Alza de contagios, futuro complicado

Opinión
/ 9 enero 2022
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John Stuart Mill publicó en 1859 su libro “On Liberty” que sienta las bases de lo que en lo sucesivo será el pensamiento democrático fundamentado en la divisa de la libertad. Aborda los temas de la libertad de pensamiento y de expresión como elementos indiscutibles para poder vivir en una sociedad libre, la importancia de los principios fundantes de una nación y, evidentemente, el tema de la democracia y los riesgos que pueden darse.

De Jeremy Bentham, padre del utilitarismo, recoge el principio que fundamenta la idea de la democracia, donde determina que la mejor acción es la que produce “el mayor bien –bienestar o felicidad– para el mayor número de personas” y el método que se debe de utilizar es el cálculo inteligente. Se trata, por tanto, de calcular en todo momento el impacto de nuestras acciones.

Mill ofrece una reflexión alterna sobre las ideas de Bentham y coloca como origen de este principio la regla evangélica de “Trata a tu prójimo como a ti mismo”, a la que Kant ya se había referido como la regla de oro.

Probablemente el concepto se contaminó cuando se malentendió el concepto utilidad, porque la idea fundamental era: si usted gana, ganamos todos. Si usted es feliz, somos felices todos, no puede ser de otra forma y sobre todo si las acciones se realizan desde la perspectiva de la llamada regla de oro. En términos económicos se habla de bienestar y en términos filosóficos de felicidad.

En síntesis, los utilitaristas dirán que en una sociedad como en la que vivimos la forma de pensar más conveniente para vivir de forma equilibrada y democrática es buscar el mayor bienestar para el mayor número de personas.

Nuestro origen, como países de tradición latina, se fundamenta en las ideas de Aristóteles, quien habla de la distinción entre fines y medios, aunque toda la vida hemos andado confundidos y las consecuencias las hemos vivido. Todavía nos complicamos más cuando Maquiavelo aconsejó a la gente de su tiempo la idea de que “el fin justifica los medios”. Y en esas andamos.

Inventamos el utilitarismo del que acusamos a los utilitaristas. Por supuesto, andamos fuera de ruta porque vivir en una democracia requiere de pensar en plural y no en individual. El capitalismo es al liberalismo económico lo que la democracia al liberalismo político.

Habrá que entenderlo bien: Mill recomienda que la utilidad personal tendrá que reflejarse como utilidad para todos y habrá que recordar el pensamiento smithiano que se basa en la idea del interés personal como base de la “riqueza de las naciones”.

No se entendió así. A la fecha el pensamiento predominante se centra en el individualismo que se ha convertido en un darwinismo social que carcome y complica las relaciones entre las personas y las sociedades. Por supuesto, la interpretación que hicimos de Bentham, Stuart Mill y Adam Smith –moralista, antes que economista– dio lugar a una nueva forma de concebir el utilitarismo; el bienestar, la felicidad y la utilidad, en manos de unos cuantos.

Todo esto para llegar al punto en nuestra reflexión de hacerle la siguiente pregunta: ¿qué tanto busca usted el mayor bien para el mayor número de personas? Es el principio que mueve las democracias, ¿o se mueve bajo el presupuesto de “hágase la voluntad de Dios, en los bueyes de mi compadre”?

En la entrega pasada afirmé, citando a Amado Nervo, que “todos seremos responsables de lo que pasé en 2022”. Ni más, ni menos. En esta semana se devela la irresponsabilidad de muchos quienes, de plano pensando sólo en lo suyo, comenzaron con el tema del COVID-19 a complicarle la vida a los demás.

Si usted cree que ser democráticos es salir a votar –aunque muchos ni siquiera eso hacen argumentando cualquier cantidad de disparates– cada que hay elecciones, seguro que ahora se ha de dar de topes contra la pared enterándose de que ser democrático conlleva también el pensar en plural en todos los planos.

Ante las alarmantes cifras de contagios y otra vez de muertes que sobrevendrán, ni los gobiernos, ni los empresarios, ni la sociedad en general entendió que siempre “hay que buscar el mayor bien del mayor número”, y simple y llanamente ni siquiera hemos tenido el principio en cuenta. ¿No sé qué requerimos ver para aprender la lección? ¿Necesitamos padecer desgracias en carne propia?

El atrevimiento, el descaro y el cinismo de muchos que priorizaron el “interés personal” sobre el interés de todos, ahora comienza a cobrar factura. Pudo más el hecho de allegarse de bienes y el ser cómplice de esas actitudes marcadas por la ambición que la sensatez de pensar en un futuro promisorio.

Los centros comerciales rebosantes, el centro de la ciudad –de cualquier ciudad– atiborrado, la mercadotecnia en medios a todo lo que daba, las playas y los destinos turísticos a tope, los festivales y los estadios llenos ¿Qué esperábamos? La presión del poder económico, la complicidad de los Gobiernos y la inocencia o falta de conciencia de los ciudadanos ha puesto en riesgo el mayor bien del mayor número. Nunca es tarde, a una semana de haber comenzado el 2022 tenemos la oportunidad de enderezar la buena marcha de la sociedad pensando en plural y dejando por un buen tiempo de lado lo individual. Así las cosas.

fjesusb@tec.mx

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