Algunos apuntes de la ciudad en un ejercicio de imaginación
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El escritor Benito Pérez Galdós pronunció, el 7 de febrero de 1897, su discurso de ingreso a la Real Academia Española titulado “La sociedad presente como materia novelable”, dejando en ello claro lo que representa el eje alrededor del cual trabajó sus magistrales historias.
Tendría importantes hallazgos a su arribo a París, cuando en 1867, contando con 24 años, se fascinó con la Exposición Universal: el ambiente literario le atrapó tanto como la ciudad: andaría incansable a través de sus plazas y sus calles. Se apunta de este recorrido que realizaría en una semana, conociendo más de la capital de Francia que de Madrid misma.
El retrato de sus personajes y la descripción de los escenarios son emblemáticos. Capta la forma inusual de una nariz, el modo en que se lleva una boina, la proverbial timidez de aquel y la desvergüenza de otros; tristes escenas de campo y bulliciosas de la ciudad, donde aparecen lo mismo la intimidad de la atmósfera doméstica que la grande emoción de ir al teatro.
Toma de la sociedad el prototipo de personajes y, como bien lo dijera otro enorme escritor, hace de la novela un espejo real de la vida.
Para el retrato de los momentos que ahora mismo vivimos es un ejercicio interesante llevar a la imaginación aquellos que podrían ser contados en historias sobre nuestras propias ciudades. A veces, intentar la crónica de la sociedad puede auxiliar un poco en ese ejercicio de la imaginación. ¿Cómo se ha transformado nuestra ciudad? ¿Qué es lo que la gobierna y lo que la hace palpitar? ¿Cómo son sus habitantes? El aroma que la inunda, los colores que privan en ella, los sonidos y las sensaciones que se ven estimuladas día con día.
Este diario acontecer, a veces de tan rutinario, no permite avizorar los cambios habidos, que llegan a ser registrados hasta pasados algunos años y son perceptibles quizá solamente para aquellos que han dejado la ciudad y de pronto se topan con una distinta.
En ese ejercicio de la imaginación, encontramos a un Saltillo ahora que transita por una transformación importante. Pese a conservar destacables rasgos en sus tradiciones locales, el crecimiento desmedido la ha llenado de
seres anónimos. Seres que transitan la ciudad por las mañanas sin dedicar ya no digamos el saludo, sino la más mínima cortesía a la hora de recorrerla en auto o de intercambiar cualquier tipo de expresiones.
Mucho hemos insistido en el ambiente de Saltillo en el Centro Histórico de la ciudad. Hoy, el más potenciado anonimato se encuentra en esa parte. Mientras en las colonias la organización de mercados o “mercaditos”, como son llamados afectuosamente, establecen relaciones de reconocimiento mutuo, en el centro la gente anda de prisa e importándole poco el aspecto de sus calles lo ensucia de manera lamentable.
Aparecen al día siguiente de domingo o días feriados cuadrillas de afanosos trabajadores de limpieza que han de batallar con dejar las calles libres de papeles y todo tipo de basura. Pocos, muy pocos comerciantes, realizan
limpieza de banquetas, como tradicionalmente se hacía antes; el continuo tránsito termina por ennegrecerlas, mientras los rostros anónimos les procuran escaso interés.
Es la lluvia la única agua que
bendecirá la limpieza de estas calles y lo mismo que la de las principales plazas del centro.
La polifonía de voces se deja escuchar, ya en las plazas como en el arroyo de las calles. Todas las historias y todas las voces se conjugan en estas calles de historia. Y toda la ciudad va escribiendo su cotidiano relato en la transformación que la está habitando. Un retrato de la ciudad, un ejercicio para la imaginación. ¿Quiénes protagonizan día con día su historia?
Sigue.