A largarnos de Monterrey

Opinión
/ 2 enero 2025

Apostamos a perder. La calidad de vida resulta paupérrima. Índices delictivos superiores a la media nacional. Salud. Olvídelo. Zonas enteras superan la cantidad de pacientes crónicos, con enfermedades terminales. Añada la falta de medicamentos. Las citas demoradas. Los 28 pacientes por médico a la jornada.

Quiere perder la mayor cantidad de productividad. Utilice el sistema colectivo de transporte. Filas dan la vuelta. Llega el sol, también el ocaso. Ahí siguen los pasajeros. Ciudad impune. Negra. Clasista. Quienes mudan a trabajar en las fuerzas policiales no conocen ni el uso del GPS para orientarse.

Los días francos alcoholizados atracan a sus paisanos. Aquí viene el apaño. El sardo también escala en la cuenta de los olvidados.

Por temporada vacacional la central de autobuses, cueva de centroamericanos, ladronzuelos menores de edad, mexicanos hambrientos de justicia.

Mozos con boleto en mano. Las domesticas con la sorpresa de otro embarazo. Víctimas de aquel sabadazo en el concierto huapanguero de los factores mutuos.

Hotel de paso. Los mejores doscientos pesos lanzados al viento. Si nos vimos no te conozco. Aquellos viajantes. Nuestra fuerza del humanismo mexicano viene a pique con la desproporcionada fuerza, carisma y necesidad de los haitianos.

Carteristas, descontueneros, hacinados en cuartuchos. Todo el downtown city de Monterrey es la mayor vecindad. En los cuartuchos escondidos los transexuales, travestis, salas de masajes y algunas mujeres de vida galante.

Al reportero la sorpresa del suicida en las líneas del metro. El despechado del amor fortuito. La necedad de mejora. Ya no vengan para acá. Quédense por allá. En el itacate de jabón para ropa viajamos de regreso al pasado. A respirar el mejor clima: la tranquilidad del campo, sin ticket de retorno.

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