Andrés Manuel López Obrador, una desgracia consumada
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“Quiero conocer un motel de paso”. Esa insólita demanda le hizo doña Currusca a su esposo, el señor Chorras. Estupefacto quedó él al escuchar tan peregrina solicitación. Le preguntó a su mujer el motivo de su deseo. “Todas mis amigas conocen por lo menos uno –explicó ella–, y yo jamás he estado en ninguno de esos establecimientos”. “Pero, Curru –objetó el señor Chorras–, ese sitio no es lugar para una dama, y menos para una que fue educada en colegio de monjas”. “Con los años se me quitó esa educación –replicó doña Currusca–. Llévame a un motel. Me interesa en especial el Kamawa que, me cuentan mis amigas, tiene camas circulares con sábanas de terciopelo negro, espejo en el techo, jacuzzi para dos personas, TV con canales porno, servicio al cuarto de restorán y bar y además peine de cortesía”. El marido, azorado, se resistía a obsequiar la petición de su consorte. “Fui boy scout –le hizo saber–, y aunque el lema del escultismo es ‘Siempre listo’ jamás fui a uno de esos moteles”. “Pues iremos al que te digo –decretó la doña, terminante–. Así tú también lo conocerás”. Mal de su grado, el señor Chorras se vio en la precisión de ir con su señora al tal Motel Kamawa. Lo vio llegar el encargado de recibir a las parejas y le dijo: “Bienvenido, señor Chorritas. Ahora trae otra ¿no?”... Una de dos: o López Obrador está chocheando o su soberbia se ha vuelto ya tan grande que lo lleva a sentirse por encima de todos y de todo, capacitado para decir y hacer mayúsculas sandeces sin que sus palabras o acciones, por desorbitadas que sean, le acarreen alguna consecuencia. En recientes fechas ha metido la pata hasta la ingle en varias ocasiones. Por citar solamente dos, mencionaré la forma, no sé si cínica o inconsciente, en que reveló la injerencia que tenía en la Suprema Corte a través de su incondicional ministro, el impresentable Zaldívar, que atendía en manera lacayuna las consignas de AMLO. Si algún mínimo resto de prestigio le quedaba a ese señor, se lo echó por tierra el cacique con su imprudente o desfachatada confesión. Flaco favor le hizo a Zaldívar su amo. Debería el exministro, también violador contumaz de la ley, retirarse de la vida pública si no quiere que su nombre siga siendo acompañado por el deshonor. Otro dislate del prepotente López fue haber dado a conocer el número telefónico de la corresponsal del New York Times, villana acción por la cual la periodista quedó expuesta a toda suerte de agresiones. Peor aún: cuando se le dijo al caudillo que al hacer tal cosa había violado la ley, respondió que su autoridad moral (?) está por encima de la ley. Palabras de quien alguna vez manifestó: “Nadie por encima de la ley. Nada al margen de la ley”. En el siglo 18 privó en Europa el llamado “despotismo ilustrado”, con monarcas de tanta importancia histórica como Carlos III de España y Catalina de Rusia Priva, ahora en México un despotismo nada ilustrado que en el interior ha causado daños graves a nuestro país, y descrédito en el exterior. Peligro fue alguna vez López. Hoy es desgracia consumada. En la próxima elección votemos contra Morena. Así enviaremos a su rancho al deslustrado aprendiz de despotismo... La maestra les preguntó a los niños: “¿Cuál es el pájaro que vuela más alto?”. Pepito respondió sin vacilar: “El de los astronautas”. (Nota. Hace tiempo se registró una colisión a 37 mil pies de altura entre un jet de pasajeros y un buitre. La grulla común vuela por encima de la cordillera del Himalaya. Un periquito se asombró al ver la velocidad con que volaba un jet. Su compañero le indicó: “También tú volarías así si se te fuera quemando el fundillo”)... FIN.
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