Analfabetismo, ¿por qué persiste en nuestros días?

Opinión
/ 7 mayo 2024

El número de analfabetas que aún existe en nuestro país es inadmisible tomando en cuenta el tamaño de nuestra economía y el tiempo que llevamos luchando contra el fenómeno

A estas alturas del siglo 21 y habiendo transcurrido más de dos siglos desde que nuestro país conquistó su independencia, uno de los fenómenos sociales menos explicables es el del analfabetismo. Simplemente es imposible entender cómo hemos sido incapaces de erradicarlo.

De acuerdo con datos históricos, en 1895, es decir, 15 años antes de que estallara la Revolución, en México había 6 millones de personas mayores de 15 años que no sabían leer y escribir. Hoy, más de un siglo y cuarto después, el INEGI reportó, a partir de datos del censo general de población y vivienda de 2020, la existencia de casi 4 millones y medio de analfabetos.

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La cifra bruta debe ser matizada, desde luego: en 1895 México tenía 12.6 millones de habitantes, por lo que el número de analfabetos incluía prácticamente a la mitad de la población. El censo de 2020 contabilizó más de 126 millones de mexicanos, por lo que la proporción de analfabetas se ubicó en menos de 4 por ciento del total.

Si se quiere ver de otra forma, la población del país se multiplicó por 10, al mismo tiempo que el analfabetismo se redujo a menos de una décima parte del que existía en los años previos a la Revolución.

Sin embargo, tales malabares estadísticos no sirven para justificar el adeudo que la democracia sigue teniendo con millones de personas que en nuestro país se mantienen en la marginación debido a su incapacidad para obtener información y comunicarse a través de la escritura.

El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo a las cifras de personas que cada año se alfabetizan en Coahuila: 3 mil, de acuerdo con datos del Instituto Estatal de Educación para Adultos (IEEA) en Coahuila.

Conviene recordar las cifras de analfabetismo y educación básica incompleta que, de acuerdo con esta misma autoridad, persisten en la entidad: alrededor de 31 mil personas no saben leer ni escribir; otras 95 mil no han concluido la primaria y 343 mil adicionales no han terminado la secundaria.

Esto implica que en nuestra entidad habitan 470 mil personas que no cuentan con educación básica, lo cual constituye un rezago inadmisible y debería ser reconocido por las autoridades educativas como un fracaso monumental de su gestión.

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Se podrán aducir múltiples argumentos para explicar tal realidad, pero ninguno la justifica. Y es que estamos hablando de un país que ocupa el lugar número 15 entre las economías del mundo y recrea un inmenso intercambio comercial con el resto de las naciones, pero ha sido incapaz, en más de 200 años, de garantizar a todos sus habitantes el acceso a la educación básica.

Se trata de cifras demoledoras que invitan a la reflexión y demandan, sobre todo, rectificaciones profundas en las políticas que hemos venido utilizando para construir nuestro sistema educativo. Cabría esperar que las autoridades del ramo tomaran nota.

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