Coahuila, la victoria de la doble ‘M’
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El adjetivo “contundente” palidece al describir la victoria de la “Alianza Ciudadana por la Seguridad” coahuilense, integrada por el PRI, PAN y PRD, el pasado 4 de junio.
Revisemos la dimensión cuantitativa, es decir, los datos duros, de este éxito electoral.
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Manolo Jiménez, líder de la alianza, obtuvo el 56.93 por ciento de los votos emitidos para alcanzar una cifra histórica: 741 mil 731 votos. Para rebasar, de esta manera, al candidato a gobernador priista de 2011, que ganó 721 mil 289 sufragios bajo un entorno político más favorable.
La diferencia fue de 20 mil 442 votos a favor de Manolo con un matiz relevante: mientras la elección de 2011 tuvo una participación ciudadana del 61.62 por ciento; la de Manolo fue del 55.14 por ciento. Es decir que una mayor cantidad de coahuilenses votó por su propuesta política.
El margen de diferencia entre Manolo y sus adversarios fue tal que ni la suma de los votos de Morena, Partido del Trabajo y UDC, que arrojó un 40.58 por ciento de la votación, podría haberle ganado.
Para ejemplificar: la diferencia entre Manolo y Morena fue de 35.45 puntos. Con el Partido del Trabajo de 43.63 y con la UDC de 51.05 puntos.
Los dos bastiones electorales más importantes del estado: Torreón y Saltillo, también rebasaron los resultados de la elección de 2011. Torreón por 30 mil 666 votos y Saltillo por 5 mil 784.
Estos resultados tuvieron un impacto puntual en las elecciones para el Congreso Local: “La Alianza Ciudadana por la Seguridad” ganó los 16 distritos en disputa con el 52.57 por ciento de la votación emitida. Sólo 4.36 por ciento menos que los votos obtenidos por Manolo para asegurar una sinergia casi absoluta. De la misma manera, ni la suma de los votos obtenidos por los partidos adversarios para sus candidatos a diputados podría haber alcanzado a los de la Alianza.
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Revisemos ahora la dimensión cualitativa de este triunfo electoral. ¿Qué hay detrás de la contundencia de esos números?
Detrás hay un trabajo estratégico, paciente, frío, metódico, preciso e implacable del gobernador Miguel Riquelme para blindar la elección de fracturas internas tricolores, de una errática dirigencia nacional priista, de los embates presupuestales y políticos de la 4T y de la ferocidad inmisericorde del crimen organizado.
Su trabajo no inició aparejado al proceso electoral, por el contrario, empezó hace tres años por lo menos. E incluyó afilar la estructura priista y ahondar en la profesionalización de su militancia. También abarcó apretar tuercas para negociar con testarudos y dar coscorrones para aplacar enloquecidos. Todo, mientras su trabajo como gobernante alcanzaba un reconocimiento nacional entre propios y extraños.
Por ello, los resultados del proceso electoral del 4 de junio pasado son fruto directo del trabajo de Miguel Riquelme: quien se posiciona ahora ante el momento histórico que vive el país, como el único gobernador priista, reconocido por sus resultados como tal; radicalmente fiel a su identidad tricolor y con la inteligencia estratégica y capacidad operativa para derrotar a la 4T.
¿Qué más hay atrás de esos números? Un candidato carismático, inteligente e incansable, Manolo Jiménez, sin el cual, el trabajo de Riquelme no hubiese llegado a buen puerto. Manolo será un gobernador del siglo 21, que retomará y reinventará el legado de Miguel a partir de tres premisas sustantivas: un Coahuila seguro, un gobierno ciudadanizado y un Coahuila inserto en la economía global.
Por eso hoy, gracias a la victoria de la doble “M”, Coahuila abraza la esperanza de un mejor futuro con mayor fuerza.
Nota: El autor es director general del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución