Cielos de Saltillo: Este paisaje es también mi entrañable México
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Se cae el cielo de bonito. Saltillo tiene unos atardeceres increíbles, listos para una postal. Es en la inminencia del otoño cuando aparecen estos colores que maravillan a la vista. El cielo de Saltillo es muy fotografiado y ha sido altamente encomiado. Aún poseemos vistas afortunadas, que en los atardeceres hacen gala de ardientes colores que se van desvaneciendo conforme transcurren los minutos.
Todavía, ni las fábricas que no cumplen con las regulaciones, ni el polvo que a lo lejos vislumbramos, producto de la horadación de la sierra de Arteaga, le han hecho perder su belleza. El cielo de Saltillo permanece aún, insisto, ajeno a la contaminación ambiental que se ha ido asentando en nuestra querida ciudad.
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Imaginemos los días poéticos en cada momento del año, aun considerando que hay excepciones que rompen la regla: Cielos azules por las mañanas, cargados de nubes, en primavera. En los veranos ardientes las nubes escasean, es entonces que adquiere mucha más fuerza el azul cobalto. Otoño: ay, estos cielos de otoño que nos despiertan con una paleta de colores tenues, y se adormecen por la tarde. Llega el invierno y la luz ya se manifiesta en cielos blancos, brillantes a veces; oscurecidos más tarde por la posición del sol.
Cuando los jirones de niebla se posan en la cima de la Sierra de Zapalinamé, lo hacen en la de Arteaga y se adormecen en el cerro del Pueblo, la vista resulta magnífica. La humedad sobre el valle ofrece un carácter distinto, y hasta sus habitantes vuelven a ciertas y habituales costumbres.
Se vuelven más encerrados, más mirando hacia dentro de sí mismos, más recogidos: y es esta una de las formas de ser que no se nos entiende. Se habla poco. El típico saltillense, para muchos, es difícil de comprender. Pero si volvemos la vista a las condiciones de la naturaleza que ha sido por siempre para este grupo de pobladores, se hace comprensible y natural tal manera de ser y andar por estas calles.
Las casas se abrigan y se encierran. No es igual, por supuesto, a los sitios cálidos, donde el calor empuja hacia fuera de los hogares. Aquí, el invierno conduce al recogimiento. No es ya la población general: me refiero a aquellos saltillenses, entre los que me encuentro, sobre quienes aún el clima gobierna parte de la vida y las acciones cotidianas.
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Las nuevas formas de ser llevan a otros a salir del hogar y encontrar, aun en medio de las condiciones climáticas de lluvia o frío, refugio fuera. Y bueno, eso es lo que ha enriquecido a esta ciudad de Saltillo: el arribo de quienes algo atrae a llegar aquí, y su vida la hacen aquí.
Saltillo es una ciudad de cielos espectaculares, de vistas extraordinarias, que nos permite todavía disfrutarla. Pero el caos, que poco a poco se fue apoderando de su vialidad, la está volviendo difícil y muy complicada. Requiere de estrategias gubernamentales; requiere de mayor compromiso ciudadano para la mejor convivencia. Requiere del cuidado y la preservación de todos cuantos la han elegido como la ciudad en la que desean vivir.
IRRESPONSABLE Y MUY PELIGROSA DECISIÓN
En un golpe duro a la democracia, la decisión a favor de la reforma judicial representa un riesgoso escenario para México, con funestas consecuencias para el sano equilibrio de poderes y, por ende, también para el respeto hacia las instituciones y a la ciudadanía mexicana.