De curdas y crudas
Espero servir a la humanidad doliente transcribiendo algunas recetas contra la cruda mexicana, la resaca de los españoles o el hangover de los americanos
No hay hombre más humilde que un crudo. Tienes cruda si le pides a tu mujer un par de aspirinas, y cuando saca el algodón del frasquito le suplicas:
-¡Por favor, no hagas tanto ruido!
Rezaba un crudo:
-¡Dios mío, no quiero saber que lo que tengo es una cruda, porque entonces no volveré a beber!
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Voy a dar algunas recetas para la cruda. Debo confesar, sin embargo, que ninguna de ellas la he probado. Debo a la vida, entre otras muchas cosas buenas, no saber lo que es una cruda. Lejos estoy de ser abstemio, y más de una vez he empinado el codo más de lo que podía aguantar el resto de mi cuerpo. Sin embargo, por causa que desconozco, pero que agradezco, jamás he sentido nada al día siguiente de la noche anterior, aunque haya sido líquidamente tormentosa. Estoy seguro de que muchos me envidiarán ese precioso don. Nada hice para merecerlo, es cierto, pero por eso mismo lo aprecio mucho más.
Espero servir a la humanidad doliente transcribiendo algunas recetas contra la cruda mexicana, la resaca de los españoles o el hangover de los americanos.
La primera consiste en cortar en rodajas un pepino sin quitarle la corteza. Se añaden a las rodajas dos cucharaditas de sal y se maceran. Luego se toma a cucharaditas la poción resultante.
Otra receta, aunque un poco más cara, es ésta: una copa de champaña bien helada, una cucharadita de coñac y unas gotas de amargo de Angostura. Se bebe la mezcla de un solo trago. Dicen que el resultado es inmediato.
Menos sabrosa es la siguiente recomendación: el crudo debe meter los pies en una tina de agua caliente y ponerse sobre la cabeza una bolsa con hielo.
Un bloody Mary, dicen, nunca falla. Seis partes de jugo de tomate, una de vodka, un poco de salsa inglesa y hielo. Si no cura por lo menos refresca.
Los griegos pensaban que llevar un anillo de amatista mientras bebían era tener un seguro contra la cruda. En un curioso epigrama el poeta Píndaro desautoriza tal superstición, y termina con unas palabras de prosaica sabiduría: “Contra los malos efectos del vino el agua es lo mejor”.
Ahora bien (o, mejor dicho, ahora mal): ¿qué es lo que produce la cruda? ¡El alcohol!, responderán inmediatamente los enemigos de los espíritus etílicos. Falso. La cruda es producida por los microorganismos que los expertos llaman congéneres del vino o el licor, impurezas químicas suscitadas por el proceso de la fermentación, y que nada tienen que ver con el contenido alcohólico de la bebida. Tomando en cuenta el número y concentración de esas impurezas, las crudas más graves −opinan los entendidos− son las causadas por el whisky de maíz sin refinar, la espantosa bebida de los montañeses norteamericanos. Siguen luego las resacas provocadas por el oporto, el jerez y el vino tinto de baja calidad. Las bebidas más nobles, las que menores crudas causan, son el buen whisky escocés y el vodka.
Quién sabe. A fin de cuentas el mejor medio de evitar las crudas es no buscarlas, o saber tomar el vino o el licor en vez de que el licor o el vino se lo tomen a uno. Don Abundio el del Potrero dice: “No beba vino el que no sepa mearlo”.