo han hecho desde la lingüística âcuyo nombre ya queda un tanto corto para estos menesteres-; muchos más, desde la psicología, la antropología, la historia del arte, la estética y otras disciplinas o ciencias interdisciplinarias, como Foucault o Bourdieu.
Menciono sólo algunos nombres. Faltan muchos otros y otros tantos de mujer. En América Latina tenemos hombres y mujeres eminentes en la reflexión de estos asuntos nada gratuitos, porque las artes y todo lo que ellas nos muestran y enseñan es vital para la naturaleza humana. Sólo los ingenuos dejan de darse cuenta de esta verdad de Perogrullo. Si el mundo es un caldero de podredumbre, ¿qué sería de él sin la presencia de la música, la poesía, la pintura, el cine, la fotografía, el teatro y otras formas emergentes del arte? ¿Qué sería de nosotros si el arte, entre otras cosas, no nos recordase que seguimos perteneciendo al género humano y que podemos aprender de él tanto como queramos?
Nada agradable supongo al hecho de citarse a sí mismo, pero cedo ahora para terminar con esta divagación. Luego de recorrer varias formas artísticas en la pantalla ante los asistentes, dije un día: El paisaje, el bodegón, el vánitas, la marina y todos los géneros del arte fungen, me parece, como un retrato del Tiempo. Las obras artísticas son, al fin y al cabo, una perecedera instantánea de nuestro paso por la vida. Por eso todo arte es abstracto y simbólico. Y por eso el mito es, siguiendo a Lévi-Strauss, la encarnación de nuestra angustia: aún somos Tiempo acechado y doliente. Llevamos a cabo ritos neo-milenarios que quisieran aplacar la furia de las deidades primordiales, pero todo nos conduce, inexorablemente, a una Danza Macabra.