Block de notas (35): El infierno de los suicidios
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Este es un problema en nuestro Saltillo y nuestro Coahuila, el suicidio es visto como un problema
Días lerdos y negros. Para desgracia de todos, ya casi todos los días en Coahuila y en materia de salud mental son días lerdos y negros. Justo cuando salió editado el anterior “Block de Notas”, en esa semana anterior (bueno, todos los días, lo repito), el infierno de los suicidios se desató en la región, incluyendo el suicidio de un niño de apenas 9 años de edad. Un drama, un dolor gigantescos no sólo para la familia involucrada, sino para nosotros, todos como sociedad. Una sociedad ya sin humanidad ni solidaridad.
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En el texto anterior, en “Letras Minúsculas”, me despedí con unos versos del atormentado poeta francés Gérard de Nerval. Él escribió:
“Yo soy el tenebroso, –el viudo–, el desconsolado
Príncipe de Aquitania de la torre abolida,
murió mi sola estrella −mi laúd constelado
ostenta el negro Sol de la Melancolía...”.
Los días lerdos y grises de diciembre son este Sol de Melancolía para muchos seres humanos, los cuales encuentran una solución a la mano: suicidarse. ¿Lo notó, verdad? Escribí “solución” no problema. Esto es para mí una de varias aristas, las cuales no quieren entender del todo: los suicidas lo hacen porque para ellos es una solución a sus males, solución extrema y total: quitarse la vida, pero al final solución. No piensan en nada más y pocos buscan ayuda. El problema es lo que dejan como problema a los vivos.
Nota Uno: La locura viene de los dioses y de las musas. Hay una locura terrena, de humanos, por enfermedades de humanos, pero hay otra forma de locura, es algo divino. Esta viene o corresponde a cuatro divinidades: Apolo la asigna a la inspiración profética, a Dionisio se le achaca la mística, a las Musas la locura poética y la locura erótica a Afrodita y Eros. La anterior taxonomía es de Platón, aparece ésta definición en su diálogo de “Fedro o del Amor”.
Nota Dos: Los escritores, tocados irremediablemente por el hálito de la melancolía (para irnos directamente y también por la situación o estudio de la antigüedad de los cuatro humores o flemas del ser humano), son acariciados por la locura divina. Pero esta locura, aunque inspira −sigamos con Platón− las obras más excelsas y perfectas, llevan invariablemente a “entregarse a los dioses”. Es decir, a la muerte.
Nota Tres: Y uno de los ejemplos clásicos de lo anterior es la vida del norteamericano Ernest Hemingway (1898-1961), quien vivió asediado por los demonios de los dioses y las musas. Es decir, sus propios demonios materializados o encarnados en su madre, a la cual culpó no pocas veces del suicidio... de su padre. Le gritaba y le definía como “perra”. Hoy todo se trata de explicar a través de enfermedades, las cuales reciben bautizos para sujetarlas en corsés de una realidad asfixiante.
Nota cuatro: Hay un ensayo de diez páginas de un prestigiado doctor (Christopher D. Martin), quien leyó toda la obra de Hemingway sólo para dar un veredicto médico, el cual ya conocíamos y sin ser doctores: “trastorno bipolar”. Al gran escritor y periodista Hemingway, Premio Nobel de Literatura, se le asocia con justa razón con la rudeza, con el vigor físico, con la naturaleza. Ernest cultivó bien su leyenda de amante de la caza y la pesca (“El Viejo y el Mar”, claro), a la par de ser un amante de la buena vida: la comida y la bebida hasta el hartazgo.
ESQUINA-BAJAN
Nota Cinco: Herido de gravedad en la Primera Guerra Mundial, su literatura y periodismo está entonces impregnados de harto fatalismo, donde se explora el vacío existencial (no hay mañana, es sólo hoy): el ser humano siempre está solo ante el mundo, hay una imposibilidad de relacionarse con algún humano de tiempo completo (una mujer); la soledad y al final del túnel, el suicidio, son la solución.
Nota Seis: Pero en medio y ante esta pérdida de fe en un futuro el cual no existe, sólo nos queda entregarnos mientras tanto a los apetitos inmediatos del ser humano (satisfactorios y distractores a la vez): el sexo, la bebida, la comida. Viene lo duro, lo fuerte hoy como un dardo por explorar y aplicarlo: los suicidas de la región. En cuatro generaciones de la familia Hemingway, siete de sus miembros se han suicidado.
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Nota Siete: ¿Hay entonces un germen hereditario por lo cual es imposible salvarse y todo desemboca en un terrible y salvador suicidio? Sí, lo leyó bien, lector: salvador suicidio. Lo repito: este es un problema en nuestro Saltillo y nuestro Coahuila, el suicidio es visto como un problema. Pero los tristes de alma y corazón lo ven como una solución. No pocos personajes salidos de la pluma del maestro, piensan y deambulan con el suicidio en sus enjutos hombros. Casi todos sus personajes son víctimas de la terrible ictericia (están atiriciados y beben licor a litros) y caminan por la vida con una cruz de melancolía en la frente, como un perpetuo Miércoles de Ceniza.
Nota Ocho: Lo anterior, las anteriores letras fueron un liminar literario y una entrada en materia de ensayo para explorar el suicidio, ya no como fenómeno inherente a nuestra sociedad, sino como una verdadera pandemia. Pero lo real y doloroso es que este año, 30 personas menores de 20 años se han quitado la vida en Saltillo. Al momento de redactar este ensayo, ya van 308 suicidios en la región, 6 por ciento más que el año pasado...
LETRAS MINÚSCULAS
“No más palabras. Un acto. No volveré a escribir más...”. Y sí, Cesare Pavese se suicidó...