No antes.
La esencia de las así llamadas: “posadas” recuerdan el pasaje evangélico. “No había lugar”, estaba lleno de gentes y camellos el lugar de hospedaje.
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Los misioneros imaginaron que fueron los peregrinos, José y María a “pedir posada” para que naciera el hijo que esperaba María. Y se encontraron con algunos sitios en que no los admitieron. Llegaron hasta una cueva en que un hombre sacaba a sus ovejas. Le pidieron permiso de ocuparla y el pastor accedió. Ahí nace Jesús después de que José la limpia y la adorna.
Las posadas más vivas son las que consiguen un auténtico asno en el que monta una chica que representa a María. La acompaña el muchacho que representa a José, tomando la rienda y avanzando delante. La gente va con los peregrinos con velas encendidas y entonando los cantos con los que se pide la posada. Son “los de fuera”. “Los de dentro” responden desde los aposentos negándoles la entrada.
¡ENTREN, SANTOS PEREGRINOS!
Así se recorren algunas casas del barrio o algunos cuartos de la casa o simplemente se repiten las peticiones desde el mismo lugar hasta que se llega al sitio o al momento en que se abren las puertas. “Entren santos peregrinos, reciban este lugar, aunque es pobre la morada, la damos de corazón”. Se hace la entrada gozosa de todos y ya adentro se hace el ambiente de fiesta. Hay confeti multicolor y serpentinas, globos, silbatos de agua que simulan cantos de pájaros, “espanta-suegras” y cascarones.
Se cuelga la piñata, que ahora es una estrella; pero en los tiempos de la Nueva España, eran jarros forrados con figura de diablos. Con los ojos vendados, significando la fe, la chiquillería, por turnos, tomaba el garrote y apaleaba al diablo hasta que se rompiera el jarro y lanzara al aire los dulces y las naranjas que todos se lanzaban a recoger. Significaban las bendiciones que llegaban después de destruir la figura del maligno.
Se repartían los bolos y las colaciones. Llegaba el olor de los tamales que empezaban a gustar en turnos los asistentes. Había en la mesa champurrado y ponche de frutas. Cenaban todos escuchando los cantos de villancicos traviesos y regocijados.
Podía haber un momento en que se escuchara una reflexión navideña y se elevaba una plegaria.
LIBERTAD PARA EL BIEN COMÚN
No estar atado, no estar encarcelado, no estar amordazado.
Poder pensar, decir y contradecir, Poder aceptar o rechazar, opinar y discutir, estar de acuerdo o disentir. Poder optar en cualquier encrucijada. Poder expresarse sin ser reprimido.
Externar la propia autenticidad. Aunar claridad y comprensión, fidelidad a la verdad alcanzada y respeto a quien ha alcanzado otro aspecto y es fiel a su visión contraria o complementaria. No negar todo sino distinguir lo aceptable de lo inaceptable. No descalificar suponiendo deshonestidad sino señalar inexactitud sin condenar a la persona. Si hay pruebas de dolo y malignidad en una ofensa, el camino de respuesta no es la violencia verbal o física sino la denuncia legal para sanción merecida.
Eres libre si al ejercer tu libertad no dañas, no desprecias, no excluyes, no ridiculizas y señalas lo pésimo de una conducta sin tachar a aquel de quien ignoras sus intenciones. No en todo error hay pleno consentimiento, alevosía y ventaja. Ayuda, a la verdadera libertad de expresión, cuestionarnos si toleraríamos que se aplicara a nosotros lo que aplicamos al otro.
Es fácil trasponer la frontera desde la libertad hacia el libertinaje. Ser libre no es poder hacer el bien o el mal, no es hacer lo que se me dé la gana. Ser libre es poder decir y hacer siempre el bien, no solo para mi sino para todos.
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TÉ CON FE
Se encuentran dos conocidos de la misma chamba.
Saluda el expresivo José a Juan con un gran apretón de manos.
Ve José, en el rostro de juan, un gesto de dolor. Al saludarlo así, le ha lastimado -con su anillo- una quemadura reciente, recibida en uno de sus dedos.
Ejerció José su libertad de expresión; pero, a Juan, aquello lo sintió como libertinaje...