Catalina Zapata, pionera de la novela en México
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Tradicionalmente se considera que la primera novela mexicana es “El Periquillo Sarniento” de José Joaquín Fernández de Lizardi, publicada en 1816. Como ya he comentado en otras ocasiones, es difícil definir cuál obra es la primera en algo. Hay muchos factores en juego, por ejemplo qué entendemos por novela y qué entendemos por México. Si nos ponemos estrictos, en esa fecha técnicamente aún no existía México como tal. Si movemos los criterios, los resultados varían. Lo mismo sucede cuando nos preguntamos cuál fue la primera novela escrita por una mujer en nuestro país. El nombre que suele aparecer es “Premio del bien y castigo del mal” de Refugio Barragán, publicada en 1884, sesenta y ocho años después que la del célebre “Pensador Mexicano”. Pero, ¿es cierto esto? Karla Marrufo y Silvia Alicia Manzanilla ofrecen otra respuesta en el prólogo de la novela “Delia y Elvira” de Catalina Zapata, editada en la colección “Novelas en la Frontera” de la UNAM, que puede leerse gratuitamente en línea en el siguiente link: https://www.lanovelacorta.com/novelas-en-la-frontera/delia-y-elvira.html.
Las autoras señalan que desde fechas más tempranas las narradoras ya tenían cierta presencia en el panorama literario: “La Semana de las Señoritas Mexicanas publicó en 1851 la novela corta ‘Doña Luisa’, firmada por María de la Salud García, de quien se conoce información biográfica mínima. Antes que ella, Rosario Bosero, de quien se sabe menos, publicó su novela ‘El amor filial’, recuperada por Fernando Tola de Habich en el Museo literario tres. Posiblemente haya más autoras por descubrir e identificar. De acuerdo con Óscar Mata, no debe descartarse la posibilidad de que algunas novelas firmadas con iniciales o seudónimos entre 1832 y 1850 hayan sido escritas por mujeres”, aclaran. La escasa o nula información de las novelistas y el uso de seudónimos o de “anónimos” son elementos que dificultan los estudios, además del desprestigio de algunos géneros literarios como la novela sentimental, en donde destacó Catalina Zapata.
Hace unos días terminé de leer “Delia y Elvira” y me sorprendió la agilidad y gracia de Zapata para el arte de novelar. La obra, al igual que otros de sus libros, está protagonizada por “heroínas”, en este caso son dos primas. El escenario es Francia, año de 1789. La escritora confiesa en la introducción que nunca ha visitado aquellos lugares y que su relato fue alimentado con lecturas e imaginación. Nos dice: “Mi ánimo al dar a luz esta obrita no lleva la esperanza de alcanzar el más leve aplauso, no; bien sé que no tiene mérito alguno, y si me expongo a la censura del público, es sólo con el objeto de llenar los deseos de algunos amigos míos, y obtener un pequeño producto que consuele en parte la triste situación de mi familia”. Tan era así que firmó con el seudónimo de “Quintiliana”. El éxito de su novela le animó a destapar su identidad y firmar con su nombre sus siguientes libros.
La novela es una historia de enredos donde las cosas no son como parecen. Delia sufre por la muerte de su amado, quien la dejó sola con un niño en brazos. Elvira padece el abandono de su padre y ha encontrado consuelo en su enamorado Raúl. El estilo ligero, con aire a novela de folletín, hace que no podamos dejar de leer hasta el final. Lo mismo me sucedió con otra novela, “Amor y celos” (1868), que desgraciadamente está incompleta en el archivo en línea que encontré.
Catalina Zapata maduró como escritora y publicó artículos feministas en la prensa, a la par de otras novelas. Su trabajo está siendo rescatado por los nuevos estudios y reediciones. Con este enfoque, desde la perspectiva de género, la mirada sobre la historia de la producción literaria de nuestro país cambia. Catalina escribió las siguientes palabras como un destino para ella y sus colegas en el no tan lejano siglo XIX: “La mujer casi siempre obtiene la gloria sin haber soñado siquiera tal vez con la fama que viene a coronar su frente de laureles y a inmortalizar su nombre”.