¿Cómo desafiar la lógica de consumo?: Teatro, sociedad líquida y ciudad (I)
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La vida que vivimos es una vida acelerada. Para comprobarlo, sólo basta mirar el ritmo de cualquier ciudad a la hora pico. Un montón de personas con prisa yendo de un punto a otro sin fijarse mucho en los trayectos.
Zygmunt Bauman usa el término de “sociedad líquido-moderna” para describir sociedades en las que las condiciones bajo las cuales actúan sus miembros cambian a un tiempo más corto del que se considera necesario para afianzar hábitos y rutinas, de ahí que, por ejemplo, se perciba un cierto desgaste o total pérdida – según la gravedad del asunto – de cuestiones cuyo valor se basa en experiencias significativas como el patrimonio cultural o histórico de una región. Si no se tiene tiempo para significar las cosas, tampoco se entiende su valor.
El problema de vivir en un presente tan volátil es, además, que la vida acaba siendo vivida “porque sí” y las cosas se hacen “porque así son”. La tecnología no es lo único automatizado hoy en día.
Las sociedades líquidas se centran en el resultado, no en los procesos, apostando siempre por el más y mejor, por la producción y el consumo encima de todo. Bajo esta lógica, cualquier cosa que no produzca beneficios tangibles que puedan ser comercializados acaba en una posición difícil y teniendo que justificar la propia existencia.
Quizás sea por este contexto que algunas veces no se comprenda la utilidad del arte; sobre todo de las artes escénicas y en especial el teatro, conocido por ser un “producto” difícil de comercializar masivamente y en el que con frecuencia – y lo digo con orgullo – son los propios creadores los que tienden a revelarse a modos de producción cuya primera prioridad es el vender, más allá del elemento humano. Se me ocurre que tal vez por eso, y recordando la situación en la que se encuentra la red de teatros del IMSS actualmente, no se considere que el teatro puede revitalizar espacios en decadencia. Y, sin embargo, claro que puede.
Otra cosa que se considera consecuencia de la vida líquida en la que estamos sumidos, es la modificación de los tipos de espacios que se producen en las ciudades, más centrados – de nuevo – en el consumo y mucho menos en el encuentro y la convivencia. Consecuencia de esto, surgen iniciativas desde otros campos del arte como las artes plásticas, la danza y el teatro, para, en conjunto con la arquitectura e inspirados por algunas corrientes del urbanismo, accionar en espacios en decadencia o que están desposeídos de la capacidad de crear experiencias que los doten de un significado real.
Es claro que, en muchos casos, las intervenciones artísticas temporales no son capaces de producir por sí solas cambios permanentes sobre sus espacios de trabajo, pero tampoco tiende a ser esa la intención última de éstas. Las intervenciones temporales actúan más bien como actos de denuncia y catalizadores de cambio al evidenciar problemáticas y mostrar que otras dinámicas son posibles. Son también, en los casos que considero más afortunados, creadores de utopías de la proximidad, es decir, creaciones temporales, por medio de acciones artísticas, de situaciones de convivio en lugares donde normalmente no existirían.
El historiador de arte, Giulio Carlo Argan, destaca en su libro La historia del arte como historia de la ciudad, cómo el arte a lo largo de su historia ha sido superproducto, subproducto y en la actualidad, no-producto. A esta posición el autor la considera la más drástica de las contestaciones al sistema, pues “en un sistema en el que todo se vende o consume, aquello que reivindica para sí el derecho de no ser vendible ni comprable, es algo que se declara irreductible al sistema”. Quien sabe, tal vez nuestra situación actual de ensimismamiento requiera realmente de métodos drásticos.
La cualidad intangible y efímera del teatro le permite un lugar privilegiado en cuanto a oponerse a la cultura de consumo, pues huye de la padronización necesaria para la producción en serie y el consumo a gran escala. ¿Cuáles son los métodos, entonces, que el teatro usa para subvertir el orden de la ciudad líquida? Seguimos...
Encuesta Vanguardia
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