Historias de cazadores

Opinión
/ 11 enero 2025

“Cazador que no es mentiroso no es cazador”. Así dice un proverbio aplicable también a los pescadores. Ramón Durón, inolvidable amigo, conversador famoso y buscador incansable de ocurrencias, reunió una nutrida colección de anécdotas de caza y pesca, y con ellas escribió un libro que tuvo éxito grande, como todos los que salieron de su galana pluma.

De labios de Ramón escuché un día el relato de cierto jocoso sucedido. Él a su vez oyó esa historia narrada por don Lucas Torres, un amable señor de Tamaulipas, gran cazador e inventor de consejas peregrinas. Contaba este don Lucas que un cierto profesor de Ciudad Victoria llegó a su rancho, recomendado por un hermano suyo.

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-Quiero cazar un venado, señor Torres -le dijo-. Jamás he matado uno, pero me dice su hermano que con la guía de usted, y su experiencia, en pocos días veré cumplido mi deseo.

-Mire, maestro -le contestó don Lucas-. Ahora no puedo acompañarlo, pues estoy levantando la cosecha de sorgo. Pero lo llevaré a donde andan los venados. Más todavía: tengo una venada en celo. La amarraré en la brecha, y usted se esconderá ahí cerca. No tardará en llegar un buen venado, atraído por la hembra, y entonces usted podrá tirarle.

Así lo hicieron, en efecto. Don Lucas llevó al profesor a un lugar en el monte, amarró a la venada y dejó ahí al novel cazador con una buena provisión de agua y de víveres, pues el acecho podría durar mucho.

Pasó un par de días sin que apareciera el profesor, y fue don Lucas a buscarlo. El mentor le dijo que no había visto ningún venado. Lo mismo volvió a decir en el transcurso de la semana.

-Pero estoy muy picado, señor Torres -manifestó el aprendiz de acechador-. Le ruego que avise a mi señora que pasaré otros días aquí, para que me tramite en Educación el permiso necesario.

Pasó otra semana -la tercera- y regresó don Lucas a ver cómo le había ido al maestro.

-No he disparado ni un tiro -le dijo éste-. Ningún venado se ha acercado a la venada.

Fue a ver don Lucas al animalito.

-Oiga, profe -le dijo a su reciente amigo-. Esta venada está preñada ya. Mírele las tetas, inflamadas. Seguramente al dormirse usted le llegó un venado.

-Pero, señor Torres -se justificó muy apenado el profesor-. Si nomás en ratitos he dormido.

-Pues con uno de esos ratitos de descuido basta -le dijo el señor Torres.

-¡Ah, jijo! -se apuró entonces el maestro-. Entonces me voy ahora mismo a mi casa. Si a la venada, vigilándola yo de día y de noche, se la cogieron, ¡imagínese lo que le habrá pasado a mi mujer, que ya lleva sola casi un mes, y sin quién la cuide!

Ramón Durón mereció el bien de su Estado, Tamaulipas, por el amor con que recogió los dichos y los hechos de su gente. De no ser por folcloristas como él se perdería irremisiblemente la memoria de muchas anécdotas en las cuales se puede hallar al mismo tiempo enseñanza provechosa y amena recreación.

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