Café Montaigne 323: Somos coleccionistas, de campanas, fracasos y hasta ventanas

Opinión
/ 19 diciembre 2024

Mi bella amiga regiomontana está enamorada de las ventanas. Colecciona ventanas. Así de sencillo. O lo contrario, así de complicado

El sistema judicial está poroso. Siempre se ha sabido que el sistema judicial, en algunas entidades de México, no obedece a leyes y derechos, sino que es y se utiliza como ariete político. El fallo judicial en primera instancia en contra de las empresas y propiedades de mi casa editorial tiene visos de ser un fallo político y no judicial. No dudo, se saldrá adelante, como siempre. El lema, el apellido y nombre de esta casa editora, desde su fundación por don Armando Castilla Sánchez, así lo dice: “VANGUARDIA: el periódico libre”. Y libre seremos siempre. No pasarán: pasaremos.

Todos acumulamos algo con el paso del tiempo y de la vida. Todos, y algún día, atesoramos (acaso sin sentirlo ni planearlo) desde objetos (algo material) hasta historias (algo inmaterial). Coleccionistas. Somos coleccionistas. Insisto, muchas de las ocasiones, dichas colecciones, inventarios, se apilan solos en nuestra vida.

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Conocí a una señora, madre de una buena amiga mía en Campeche, la escritora Enzia Verduchi, cuando me hospedó en su residencia en un viaje pretérito. Ella tenía una colección impresionante de campanas. Campanas de todas partes del mundo y de todo tipo de materiales. Tenía, recuerdo, dos vitrinas llenas de ellas y otra más casi la llenaba. En esta tenía algunas tazas y platos de delicada cerámica europea.

Hay otros humanos los cuales coleccionan fracasos, son los políticos. Uno de ellos, para desgracia recientemente murió, Armando Guadiana Tijerina. Ahora está enfilada en la “política” su hija, la cual heredó hacienda, peones y una inmensa fortuna para dilapidar: es Cecilia Guadiana.

Hay gente la cual colecciona dinero. Para mí, es un hombre real, no un personaje, es el famoso Ebenezer Scrooge de “Cuento de Navidad”, del genial Charles Dickens, el cual atesora doblones de oro y libras esterlinas en sus cuadernos de prestamista.

Su avaricia (Andrés Manuel López Obrador y hoy su hija, Claudia Sheinbaum, le quieren imitar, pero no alcanzan tal grado, sólo llegan a una liga menor de la avaricia: el ahorro, mientras los enfermos de todo tipo de pelaje mueren diario) los llevará a tener pesadillas en las noches más altas. No se salvarán, tendrán sueños terribles y fantasmas tocando en sus sienes y su pálida frente.

Estimado lector de esta tertulia de café, ¿cuál es el motivo de su colección, hay algo lo cual atesore y tenga de ello mucho, demasiado? ¿Acaso usted atesora y colecciona ediciones de “Don Quijote de la Mancha”, acaso usted colecciona autos de fórmula en miniatura, usted colecciona lámparas de lectura, tiene usted colección de tazas y platos para café...? En fin, todo es coleccionable y apilable. Y como estamos en casi fin de año, todo es motivo de recuento y de inventario. Es decir, hay que hacer un balance de vida y todo lo demás.

Pero le cuento lo siguiente en esta tertulia de “Café Montaigne”: tengo una amiga, una querida amiga en Monterrey, la cual, digamos, tiene una afición o manía un tanto “rara”. Mi bella amiga regiomontana está enamorada de las ventanas. Colecciona ventanas. Así de sencillo. O lo contrario, así de complicado.

ESQUINA-BAJAN

Bueno, también y lo mismo, colecciona poemas, postales, fotografías y pedazos de ventanas arrancadas de cuajo a sus puntales en casas y residencias solariegas. ¿Usted sabía de alguien así, un humano el cual colecciona retazos de ventanas? Ella me cuenta, lo hace desde siempre. Desde sus primeros recuerdos sobre la tierra. Tal vez por eso mi amiga tiene unos ojos enormes y bellos, para observar el mundo y sus productos, desde la ventana de sus pupilas.

Por estos días, he tenido un extraño sentimiento de optimismo ante el presagio de la llegada inminente de la Navidad. Un día cualquiera, justo cuando asomó en el horizonte un sol tibio y tímido, mi amiga la regiomontana me marcó a mi desvencijado celular y preguntó por la velocidad del viento, además pidió le recordara de un poema el cual ha hecho suyo, escrito por el poeta alejandrino Konstantino Kavafis.

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De memoria le di dos o tres títulos, pero aunque hacían mención a su tema favorito, no, ninguno era. Mi frágil memoria no retenía el título y los versos de carmen del escritor Kavafis. Era precisamente “Ventanas”, donde, desde sus “habitaciones oscuras donde vivo/ pesados días”, el poeta contempla con anhelo las ventanas.

“Cuándo se abrirá

una de ellas y que ha de traerme”.

Balbucea el poeta en su bello texto, para luego rematar magnánimo: pero “esa ventana no se encuentra, o yo no sé/ hallarla”.

Mi amiga regiomontana colecciona ventanas como brazaletes, blusas de encaje o cintas de directores franceses. Mi amiga colecciona poemas de ventanas como otras mujeres coleccionan joyas, amantes o besos. ¿De dónde le viene semejante afición y gusto? Sólo ella y Dios lo saben.

LETRAS MINÚSCULAS

Por estos días de fin de año, mi amiga regia me cuenta de estar haciendo un inventario de todas sus queridas ventanas. Le creo. Ella colecciona ventanas, así de simple. O de complicado.

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