Coahuila: ni libre ni democrática
Quienes defienden la ortodoxia del libre mercado (una hechicería de la escuela de artes oscuras de la economía neoclásica) lo hacen porque suponen que la competencia logra, por principio, una mejor eficiencia en la asignación de recursos en una sociedad. A esta enunciación la envuelven con el manto de la libertad y así logran convertir un argumento lógico-deductivo en una declaración ética. Dicen los que saben: “Es la libertad de competir para vender y comprar lo que uno quiera lo que hace a una sociedad eficiente, por lo tanto, mejor.”
Es la competencia entre agentes económicos la que obliga a las partes involucradas a mejorar precio, a reducir costos, a aumentar producción o incluso a innovar en diseño de tecnología para obtener una o varias ventajas en el mercado. Competir significa innovar, invertir, arriesgar en aras de mejorar aunque sea marginalmente el producto o servicio que se ofrece. Aceptemos sin conceder el argumento y a la luz del análisis político ahora evaluemos a Coahuila y su “mercado” electoral.
¿Qué dice de nosotros que en Coahuila durante 93 años no haya gobernado otro partido político distinto al PRI? Ni Iósif Stalin, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, o Fidel Castro, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba gobernaron tanto tiempo sus respectivos países como lo ha hecho el Partido Revolucionario Institucional en Coahuila. Según el dictado lógico-deductivo del anterior argumento, el pueblo de Coahuila se encuentra preso, incapaz de ejercer plenamente su libertad y en un estado subóptimo de desarrollo debido al uso ineficiente de sus recursos.
¿Tenemos el gobierno que “merecemos”? ¿Es el Pueblo de Coahuila efectivamente libre y goza de plena capacidad para ejercerla? ¿La competencia electoral ha tenido opciones realmente claras y distintas entre sí? ¿Puede alguien seriamente responder “que sí”?
En 1991, justo el año en que la URSS se disolvió, el académico polaco-americano Adam Przeworski publicaba su obra seminal titulada “La Democracia y el Mercado: reformas políticas y económicas del Europa del este y América Latina” en donde definió a la democracia de la siguiente manera: “un sistema de reglas en donde los partidos pierden elecciones.” En otras palabras, son las condiciones para competir (el sistema de reglas) la que determinan la eficiencia de un proceso (que un partido pierda y el otro gane) y la libertad para elegir lo que hacen plena a la democracia. Entonces, podemos decir que en Coahuila no vivimos en democracia no sólo porque el PRI no pierde elecciones, sino porque dobla, tuerce y distorsiona el sistema de reglas para validar solo sus triunfos, coartando así la libertad del Pueblo que se organiza y les vota en contra. No es el Pueblo el que se equivoca, sino el partido de gobierno el que atrofia el proceso democrático de nuestro estado al simular la competencia.
No hace falta decir mucho para justificarlo, para muestra un botón: por la simulación de competencia política es que no terminan el metrobús, se roban las pensiones de los profesores jubilados, persiste la relación perversa entre patrones y sindicatos charros, la policía estatal agrede con impunidad. No hay incentivos para ganar una elección cuando con tal de no perderla (valga el eufemismo para decir “hacer fraude y robarse la elección”) es suficiente para perpetuarse en el gobierno. El pacto mafioso premia a todos y la mentira se prolonga un sexenio más. Así ganó Riquelme, así quiere ganar Jiménez.
Por eso es que el cambio de régimen en Coahuila es tan necesario.
¿O no?