Centro Histórico: ¿importa que no se caiga a pedazos?
COMPARTIR
La denominación “Centro Histórico” debería implicar, para quien la escuche, la evocación de un área de la zona urbana donde se concentra el patrimonio colectivo más antiguo de la ciudad. En otras palabras, la mención de dicho término debería tener un significado mucho más profundo que la simple etimología de las dos palabras que lo integran.
Pero para que eso sea cierto no basta con que se exprese la idea o se desee que ello ocurra. Además de eso es indispensable que el gobierno municipal y la comunidad sumen esfuerzos en la tarea permanente de preservar aquello que nos provee de identidad y debe ser, para propios y extraño, motivo de orgullo.
El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo al hecho de que en algunas áreas del Centro Histórico de Saltillo, específicamente la calle Mariano Escobedo, se aprecia un deterioro creciente en inmuebles que, de acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), tienen valor histórico y arquitectónico.
El director del INAH en Coahuila, Francisco Aguilar Moreno, ha señalado al respecto que al menos el 30 por ciento de las casonas construidas originalmente con adobe requieren de mantenimiento y se encuentran en riesgo latente de desaparecer debido a que actualmente sobrevive únicamente la fachada y muchos interiores ya son sólo escombro.
¿Por qué se deterioran estos inmuebles sin que nadie implemente acciones para detener el proceso? La respuesta no es sencilla, sobre todo si se tiene en cuenta que, al tratarse de propiedades privadas, se tiende a considerar que son sus dueños los primeros y únicos obligados a destinar los recursos necesarios para su preservación.
Sin embargo, aunque sean edificaciones particulares, debido al valor arquitectónico e histórico que se les reconoce, forman también parte del patrimonio de la comunidad y, como tales, tendría que representar una preocupación colectiva el que no desaparezcan.
En este sentido, los tres órdenes de gobierno, así como las instituciones públicas vinculadas con el área −fundamentalmente el INAH− están llamados a diseñar e implementar las políticas necesarias para evitar la pérdida de este activo de la comunidad.
Y es que no estamos hablando solamente de la sociedad saltillense, sino de la mexicana en general, e incluso de la humanidad, pues en los muros de las edificaciones de mayor antigüedad, en cualquier parte del mundo, se encuentra impregnada la historia de nuestra especie y conservarla es indispensable para comprender de dónde venimos y cómo llegamos aquí.
Cabría esperar por ello que el deterioro de los edificios históricos del área más antigua de Saltillo no siga contemplándose de forma impasible, sino que llame de inmediato a la acción para asegurar su preservación en beneficio de la actual y las futuras generaciones.
Obviar esa tarea implicaría cometer un grave error de omisión que, además de su costo intrínseco, tiene el agravante de ser irreparable.