Block de notas (52): El infierno existe; se llama México

La masacre de Allende o lo sucedido en el penal de Piedras Negras siguen siendo una llaga abierta en la piel de los deudos y aun de las propias víctimas que no encuentran su descanso eterno mientras no haya justicia terrena
La guerra, ha dicho el escritor Ramón Lobo, es un caos sin certezas, un mundo suspendido. Pero incluso, agrego yo de mi triste cosecha, dentro de esta incertidumbre se tiene una ventaja al pelear en Afganistán, en Libia o en Ucrania: se ve de frente al enemigo, al soldado o la maquinaria infernal con la cual se habrá de pelear a muerte en el fragor del combate. El soldado tiene una ventaja, ve a los ojos de su enemigo, sabe quién es.
En México estamos peor que en la guerra, peor que en cualquier guerra. Un individuo, un carnicero, una bestia y no un humano, se esconde, se agazapa en las carreteras ardientes que comunican a las principales ciudades de todo y en su momento, a un sólo individuo se le adjudicó haber desatado el infierno, el horror: la matanza de al menos 217 víctimas en las fosas clandestinas localizadas en un espacio sideral ya sin nombre decente y mucho menos estado constitucional mexicano alguno, San Fernando, Tamaulipas. Lo anterior usted lo sabe, fue en el año 2011.
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Nos estamos acostumbrando al horror. El problema es que el miedo y el horror sólo existen y hacen mella en ciudadanos como usted o como yo, lector. Mientras que en las filas del crimen organizado hay una sola divisa para jugar: participas o te destazan. El horror es su mundo, con él juegan diario y no, no tienen mínimo temor a ser descubiertos ni mucho menos le tienen respeto a las instituciones de seguridad pública, locales o federales.
Ayer fue San Fernando, Tamaulipas; luego sería Ayotzinapa, Guerrero, pero las fosas clandestinas y las masacres se multiplican en todo el territorio nacional. Aquí en el vecindario la masacre de Allende o lo sucedido en el penal de Piedras Negras siguen siendo una llaga abierta en la piel de los deudos y aun de las propias víctimas que no encuentran su descanso eterno mientras no haya justicia terrena.
Lo del campo de adiestramiento y exterminio en Teuchitlán, Jalisco (y en Tala), le sigue dando la vuelta al mundo por el horror y lo allí encontrado. Situación tapada, pero sin verdadero éxito por la gravedad y tamaño de aquello, por parte de las autoridades federales lideradas por la presidenta Claudia Sheinbaum. Poco a poco, de acuerdo con investigaciones periodísticas (no investigaciones o datos oficiales del Gobierno Federal, lo repito), se sabe de la gravedad de esa masacre.
“Sólo sabéis matar.
Sólo sabéis escupir
a la rosa de la libertad”.
Los anteriores versos rabiosos son del mexicano Efraín Huerta. Se los endereza a los norteamericanos. A los cuales les dice que son “asesinos de todo”. Hoy, tal vez el poeta cambiaría de parecer y señalaría a los narcotraficantes y su sevicia, como esos perros sin control de los cuales habla Huerta en su poema. Desgraciadamente, Andrés Manuel López Obrador y su hija, la “Shein”, siguen ofreciendo “abrazos y no balazos” a los sanguinarios cárteles del narcotráfico. Los verdaderos dueños de México.
ESQUINA-BAJAN
Nota 1: Nuca, jamás sabremos el tamaño de dicha carnicería. Jamás. Nunca, nunca sabremos de los ayeres de dolor y martirio de las víctimas. Hombres y mujeres reclutadas con engaños (una moderna “leva” revolucionaria) por una bestia llamado Gonzalo Mendoza Gaytán, apodado “El Sapo” (así ha de ser semejante tipejo despreciable), presunto cabecilla del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) para los estados de Jalisco, Nayarit y Zacatecas.
Nota 2: Si usted ha seguido no la nota roja (no la nota burda y ensangrentada y escandalosa de antes), sino las investigaciones y recuento de dichas notas rojas que hoy son primera plana de todos los diarios, usted habrá notado que hay un, digamos, nuevo lenguaje al respecto: es decir, cuando matan a un víctima los criminales, sádicos, animales, no humanos, los “encobijan”, los dejan en pedazos en una hielera, los dejan “enteipados”, los cuelgan con alusivos carteles y mantas como recados siniestros, los dejan “encajuelados”, los dejan arder vivos en autos y camionetas... en fin, el largo rosario de dolor es inmisericorde.
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Nota 3: Pero hoy, al estar recopilando las pilas de información sobre el infierno llamado Teuchitlán, Jalisco, me he topado con un nuevo término el cual es la primera vez que lo veo impreso: “El Sapo” enseñaba a los nuevos reclutas, a los nuevos miembros del cártel como... “pulpar los cuerpos”, es decir, destrozarlos, cercenarlos para luego “incinerarlos en zanjas con leña y gasolina”. Este es el México real de Morena. Esto es México hoy. Claro, se riza la piel y el esqueleto al saber de lo anterior.
Nota 4: “La voz de la sangre 3”. Por siempre, desde el origen de su historia, en México la voz de la sangre clama a gritos por sus muertos. Los siguientes son versos de Efraín Huerta. Lea usted:
“...la verdad es un sepulcro.
La verdad la detentan los secuestradores...”.
Los poetas, esos aguafiestas perennes, lo saben desde siempre: nuestro país es un cementerio, una ciudad asfixiada y asfixiante, donde nadie se salva de la violencia urbana. Hoy, menos de la violencia brutal y bestial de los cárteles de la droga...
LETRAS MINÚSCULAS
“Pulpar los cuerpos”. De espanto. El infierno existe: es México aquí y ahora.