Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, regresó a la mesa del Bar Ahúnda donde bebía con sus amigotes. Les dijo: “Ya tengo el número de aquella rubia que está en la barra”. “¿Ah sí? –se interesó uno–. ¿Cuál es?”. Respondió Afrodisio: “5 mil pesos”... Conocemos de sobra a Capronio: es un sujeto ruin y desconsiderado. Su suegra comentó: “De joven yo no estaba nada mal. Incluso posé para un pintor famoso que hizo un cuadro llamado ‘Eva y la serpiente’”. “¿De veras, suegrita? –preguntó con simulada admiración Capronio–. ¿Y quién posó para Eva?”... Lo escribo con todas sus letras: Andrés Manuel López Obrador es un deslenguado. Digo eso sin el menor respeto. Quisiera guardárselo, no por su persona, que no lo merece, sino por su investidura, pero él no deja que se le respete, pues no es respetuoso. Con insolencia nacida no sé si de estulticia o de soberbia, injuria a quienes llama sus adversarios, que son todos aquellos que no piensan como él o que se atreven a hacer la crítica de sus mayúsculos errores, sus continuas ilegalidades y su notoria incapacidad de gobernante, seguramente el peor que México ha tenido en nuestra época. En efecto, su sexenio ha alcanzado cotas de violencia e inseguridad nunca antes vistas y, aunque una de sus principales jactancias es la honestidad, alguna vez se conocerán las graves formas de corrupción en que han incurrido sus allegados. Él mismo ha robado algo más importante que dinero: contra toda ley y toda razón se ha apoderado de instituciones fundamentales para la vida nacional; las ha hecho desaparecer o las ha comprado, y eso es una forma de corrupción más grave y más nociva que la de los ladrones del erario. No caigo en culpa de injusticia cuando tildo de deslenguado al presidente. Dijo que la bandera nacional es de todo los mexicanos, “incluso de los traidores”. Con ese término aludió a los millones de ciudadanos que disienten de sus erráticas políticas, particularmente a quienes acudieron ayer al Zócalo a manifestar su protesta por los desmanes de AMLO y expresar su apoyo a quienes pueden poner freno a sus abusos y los de su partido tanto en el país como en la Ciudad de México. Pocos calificativos hay tan duros como el de traidor. El mismo López debe reconocer que se excedió al usarlo contra incontables compatriotas suyos. El empleo de ese adjetivo por parte de quien –se supone– es el Presidente de todos los mexicanos constituye una incalificable villanía y muestra el talante totalitario y autocrático del insultador. No recuerdo a ningún mandatario que en forma tan soez haya ofendido a tantos mexicanos y mexicanas. Qué bueno que un hombre así se encuentra ya al final del periodo para el que en mala hora fue elegido. Quedará sólo –quedará solo– como un mal recuerdo. Cuando no tenga ya qué dar a sus aduladores aun ellos se sentirán aliviados de la pesada carga de tener que hablar bien de quien ha obrado tan mal. Ya lo veremos. Mientras tanto, digamos otra vez que un voto por Morena es un voto contra México... Había un pescador con caña que no pescaba ni un resfriado. En cambio, llegaba el cartero del pueblo y en cosa de minutos sacaba dos o tres buenos pescados. Le preguntó su secreto. Le dijo el cartero: “Tengo una amiguita, y le froto las pompas antes de venir aquí. Al parecer el aroma del jabón que usa gusta a los peces, el caso es que de inmediato acuden a mi anzuelo”. Al día siguiente el pescador hizo lo mismo. Aprovechando que su mujer estaba de espaldas vistiéndose le frotó cumplidamente el tafanario. Sin volver la vista dijo la señora: “Se ve que hoy no tienes mucha correspondencia qué repartir”... FIN.
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