Mis problemas digestivos, los “desarreglos” de mi panza, están conmigo desde el mismo día de mi nacimiento. Así lo recuerdo. No todo claro, pero sí desde mis mocedades (cuando este escritor tenía cuatro-cinco años), cuando tuve uso de razón y me nació la conciencia; desde entonces recuerdo mis malestares estomacales. Claro, no siempre ni tan seguido, pero sí recurrentes. Tengo panza de tilico. ¿Por qué asocio este tipo de dolencias con mi trabajo intelectual? Porque desde el origen de los tiempos así ha sido.
El libro completo no lo tengo, pero sí un fragmento del inconmensurable libro, “De morbis artificum diatriba”, de Bernardini Ramazzini fechado en 1700. El fragmento referido editado en español en una bella edición a la usanza antigua, un opúsculo editado por Porrúa, se titula “Enfermedades de los intelectuales, cazadores, impresores y de otros trabajadores con ocupaciones cercanas a las de los amigos comunes”.
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Escribe con dolor Ramazzini: “Todos los hombres de letras en general tienen disturbios en el estómago. Celso decía entre los débiles del estómago están la mayor parte de los habitantes de la ciudad y casi todos los que aman las letras...”. Nada más cierto. Nada más devastador. Al menos en mi caso. Cuando uno está pegado al “trono”, al retrete, padeciendo una feroz diarrea, uno no piensa en otra cosa que no sea el final de ella: el alivio o la muerte. Literal, uno siente que la vida se evapora.
Las referencias son muchas y el espacio ya aprieta. Cuenta Elena Poniatowska que Carlos Monsiváis era un “exiliado del paladar” y lo único que le interesaba era comer frijoles. Por ello su panza, agrego, estaba siempre en ebullición. Miguel de Cervantes dejó no pocas referencias a los males estomacales en voz de sus dos personajes emblemáticos, don Quijote y don Sancho. Pero sin duda, el mejor remedio para la panza y sus rasguños, lo he encontrado no en un libro de medicina, sino en la Biblia. La ocasión anterior aquí se lo conté: ante sus frecuentes desarreglos estomacales, Pablo le dice a su discípulo, Timoteo, deje de beber agua y beba mejor vino.
Nota Uno: Este año murió un buen poeta mexicano, injustamente olvidado en esta parte de México llamado el Norte. Insisto, los celulares hoy son “inteligentes”, los humanos poco a poco están dejando de serlo. Por lo anterior, pocos saben o se enteraron de la muerte del poeta Antonio Deltoro. Uno de sus versos reza: “Los duendes se aparecen de día / y de noche danza”. Sin duda, y esta labor ya olvidada de los poetas, aquellos que “ven” una realidad diferente y más amplia a la de cualquier mortal, está cayendo ya en el olvido debido a esta incapacidad de leer o de mantener la testa en una página de cualquier libro.
Nota Dos: Otro verso esclarecedor del poeta Antonio Deltoro: “Los hombres / sufren como troncos / dolor de las raíces...”. Y sí, antes teníamos raíces fuertes, atados a la tierra: sabíamos leer, escribir, realizábamos operaciones matemáticas en un cuaderno y sin ayuda de computadora alguna, afilábamos nuestro lápiz favorito y pergeñábamos nuestras ideas y planes a realizar. Eso fue antes, en la antigüedad de ayer apenas. Hoy la radiografía es la siguiente: según los resultados de la prueba PISA de la OCDE, Programa de Evaluación Internacional de Alumnos correspondiente a los resultados al año 2022, los alumnos mexicanos no saben leer (no comprenden), no saben ciencias ni matemáticas. Como país estamos ubicados entre los últimos cinco lugares de 42 países evaluados.
ESQUINA-BAJAN
Nota Tres: Como siempre, el dictador de Andrés Manuel López Obrador se apresuró a descalificar a tan serio e importante organismo internacional. En una de sus tantas conferencias distractoras, espetó: “No tomamos en cuenta esos parámetros que se crearon en la época del neoliberalismo. Nunca en la historia de México se había ofendido tanto a los maestros....”. Descalificar lo que se ve a simple vista: los muchachos ya no leen ni pueden leer de “corridito” una página. Hoy sólo pueden “leer” 144 “caracteres” (ojo, note usted eso, caracteres, no palabras y menos ideas)... para enseguida olvidarlo y no saber contar aquello que leyeron.
Nota Cuatro: “Vivimos en una época donde los niños deben lograr su independencia cada vez a edades más tempranas, permanecen muchas horas en instituciones, clubes, niñeras, en el mejor de los casos, abuelos”. El párrafo entrecomillado es del profesor, uno de los que más saben sobre educación en Coahuila, el profesor y articulista (usted lo puede seguir los sábados en las páginas de “El Diario de Coahuila”) Orlando Naún Rodríguez. Acertado el comentario y apreciación. Y a esta nula formación familiar y escolar se agrega que, para que los niños no molesten, se les asignan desde mocosos una tablet o celular “inteligente”. ¡Puf!
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Nota Cinco: Leamos algunos versos de Antonio Deltoro, son de su texto “Simpatía por el Lápiz”: “El Aprendizaje se filtra / como agua del cielo / con el patio agrietado / de su mala memoria / y sin embargo, / que maravilla empezar / y refrescarse / y aprender / cosas de niños”. En México, no más. Nuestros muchachos ya están naciendo descerebrados. Y claro, AMLO lo alienta, lo amamanta, lo apapacha para tener clientela afásica, manipulable, maleable.
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Habitamos el sopor de la ignorancia...