¿Cómo ser feliz sin razón aparente?
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En un mundo donde la queja es un deporte nacional y la infelicidad se vende en grandes cantidades, surge un fenómeno tan absurdo como un unicornio bailando en un arco iris: la gente que es feliz con lo que tiene. Sí, lo ha leído bien, ¡felices! Pero no se preocupe, aún hay esperanza para aquellos que encuentran placer en la simplicidad y desatan risas en medio de la desgracia.
Y es que en este mundo donde la queja es un arte apreciado y la insatisfacción es una moneda de curso legal, ha surgido esta extravagante moda que desafía la lógica del descontento perpetuo. Pero, claro, ¿para qué necesitamos ser felices cuando podemos tener una buena dosis de amargura y sarcasmo?
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Bienvenidos entonces al planeta de la felicidad irracional, donde la gente se atreve a sonreír sin una razón lógica aparente, a la contracultura de la felicidad, ¿acaso el resto de nosotros no entendemos la verdadera esencia de la vida, que es quejarse constantemente y nunca estar satisfechos? Permítame guiarlo por el absurdo sendero de la satisfacción inmerecida, de la extraña tendencia de aquellos que han perdido el rumbo en el mar de la infelicidad generalizada y de aquellos que encuentran satisfacción en lo que poseen, sin importar cuán escaso o insatisfactorio sea.
Este mundo se ha convertido en la representación fidedigna de la complacencia, donde la ambición es considerada una enfermedad y la satisfacción con la mediocridad es más glorificada que ganar la lotería. ¿En qué momento dejamos de perseguir sueños y nos pusimos a abrazar la cálida reconfortante de la mediocridad? Como decía un comercial: “Y pensar que nuestros antepasados cazaban mamuts”.
Actualmente, el éxito se mide por el tamaño de nuestra cuenta bancaria y la marca de nuestro auto, pero de entre las sombras, ha surgido una subcultura extraña y deprimentemente divertida: aquellos que se atreven a ser felices con lo que tienen. Estamos ante la presencia de la era del conformismo iluminado, donde la gente ha descubierto el arte de ser feliz con lo que tienen, incluso si eso significa conformarse con la triste realidad de la mediocridad.
Y me doy cuenta de que estas cosas, esta mentalidad y ahora “forma de vida” surge gracias a las tonterías extremas, así es, tonterías extremas. Como la del agradecer. Vera en este extraño y loco rincón del universo, las personas no solo aprecian lo que tienen, sino que también se atreven a agradecer por ello. ¡Imagínese dar gracias por su aburrido trabajo y una cuenta bancaria con más polvo que dinero o por tener un sofá lleno de manchas o un auto que tiene más años que la historia escrita! La gratitud aquí es tan común como las facturas sin pagar o como el tráfico en hora pico. Y todo esto se debe a tonterías, tales como las que nos han venido metiendo en la cabeza como producto de gallinero, es decir “a huevo”, “hay que ser humildes”, “hay que ser modestos”.
En lugar de seguir la corriente de la autosuperación constante, estos locos felices, estos insensatos alegres, abrazan su mediocridad con abrazos de oso. ¡Con entusiasmo! ¿Quiere un ejemplo? Mire sus casas modestas y sus muebles desgastados, como si vivieran en un set de una película de los años 70. ¡No hay nada como disfrutar de la decadencia con una sonrisa burlona en el rostro!
La RAE (Real Academia Española) define la palabra paradoja como un hecho o dicho aparentemente contrario a la lógica. Es fascinante cómo la gente se ha convencido de que estar estancado es el camino hacia la dicha. ¿Para qué necesitamos crecimiento personal cuando podemos disfrutar del cálido abrazo del estancamiento? “¡Oh, mira cómo fluyen mis ambiciones, nunca se han sentido tan... ausentes!”
Mientras algunos luchamos por alcanzar nuestros sueños, estos individuos se deleitan en la comodidad de sus zonas de confort. ¿Oye quién necesita la tensión de la ambición cuando puedes reírte de aquellos que se esfuerzan demasiado? ¡La risa resonará a través de sus mediocres vidas, burlándose de la absurda idea de mejorar constantemente!
Pero no todo es dolor y sufrimiento, si algo hemos aprendido, es que donde existe tragedia, también existe comedia y aquí existe la comedia de la autosatisfacción. El humor de estos “felices conformistas” es tan seco como un desierto. Se ríen de sus propias desgracias, celebran sus fracasos y proclaman a los cuatro vientos lo genial que es conformarse con menos. ¿Éxito? No gracias, tengo suficientes anécdotas tristes para compartir en la próxima reunión de amigos.
Y me pongo a reflexionar en este punto, antes las cosas no eran así, uno tenía que exigirse más y más para tener algo en esta vida. Pero de pronto llegó alguien que dijo, “oye, ¿pa qué trabajas tanto? Al final no te vas a llevar nada, ¿por qué no tratas de ser feliz con lo que ya tienes?” y en algún momento alguno de nosotros dijo “sí, cierto, ¿pa que le chingo tanto?” y este modo de pensar se hizo tan popular, que hasta le hicieron canciones y se convirtió en moda.
Eso creó este extravagante circo de la mediocridad, donde la moda es un desfile donde sus “celebridades” llevan orgullosamente ropa desgastada y muestran sus electrodomésticos anticuados. Este espectáculo, que bien podría llamarse “La Moda de la Mediocridad”, cuyo el lema sería: “Viste como si te importara poco, porque realmente importa poco”. Este es el escaparate perfecto para aquellos que encuentran la belleza en lo patético. ¡Ríase, pero el que tiene la televisión a blanco y negro es el rey de la pasarela!
Y algo mucho peor. Con el tiempo han surgido individuos visionarios, adelantados a nuestros tiempos. Estos gurús de la felicidad conformista que enseñan la filosofía de “Aceptar y Olvidar”. ¿No puedes pagar tus deudas? ¡No hay problema! Simplemente ríete de la amenaza de la bancarrota y abraza la felicidad de no tener dinero. Estos maestros del conformismo iluminado son los líderes de una secta peculiar que te invitan a unirte al club de los conformes y olvidar tus sueños de grandeza.
Ellos presentan la mediocridad como la última tendencia en bienestar, abrazan la filosofía de austeridad, o “austericidio” mejor dicho. Transmiten el pensamiento de que no hay necesidad de aspirar a la grandeza cuando se puede disfrutar plenamente de la mediocridad sin remordimientos practicando el culto del minimalismo involuntario. Como buenos devotos del conformismo iluminado, abrazan este estilo de vida, pensando que no hay necesidad de llenar nuestras vidas con cosas cuando podemos vivir en un espacio tan vacío que parece un escenario de una película apocalíptica. ¡La ausencia de comodidades es la nueva comodidad!
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Ser feliz con lo que se tiene es tan absurdo como reírse de sus propios chistes malos. Incomprensible para algunos y simplemente absurdo para otros. Y para algunos más como yo, algo muy pero muy pendejo.
Pero por más increíble e incomprensible que parezca, de alguna manera, estos seres extraños han encontrado la alegría en lo simple, la risa en la modestia, y la felicidad en la absurda idea de que la vida puede ser buena incluso sin grandes logros. Han aprendido a encontrar placer en abrazar la mediocridad como si fuera un amigo de toda la vida.
Así que, queridos lectores, siendo sinceros con nosotros mismos, ¿para qué necesitamos el estrés de la constante insatisfacción cuando podemos ser ridículamente felices con lo que ya tenemos? abracemos la locura de estar contentos con lo que ya hemos logrado y ya.
Aplaudamos sarcásticamente a aquellos que abrazan la mediocre filosofía de “ser feliz con lo que tienes”. Porque no se necesita ambición, éxito o alguna forma de realización personal cuando podemos deleitarnos con la exquisitez de la conformidad y la felicidad insípida. ¡Celebremos el arte de conformarse y riamos irónicamente mientras abandonamos toda esperanza de grandeza! ¡Qué placer es ser feliz con lo que uno tiene, aunque eso sea prácticamente nada! Riamos, porque la risa está en los ojos del que la aprecia, así que prepárese para ser feliz de la manera más absurda y ridícula posible y ríase en la cara del progreso constante!
Pero sobre todo recuerde una cosa, una sola cosa, al fin y al cabo, esta es solamente mí siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿Qué opina?
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