Coahuila: mucho por hacer en el combate a la pobreza

Con cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la Auditoría Superior del estado realizó un análisis de los indicadores de pobreza en Coahuila durante la década transcurrida entre 2010 y 2020. Los resultados hablan, sin duda, de una exitosa política en términos de combate a la desigualdad social.

El dato global más importante es el relativo a la comparación entre el crecimiento poblacional hque fue de 12.5 por ciento en el período señalado– contra una reducción de poco más de cuatro puntos porcentuales en la porción de la población que se identifica en situación de pobreza.

Y es que mientras la cifra total de población creció, de acuerdo con los censos del INEGI, en casi 350 mil habitantes en una década, las personas en situación de pobreza disminuyeron en más de 35 mil. En otras palabras, aunque la población aumentó de forma significativa, el número de pobres se redujo, igual que lo hizo –aunque marginalmente– el número de quienes se clasifican en pobreza extrema.

Un primer apunte en relación con estos resultados es que se trata de un balance positivo, pues en países como el nuestro el hecho de que la situación no se deteriore más de lo que ya está constituye un éxito, sobre todo si consideramos que el crecimiento poblacional de Coahuila se explica, en buena medida, por la absorción de población proveniente de otras entidades en busca de mejores condiciones de vida.

Las cifras desagregadas, sin embargo, dejan claro que el reto por delante es todavía de enorme magnitud: estamos hablando de casi una cuarta parte de la población coahuilense que aún se encuentra en situación de pobreza y eso implica que nuestra sociedad sigue siendo muy desigual.

Imposible cantar victoria en este terreno cuando los pobres, de acuerdo con las categorías establecidas por el Coneval, siguen contándose por cientos de miles, lo cual quiere decir que muchísimas personas viven cotidianamente sin acceso a satisfactores básicos como una dieta adecuada, servicios de salud, educación, agua, drenaje, energía eléctrica o un empleo estable.

Siempre será una buena noticia, desde luego, que el indicador grueso muestre una tendencia a la baja, pero no podemos olvidar que los seres humanos no son un número ni pueden sintetizarse en una estadística. Las personas son historias individuales con sueños y ambiciones que esperan cotidianamente a que la realidad les permita crecer y desarrollarse.

Por ello es que, más allá de reconocer lo positivo de una estadística como la expuesta por la ASE, resulta obligado insistir en lo que aún falta por hacer, pues no se trata solamente de sacar de la pobreza a unos cuantos miles de personas, sino de eliminar esa categoría de nuestra clasificación poblacional.

Adicionalmente es necesario perseverar en las estrategias utilizadas hasta ahora, para impedir que quienes han logrado abandonar la condición de pobreza extrema regresen a dicha situación, o que el avance logrado en la segunda década del siglo pueda revertirse.