Café Montaigne 332: 11 años sin José Emilio Pacheco
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JEP es objeto de culto, lo mismo por hordas de jóvenes lectores, descifradores profesionales o enamorados de sus versos de fuego
Tengo héroes tutelares, no los considero que estén muertos, sino vivos. Uno de ellos es el inolvidable JEP (no hay otro JEP, José Emilio Pacheco). Murió un domingo 26 de enero. Fue en 2014. Tenía entonces 74 años, dos premios de gran caldo bajo el brazo (el Cervantes y el Reina Sofía), sus libros se vendían y se venden a pasto aún hoy. El gran José Emilio era dueño también de una modestia admirable. El poeta habla, el poeta escribe:
“Sólo el árbol tocado por el rayo
guarda el poder del fuego en su madera...”.
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Sólo los poetas arden. Sólo los poetas son santos. Y esta santidad tuvo una recompensa mayor durante la celebración de la Feria Internacional del Libro edición 2009 a la cual tuve la fortuna de asistir: se le otorgó el Premio Cervantes (el premio mayor en literatura, sólo atrás del Premio Nobel) a José Emilio Pacheco. Atesoro el recuerdo de esa velada y saludé a JEP en dicho momento histórico, pero hay un detalle: el libro que galantemente me dedicó, no lo encuentro. Una pérdida irremediable, caray.
Ese año, la FIL transcurría sin sobresaltos. Más aburrida y no alegre. El lunes 30 de noviembre una noticia corrió cual reguero de pólvora desde temprana hora en los pasillos de la Feria: José Emilio Pacheco ya era Premio de Literatura Cervantes.
Desde España se acababa de dar la noticia y, por las diferencias de horario, en México eran las 7:00 de la mañana. Cuenta el periodista y escritor Juan Cruz en ese entonces y en una espléndida estampa: JEP cuando lo supo, en la habitación de su hotel en Guadalajara, se le atragantó el café. El teléfono empezó a sonar (tres teléfonos, según luego contó JEP en una improvisada y rápida rueda de prensa, donde este escritor lo veía y escuchaba embelesado) y ya no dejó de hacerlo. Todos querían una palabra de fuego, un pregón ardiente del flamante Premio Cervantes, el cual y sólo 15 días atrás, había sido condecorado con el Premio Reina Sofía de Poesía de España.
Los merecidos halagos y panegíricos no se hicieron esperar ese día y los subsecuentes, el mexicano universal, Carlos Fuentes, aún vivo, se apresuró a escribir: “José Emilio Pacheco merecía el Premio Cervantes desde que nació. Quiero decir que es un poeta nato... (Su) obra está escrita en castellano, y añade a su gloria. Pero la obra de Pacheco es universal, y participa de la gloria de las letras de todos los tiempos”.
También vivo (hoy todos los mejores escritores y es cuestión vital y terrena, vaya, están muertos), Carlos Monsiváis escribió para el diario ibérico El País: “En poesía, ajusta sus dones melancólicos, su pesimismo que es resistencia al autoengaño, su fijación del sitio de la crueldad en el mundo, su poderío aforístico, su amor por el sonido del idioma...”.
José Emilio Pacheco siempre se robó la FIL para él solo. JEP es objeto de culto, lo mismo por hordas de jóvenes lectores, descifradores profesionales o enamorados de sus versos de fuego. “Alta Traición” lo recitan de memoria, verso por verso, no pocos lectores en el mundo de habla hispana. Su obra como traductor está recogida en “Aproximaciones”, un libro sólo para iniciados y hoy imposible de conseguir. Ese día, Pacheco sonríe, contesta todas las preguntas de los reporteros, los cuales lo veneramos y admiramos. JEP, a pregunta expresa de cómo se sentía, cuál era su reacción luego del aviso a las 7 horas menos 10 minutos de estar premiado con el Cervantes, dueño del idioma el cual reverencia, espetó: estoy “zorimbo”, “patidifuso” y “turulato”.
ESQUINA-BAJAN
Se cumplen entonces 11 años sin José Emilio en este año incierto para todos. Hoy corren días grises y macilentos por el huracán llamado Donald Trump. Ese ciclón a todo mundo nos alcanza. Y en todos los órdenes del quehacer humano, incluyendo la cultura, claro. Pero volvamos al punto de homenaje hoy: ¿A cuál JEP preferir? ¿Al poeta, al narrador de “Batallas en el Desierto”, al traductor, al erudito redactor de una de las mejores columnas de cultura en México, “Inventario”, o al guionista de cine, al crítico...?
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José Emilio Pacheco tenía también predilección por los animales fantásticos. En uno de sus libros contó de un nuevo pájaro. Era un pájaro negro y azul, vivaz y melancólico, cruza entre el Periquito de Australia y la cuerva. ¿Su nombre? Paraquet. Dijo Pacheco, esta ave, igual al ave agorera llevada a Moctezuma, tiene un espejo por cabeza. Es el Paraquet. Le creemos. Siempre le creemos a JEP.
“La ciudad en estos años cambió tanto
que ya no es mi ciudad...”.
Pues sí, es mi frase machacona, la cual no pocas veces la he dejado por escrito en este espacio: “Este ya no es mi mundo”. Lo voy a repetir de nuevo: cuando me vaya, no me duele ni me va a doler dejarlo. Hacen falta este tipo de pensadores, de poetas, los cuales traen la verdad en su palabra. Por estas fechas trato de conseguir todos los libros de JEP, algunos de ellos y por motivos de la edición, prácticamente son inconseguibles, amén de encontrarlos en bazares bajo el palio de los hados buenos de los libros.
LETRAS MINÚSCULAS
Otro de los animales siempre recurrentes en la literatura de JEP son las ratas. De todo tipo de color y pelaje. En uno de sus poemas escribe: “El mundo será algún día de las ratas”. Le creo.