AMLO, entre el querer y poder; el costo del odio a las clases medias

Opinión
/ 8 noviembre 2023

A la memoria de Marek Keller, compañero de Juan Soriano

Andrés Manuel López Obrador desconfía y aborrece a las clases medias, pero él y la 4T necesitan de sus votos en la CDMX.

Hay diversas formas de medir a las clases medias. Con el criterio del Inegi (2021), la CDMX tiene 58.9 por ciento de familias en un sector con todo tipo de ideologías y creencias donde las izquierdas partidistas construyeron reductos muy sólidos en universidades, sindicatos y el Movimiento Urbano Popular. También se beneficiaron de la simpatía de periodistas, académicos y activistas de las organizaciones de la sociedad civil (OSC).

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El ahora Presidente cultivó, durante sus largas campañas, a las clases medias, y en junio de 2018 ganó junto con Morena la capital. A las pocas semanas de asumir la presidencia, afloró, sin embargo, el rencor. El 14 de febrero de 2019 el Presidente difundió la circular Número Uno donde informaba que había “tomado la decisión de no transferir recursos del presupuesto a ninguna organización social, sindical, civil o del movimiento ciudadano” para terminar, dijo, con la “discrecionalidad, opacidad y corrupción”.

Ese fue el principio de una larga campaña de desprestigio a periodistas críticos, académicos y activistas de los organismos de la sociedad civil. El viraje del Presidente provocó desconcierto en esos sectores, y hubo quienes buscaron respuestas en el diván del psicoanalista.

Es cierto que los aportes del Gobierno Federal a las OSC cayeron de 6.2 a 1.6 mil millones de pesos entre 2018 y 2020, pero el déficit fue compensado por los aportes del sector privado y las fundaciones internacionales. Incluso se elevó la cantidad de OSC legalizadas ante Hacienda: en 2018 había 41 mil 114; en 2021 eran 42 mil 965. Los financiamientos aumentaron de 45 mil millones de pesos en 2018 a 53.4 en 2021 (Cemefi).

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El que la hace la paga. En 2021 Morena perdió nueve alcaldías y recibió 790 mil 486 votos menos que en los comicios de 2018. López Obrador encontró la explicación a la dolorosa derrota en una formulación cristiana: “los pobres, como buenos cristianos, no tienen malicia, mientras que un sector de la clase media es susceptible de manipulación” y lanzó una de esas generalizaciones que nos dejan boquiabiertos: son tiempos de “canallas” y “zopilotes” (30 de junio de 2021).

Después de la descalificación vinieron los intentos por recuperar a los desencantados y eso condujo a la selección de Omar García Harfuch como candidato a la Jefatura de Gobierno, un secretario de Seguridad Ciudadana bastante popular en la capital. Su designación provocó la reacción del poderoso movimiento urbano que propone a la también popular Clara Brugada. Este próximo viernes el Presidente y su candidata a la presidencia terminarán de deshojar la margarita y conoceremos el nombre de la persona elegida.

Los dos aspirantes de la candidatura de Morena a la Jefatura de Gobierno han sido muy claros en su deseo de reconquistar a las clases medias. En entrevista con Ciro Gómez Leyva, Harfuch invocó la unidad y ofreció a los sectores medios “seguridad” y “bienestar”. Clara Brugada adornó el discurso porque, en una conversación con Adela Micha, contó que sueña con “una ciudad de clases medias” y proclamó su disposición a derribar los “muros del oriente y del poniente”. Sin embargo, sobre el discurso conciliatorio de ambos flota, como pesado lastre, la inquina presidencial que crece incontenible en tiempo en las mañaneras y en sonoridad de los adjetivos.

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¿Recobrará Morena la confianza de las clases medias progresistas que abandonaron su redil? No depende solamente de quién abandere a Morena. También influirá la elección de candidatas y candidatos seleccionados por los partidos opositores y, sobre todo, las decisiones adoptadas por los mil y un gremios que conforman este sector. Las organizaciones de víctimas, las OSC progresistas, los académicos y un larguísimo etcétera, ya debaten internamente las demandas que plantearán a la muchedumbre de aspirantes a la Jefatura de Gobierno y a las 66 diputaciones locales, 16 alcaldías y 204 concejalías.

Hay moraleja en el intento presidencial de desprestigiar y destruir a las organizaciones de clase media. En la política y en la vida puede haber grandes trechos entre el querer y el poder. El Presidente quiso, pero no pudo. Ya veremos con qué nos sale su sucesora.

@sergioaguayo

Colaboró Jorge Araujo

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