Anécdotas de una alumna morada en búsqueda de los Derechos Humanos
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Si pudieras elegir un lugar en el mundo para conocer, ¿a dónde irías? Para mí, Italia y los Países Bajos fueron respuestas inmediatas. Las personas suelen salir de sus países para vacacionar; en mi caso, tuve el privilegio de ir a Europa a estudiar. El primer destino fue Pisa, Italia, una hermosa ciudad universitaria, considerada la capital del Derecho Constitucional. Participé en el Curso de Alta Formación en Justicia Constitucional y Tutela Jurisdiccional de los Derechos “Alessandro Pizzoruso”, que se impartió de 9:00 a. m. a 6:30 p. m., de lunes a viernes durante tres semanas. Tuve el placer de compartir el aula con compañeros increíbles y un profesorado altamente preparado en diversas temáticas actuales sobre el Derecho. Salir diariamente a las calles de Pisa para ir al Palazzo della Sapienza y recibir clases de figuras importantes, como el destacado profesor Luigi Ferrajoli y el juez interamericano Eduardo Ferrer Mac-Gregor, fue un sueño hecho realidad.
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Claro, una vez en Italia, los aperitivos no faltaron: un buen café diario y el gelato por las tardes eran obligatorios. Sin embargo, eso no fue lo mejor de Italia para mí. Lo que realmente atesoré fue la señora que me saludaba amablemente por las mañanas, los organizadores del curso que siempre estaban atentos al bienestar del estudiantado, el personal de la cafetería universitaria que nos servía deliciosa comida, y las amigas que hice en el curso, quienes hicieron que la experiencia fuera aún más divertida. En resumen, el intercambio cultural y las personas fueron la verdadera fuente de felicidad.
Al concluir el curso, se organizó un seminario en el cual el estudiantado presentó temas relevantes vinculados con las clases. Fue un momento increíble poder aprender de mis colegas y sus diversas áreas de expertise. Sin duda, me llevé experiencias incomparables, material y bibliografía sobre temas variados y, sobre todo, la calidez de una mano amiga en un entorno desconocido.
Además, tuve la fortuna de formar parte de la Winter School, titulada “Reinforcing EU responsible global leadership: promoting EU values for a rules-based multilateral world” en la Universidad de Pisa, donde la dinámica del aprendizaje cambió completamente. Se trató de una semana de clases intensivas con compañeros de Alemania, China, Japón, Bélgica, Grecia, los Países Bajos, Georgia, Perú y mi querido México. Cuanta más diversidad hay en un salón de clases, mejores se vuelven los debates.
Todas las alumnas y alumnos de la Winter School tenían el inglés como segundo idioma, por lo que pueden imaginar la variedad de idiomas que se hablaban durante los recesos y reuniones en una misma mesa. Pero, sobre todo, destacó la diversidad de temas abordados, relacionados con los Derechos Humanos, y las experiencias compartidas desde la perspectiva de cada uno de nuestros países. A pesar de ser personas con experiencias diferentes, compartíamos un mismo lenguaje: el de los Derechos Humanos.
El momento más feliz y al mismo tiempo más temeroso de mi viaje fue cuando, por primera vez en la vida, tuve que viajar sola desde Florencia a Ámsterdam. Mi destino siguiente era La Haya, no tanto por su maravillosa historia o arquitectura, sino por ser la sede de la Corte Penal Internacional (CPI). Como estudiante de doctorado y ferviente admiradora del Derecho Penal Internacional, no exagero al decir que casi me desmayo de la emoción al pasar por el estricto control de entrada de la CPI. Explorar su vasta biblioteca en busca de material para mi tesis, comer en la cafetería donde han estado figuras admirables como jueces y abogados de la Corte, e incluso la experiencia de asistir a una audiencia pública con intérpretes de varios idiomas en tiempo real, hicieron que todo valiera la pena.
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Como profesora de la AIDH (UAdeC), me produce gran satisfacción regresar a casa y compartir con mi alumnado morado la increíble experiencia de estudiar en el extranjero. Animo fervientemente a nuestros agentes de cambio a salir de su zona de confort, pues son personas sobresalientes y prometedoras que merecen explorar el mundo, aprender de las mejores universidades y, cuando llegue el momento de representar a Coahuila, México, en una institución extranjera, estoy segura de que lo harán de manera brillante.
Quisiera decirles a mis queridas alumnas y alumnos: no teman no hablar el idioma; siempre hay formas de comunicarse. No teman perderse; tómenlo como un tour inesperado de la ciudad. No le teman al cambio o a lo desconocido, ya que es una oportunidad para salir de la rutina y aprender nuevas costumbres, una cultura distinta. Viajen, conozcan y hagan orgullosas a sus familias y a su casa morada.
La autora es auxiliar de Investigación del Centro de Derechos Civiles y Políticos de la Academia Interamericana de Derechos Humanos
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH