Platón fundó la Academia platónica para crear, entre otras cosas, la idea de la República. En el Liceo, Aristóteles concibió la escuela peripatética para explicar la política. En la Escuela de los discípulos de Epicuro se reflexionaba sobre una forma de vida para asegurar el placer mínimo en el Jardín. Zenón de Citio, finalmente, fundó el Estoicismo para explicar el dominio de las pasiones a través de la razón, principalmente.
Estos son fundamentos básicos de los fines de la sociedad democrática que aspiramos tener en nuestro entorno comunitario. Hay que hacer escuela para preparar a las siguientes generaciones a enfrentar los retos y desafíos del mañana con la enseñanza del buen presente que construimos las generaciones pasadas.
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Esta idea de la antigua Grecia es fundamental para que una sociedad pueda existir, entender su existencia y resolverla. Es la manera que los contemporáneos hemos aprendido de los antiguos para seguir el camino de la vida en sociedad.
La diferencia de los de hoy es que −aquí y ahora− sólo aportamos pies de página a esas grandes ideas filosóficas. Pero podemos desarrollar −es lo que nos corresponde− la mejor versión de las ideas clásicas en nuestra comunidad. Esa es la tarea de gobernarnos en sociedad: cada generación aporta lo que le corresponde. No resolvemos la existencia. Sólo existimos y aportamos algo para seguir existiendo de una mejor manera. Es más simple.
La Escuela Morada (AiDH) tiene, como muchas otras escuelas, la idea de promover un cambio social en la educación jurídica con perspectiva en derechos humanos. En el mundo existen grandes “akademias”. La AiDH es una gran escuela.
Durante esta semana, las autoridades inauguraron su sede principal. Es una gran piedra. En la #CasaMorada seguramente habitarán las ideas transformadoras de los derechos humanos para ponerlas en práctica en la realidad.
Es claro. Cuando una sociedad invierte en este tipo de escuelas para defender la dignidad de las personas, estoy seguro de que se crean mejores condiciones para que la sociedad tenga mejores personas profesionales que vigilen por el Buen Derecho. En la AiDH, sin duda, se forman las personas del mañana que les corresponderá prevenir, erradicar o sancionar la arbitrariedad con la ley de la dignidad humana.
La AiDH es la escuela morada para asegurar la libertad, igualdad y solidaridad en mi comunidad. Es un gran patrimonio universitario. Sólo la ignorancia y la mediocridad hace que no la puedan entender ni valorar, porque no tienen capacidad para pensar en un mejor futuro para los demás.
Es la escuela que, por mi circunstancia de vida, me tocó idear e implementar con una nueva generación de personas que compartimos un mismo fin para aportar un mejor futuro en mi comunidad.
LECCIÓN CLÁSICA
Los filósofos, a diferencia de lo que la mayoría cree, sí podemos ser útiles con nuestra comunidad: el mundo de las ideas es el que cambia la realidad. Sin ideas, el mundo gira sin sentido. Con buenas ideas, el mundo gira a la búsqueda de la verdad, la justicia y la prosperidad.
Nada más que, por razones históricas, hay que aprender a no seguir la tesis del filósofo-rey de Platón: los filósofos no deben gobernar. La lección enseña que si se hacen políticos terminan en la cárcel o bebiendo la cicuta porque a la mayoría no les gusta vivir en plena reflexión filosófica. Los filósofos no somos populares.
Por eso es mejor seguir la tesis del juez Hércules de Dworkin, para buscar la mejor versión para lograr la justicia. A mí la vida ya me dio la oportunidad de aportar lo que me correspondía: buenas instituciones educativas para la sociedad; y ahora, mi realidad profesional, me da la gran responsabilidad de impartir justicia desde mi función judicial.
Es una gran fortuna servir a mi comunidad: como juez y −en forma complementaria− como docente para enseñar el Derecho a las generaciones moradas. Les debo, sin duda, mejores clases en las aulas moradas.
Gracias, por tanto y por mucho que he recibido. Mi comunidad me dio la gran oportunidad de aportarle a la próxima generación una posibilidad para que ellos, por ser fines en sí mismos, construyan un mejor futuro de libertad, igualdad y fraternidad. Sólo así vamos a prosperar.
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Hoy cierro este espacio de Contornos Morados. Ya publicaré mi libro de la fundación AiDH en donde explicaré más detalles de la casa morada, a partir de esta saga editorial. La AiDH, por su parte, va por su segunda piedra. Ese es el nuevo reto de nuestra comunidad.
Yo, por mi parte, retomo de nuevo mi columna Justicia DH para ir por nuevas piedras en el camino. Hay que generar mejores condiciones de justicia para mi comunidad. Necesitamos reformar las instituciones de justicia e impulsar una nueva agenda de transformación institucional en el quehacer jurisdiccional.
¡Muchas gracias, por siempre, AiDH!
Muchas gracias, Yolita, por querer, literal y metafóricamente a tu hermana, la AiDH.