Café Montaigne 258: Drogas y otros estimulantes en la historia y el arte

Opinión
/ 1 abril 2023
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De nuevo pido disculpas a usted que hace favor de atender estas letras. Hoy tocaba “Hablemos de Dios”, y escribo “tocaba” en tiempo pasado porque usted ya se dio cuenta, seguimos explorando la relación de las drogas y otros estimulantes con la creación artística. Su influencia, para bien y para mal, en el ser humano y la detonación de su creatividad −y no pocas veces−, y también su castración. El cielo y el infierno en el mismo viaje y con el mismo boleto: las drogas, los estimulantes.

Pido comprensión, entonces, de que por espacio de dos o tres columnas más, en esta tertulia sabatina, avanzaremos en este estudio y luego regresaremos para analizar a ese ente llamado Dios. Y sí, todo su poder de otro mundo. Al menos eso hemos creado y creemos: tiene tanto poder que le hemos adjudicado tres grandes potencias o atributos: Dios es omnisciente (todo lo sabe), omnipotente (todo lo puede) y ubicuo (está en todo lugar). Y de aquí creo yo, en parte, deriva precisamente que los humanos queremos ser eso, dioses. No jugar ni imitar, sino ser dioses.

Somos o queremos ser dioses. Ser Dios. Por algo de aquella cita bíblica, el parágrafo del Antiguo Testamento que a la letra dice: “Serán abiertos vuestros ojos, y seréis como dioses...” (Génesis 3:5). El salmista Asaf lo dice claramente: “Vosotros sois dioses” (Salmos 82:6). La misma bendición (o imprecación, vaya) usted la encuentra en Jueces y en el Evangelio de Juan. Cuestión si usted lo cree, estimado lector. Lo cual, y en mi caso, no está nada reñido con la evolución científica.

Pero vaya, ¿y cómo acercarnos a ese conocimiento iniciático y eterno? Viajando con drogas, tratando de abrir esas “puertas de la percepción”, esas “puertas en el muro” de las cuales habló en un gran ensayo el escritor Aldous Huxley. Lo hizo luego de prestarse a ser “conejillo de Indias”, cuando le suministraron una buena dosis de mezcalina que, usted lo sabe, la provee el peyote, planta sagrada para los hermanos Huicholes del desierto del altiplano mexicano. Lea el libro, es una verdadera aplanadora de pensamiento, y si le agregamos la inteligencia y conocimiento de Huxley a la ingesta del alucinógeno de la mezcalina, el resultado es revelador: un libro imprescindible y de obligada lectura para conocer el fenómeno de las drogas y su influencia en las artes.

Muchos comentarios, apostillas y citas me han llegado de atentos lectores, como usted, con motivo de este tema. Hay cuatro maestros puntillosos que han nutrido mis letras: el abogado especialista en derecho electoral, el asaz lector Gerardo Blanco Guerra; el escritor Armando Oviedo Romero en la Ciudad de México, el crítico de literatura y arte Frank Stinkfoot (quien al día de hoy, ignoro en qué país del mundo habite) y el contador Rogelio Ochoa, quien en su mazo de naipes de lecturas, no pocas veces, deja caer los argumentos de uno de sus preferidos: Federico Nietzsche.

ESQUINA-BAJAN

Las drogas, los estimulantes, han caminado de la mano del hombre desde el origen mismo de la humanidad. Ejemplos anárquicos conforme los he ido coleccionando cuando han llegado a mis manos y mis ojos. Aquí van: quedó por escrito en el diario del almirante Cristóbal Colón. El 2 de noviembre de 1492, las naves de Colón fondearon en la bahía de Bariay, en la costa noreste de Cuba, al norte de la actual provincia de Holguín. Colón ordenó a dos de sus hombres, Luis de Torres y Rodrigo de Jerez, explorar la zona circundante, encontrándose con los nativos de la isla, los “indios” taínos. Rodrigo de Jerez relataría para la posteridad: “Hallamos por el camino mucha gente, mujeres y hombres, que iban con un tizón en la mano, y con yerbas que prendían para tomar sus sahumerios”. ¿Simple tabaco o cannabis u otra yerba alucinógena de la cual no sabemos ya nada?

Un ejemplo más que sucintamente abordaré en esta entrega, aunque para la próxima colaboración, me detendré morosamente en él por lo atractivo del texto. El náufrago Álvar Núñez Cabeza de Vaca, el primer europeo en dejar testimonio escrito de sus aventuras por el sur de lo que es actualmente Estados Unidos (es decir, nuestro norte de México), cuenta hechos reales que rayan en lo inverosímil: descubrimientos prodigiosos en estas tierras, arriesgadas andanzas, curaciones milagrosas... usos y costumbres entre los nativos de la América recién “descubierta”, aunque hoy eufemísticamente se le nombra al descubrimiento “encuentro de dos mundos”.

El “chamán” Cabeza de Vaca cuenta de las diferentes tribus, naciones y nativos que encontró a su paso, las cuales se “emborrachaban” con humo que fumaban y aspiraban de ciertas plantas nativas de América. ¿Cuándo se fumó por primera vez el cannabis? Imposible saberlo, pero por los testimonios de viajeros, fumar fue y era parte del repertorio cultural de los pueblos nativos de América. No vicio ni pecado, sino camaradería y alucine colectivo. Igual, en próximos textos pondré aquí en letra redonda las citas que me han legado los buenos lectores Gerardo Blanco, don Frank Stinkfoot y Rogelio Ochoa. Va colaboración del contador Ochoa con lo siguiente: “Yo no soy una escritora con problemas de alcoholismo... soy una alcohólica con problemas de escritura”.

LETRAS MINÚSCULAS

Sí, la gran Dorothy Parker. Así bebió, así murió.

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