Block de notas (49): El caos llamado México

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¿Cuánto vale la vida de un humano en el México idílico de Morena? Nada. ¿Cuánto vale la vida de un periodista? Nada. ¿Cuánto vale la vida de un empresario? Nada
No sé por dónde iniciar. Tal vez por lo primero: agradezco su lectura, como siempre. Muchos y hartos comentarios me siguen llegando por la saga de textos aquí perfilados. En todos los temas seguiré abonando letras, sin duda. Hay muchas ollas en la lumbre y todas ellas no están a fuego lento, sino a fuego vivo. En últimas fechas ha cobrado gran presencia mediática la ley que prohíbe en Querétaro el uso de celulares en las escuelas elementales. Buena ley, sin duda.
En su momento, cuando el auge subía diario y las masas se adherían a Internet y sus redes (hoy es avasallante lo anterior), publiqué en este generoso espacio de VANGUARDIA (creo recordar en el año 2001 al 2005, al menos) recurrentemente lo siguiente: debería de prohibirse el uso del celular a los humanos hasta ser mayores de edad.
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En aquella ocasión, y como siempre, me cayeron a palos. Pero mi teoría se va cumpliendo poco a poco. Internet y las redes apendejan. Ya nadie lo duda. Aquí en el vecindario, el periodista y académico Luis Carlos Plata y el columnista Héctor Reyes han publicado sendos textos de análisis muy documentados. El punto es ese y no voy a cambiar mi tirada de naipes: Internet apendeja... para toda la vida.
El Congreso del Estado, bajo la égida de la diputada Luz Elena Morales, debería y está obligado a tomar cartas en tan delicado asunto de salud mental. Sería una gran medalla para ella. Y hablando del Congreso del Estado, está en oídos de todos la polémica entre los bocafloja de los integrantes de Morena, todos ellos sin mayor representación social, salvo en... redes sociales. Le digo. La heredera de una hacienda con peones, agua, esclavos y agaves (Cecilia Guadiana) en contra de un diputado de lengua de trapo y verbo suelto, pero alejado de Coahuila desde siempre, Antonio Attolini. Es lo más visible del ring, pero todo mundo está en el enjambre de la disputa doméstica.
Vuelvo a iniciar este texto: gracias por leerme y hacer suyas estas letras. Usted lo sabe: tengo varias cábalas en mi vida. Cosas las cuales no cambio por nada y sí las voy a volver hacer una y otra vez en mi vida. Hasta que muera. Cábala entendida, no cosa oculta, sino como su etimología es y dice: tradición. Lo repito, usted lo sabe, en invierno siempre leo y releo “Canción de Navidad” de mi amado Charles Dickens (no he fallado en ello, y sigo comprando todas las ediciones disponibles y sus películas).
En el transcurso del año releo siempre “Don Quijote de la Mancha” de don Miguel de Cervantes. No soy tan disciplinado ni tan docto como don Juan Antonio García Villa, pero tengo mis sólidos conocimientos y disfrute estético del “Quijote”. Pero el año pasado fallé. No lo leí de un tirón. Este año espero cumplir. Y siempre antes de Semana Santa (como lo es este tiempo), siempre, siempre leo y releo “El Viejo y el Mar” de ese escritor suicida y genial, Ernest Hemingway.
ESQUINA-BAJAN
Nota 1: Lo he releído y me ha dejado un sabor de tempestad en los labios. Libro, relato perfecto el cual le valió el Nobel al norteamericano atormentado. Su final hoy, y tal vez por mi edad, ha calado hondo en mi pálido alfabeto y he llorado a mares en sus últimas páginas, donde se relata la estampa del muchacho Manolín cuidando al viejo pescador Santiago, luego de que este llegara a tierra con el esqueleto del pez espada. Un escualo tan grande como jamás antes se había pescado en La Habana, Cuba.
Nota 2: El punto de varios es el siguiente: hay hartas referencias a eso que usted y yo tenemos aquí analizando: los personajes (seres vivos) de papá Ernest Hemingway, poseen y están dotados de verosimilitud literaria: comen, beben, van al retrete, vomitan, escupen, gruñen, orinan. Sí, eso llamado cochinadas y de lo cual pocos o nadie quiere hablar.
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Nota 3: Mientras todo el mundo (me incluyo) está inmerso en la refriega mediática y los albazos de Donald Trump, el caos en el cual está México (desde que los morenistas están en el poder, pues) está pasando de noche y nadie pone el acento donde debería de ser: preocuparse por el vecino, por el ciudadano, por el prójimo, por el periodista, por el escritor, por la mesera, por el próximo. Así de sencillo.
Nota 4: Va un dato escalofriante: apenas en cinco meses de gobierno de Claudia Sheinbaum ya van contabilizados ocho periodistas asesinados. Y en el discurso oficial, no estamos en guerra. ¿Cuánto vale la vida de un humano en el México idílico de Morena? Nada. ¿Cuánto vale la vida de un periodista? Nada. ¿Cuánto vale la vida de un empresario? Nada. ¿Cuántos tiros se necesitan para matar a un ser humano? Acaba de pasar en Baja California (tierra gobernada por Morena): mataron a un empresario, Sunshine Antonio Rodríguez Peña, de 40 años de edad. Era líder pesquero de San Felipe, Baja California. Lo mataron el pasado 9 de marzo... de 40 tiros con armas calibre 9 milímetros.
Nota 5: Una perla del maestro Hemingway: “Detesto el calambre (de su mano izquierda)... es una traición del propio cuerpo. Es humillante ante los demás tener diarrea... o vomitar...”. El viejo Santiago no es un personaje, es un humano entrañable.
LETRAS MINÚSCULAS
El eje de Coahuila: Manolo Jiménez Salinas, Javier Díaz y Tomás Gutiérrez Merino, no dudo, tendrán plan X, Y y, claro, Z para salvar a Coahuila de la crisis que viene y de la indolencia de Morena. Aquí lo abordaremos.