Con las mujeres, sin vacilaciones

Opinión
/ 17 marzo 2024

Mi artículo del domingo pasado no podía haber previsto lo que sucedería el Día Internacional de la Mujer. Ahora que ya vi marchas, manifestaciones y declaraciones, puedo retomar el tema y reflexionar a partir de esas prácticas. El portugués Antonio Lobo Antunes dijo que “era un reto escribir desde el punto de vista femenino: ¿qué sabemos los hombres de las mujeres?, ¿qué sabe un hombre sobre cómo es el orgasmo de una mujer?, ¿qué sabemos nosotros de la primera menstruación?”.

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Las dos marchas de Saltillo, por lo poco que pude enterarme, fueron más exitosas de lo esperado. No tengo claro el razonamiento de cada una. ¿Por qué no fueron juntas? Deben tener argumentos válidos. Una vez más, las jóvenes aprovecharon la posibilidad de pintarrajear a Schwarzenegger. Por Schwarzenegger me refiero al supuesto indio tlaxcalteca que está en la Plaza de la Nueva Tlaxcala. Esa estatua es un despropósito. Los tlaxcaltecas eran chaparros, andaban vestidos, no eran titánicos ni héroes de bronce. Los que llegaron a Saltillo en 1591, cuando nuestra villa estaba al borde del fracaso (Francisco de Urdiñola contó dieciséis vecinos españoles), fueron los que rescataron la ciudad. Eran extraordinarios productores de frutos, maíz, frijol, calabaza, quesos, sarapes; astutos comerciantes; buenos cristianos que apoyaron la evangelización. Sin ellos Saltillo no hubiera sobrevivido. Pero no eran atletas y eran bajitos. Las muchachas deben tener sus razones para golpearlo.

De las marchas, la de la Ciudad de México me impresionó. Advertí muchas cosas sustanciales: expondré sólo una. Una jovencita entrevistada por Canal Once mostró una foto de buen tamaño de una pareja (rostros pegados). Dijo que la mujer era su madre y el señor su padrastro. Declaró que él la violó muchas veces desde que tenía 10 años (violador y pederasta); que lo comunicó a su mamá y que ésta le dio la razón a él. Añadió que violó a otras muchachas. Quería que todo México supiera quién era ese cerdo. Me conmovió en extremo que la declarante estuviera tranquila, que hablara sin rencores ni malas palabras. Su único deseo es que vaya a la cárcel. ¡Qué maravilla de muchacha!

Las grandes manifestaciones de Europa: por la mujer, pero también por los palestinos, fueron masivas. Tienen clases medias bien templadas.

Sin embargo, para mí, la grandeza, el heroísmo, lo non plus ultra, fueron las mujeres afganas. Creo recordar que eran ocho. Claro, cubiertos sus semblantes, pero parecían señoras de edad. Cada una tenía un cartelón en letras arábigas en que denunciaban a los talibanes, describían su sufrimiento, exigían libertades, pedían ser personas, mujeres, madres. Yo quería lanzar el grito. Me decía que, si en el mundo hubo actos valerosos, heroicos, nadie puede compararse a esas afganas. Siento muy feo decirlo, pero ¿estarán vivas?, ¿las apedrearon? ¡Ellas sí corren peligro, no andan exagerando sus dolores!

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Como historiador, además de que viví con los yaquis tres años y medio, me vino a la mente el episodio en que el ejército mexicano sitió a un grupo de mujeres yaquis en el cerro del Bacatete, junto al abismo. No fueron pocas las madres que abrazando a sus pequeños se lanzaron al precipicio, ¡primero muertas que esclavas! El dato aparece en el diario de campo del médico militar Manuel Balbás, quien presenció el hecho.

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