¡Defendamos la democracia! ¡Carajo!

Opinión
/ 19 febrero 2024

Eran las 10 de la mañana del día de ayer. Presuroso caminaba con Laura Elena, mi hermana, hacia la Fuente del Pensador en la Alameda de Torreón. Era imposible llegar tarde: teníamos una cita con la historia para defender nuestra democracia y su ingrediente esencial: el voto libre que deberá prevalecer en las próximas elecciones del 2 de junio.

¿Qué imaginaría el pensador de la fuente, que representa a Lorenzo II de Médici, al mirar la multitud que empezaba a gestarse a sus pies? Sin vergüenza por sentirse imagen “onapafa”; porque la original fue esculpida por Miguel Ángel y permanece en la tumba para los Médici en la Basílica de San Lorenzo, en Florencia, pensaría: “finalmente despertaron estos laguneros de clase media y alta. Qué su espíritu democrático florezca más allá de sus intereses materiales inmediatos, por el bien de su país y, sobre todo, de sus hijos y nietos”.

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Mientras las palabras del pensador Lorenzo II Médici ya nacionalizado lagunero y santista, caían sobre la efervescencia del contingente manifestante. Yo, con afecto, saludé a Javier Amarante y a Marcela, su compañera, también abracé a Jacobo Gidi y a lo lejos visualicé a Toño González Murillo sin Alana, su bien amada, y sin su bello bebo y recién cumpleañero Julián. Saludé a Mary Saldaña y empecé a caminar con mis entrañables Gregorio y María Esther, mientras mi hermana agitaba una bandera de México prestada por su amiga Mayra. Eran momentos de júbilo y de alegría; indispensables para defender la vida y la democracia y, en palabras del poeta Walt Whitman, imprescindibles para hacer “la raza más espléndida sobre la que el sol haya brillado jamás...” porque, cómo hacer “países divinos y magnéticos” sin el amor de los camaradas. “Con el amor de toda la vida de los camaradas”.

Eran las 10:15 de la mañana. En ese momento, éramos de mil a mil quinientas personas caminando por la avenida Morelos rumbo a la Plaza Mayor; el lugar de encuentro para fortalecer nuestro sentido de comunidad y de esperanza con más laguneros y 119 contingentes de mexicanos que habrían de reunirse en el mismo número de ciudades de la República mexicana con el mismo propósito.

Caminábamos entre consignas –“Nuestro voto es libre”. “Defendamos nuestra democracia hoy”– mientras los manifestantes se reconocían como parte de una misma comunidad y los abrazos y los saludos entre ellos se multiplicaban para refrendar esa identidad. En un momento yo aproveché para saludar a un majestuoso perro Gran Danés llamado Pecas, que literalmente jalaba rumbo a la Plaza Mayor –con un amplio sentido democrático–, a mi entrañable Yamil Darwich, a quien abracé.

Llegamos a la Plaza Mayor a las 10:26. En ese momento habíamos rebasado los cinco mil asistentes. Los oradores empezaron a resucitar nuestra mejor versión ciudadana en defensa de la democracia. Despertaba ya un sentimiento de unión y solidaridad con los manifestantes de las 119 ciudades en México, a lo largo de nuestro país como, en palabras de Whitman, para edificar, por este instante, “ciudades inseparables que se echarán los brazos, mutuamente alrededor del cuello, gracias al amor de los camaradas...”.

Mientras ese sentimiento colectivo se afirmaba y florecía, los oradores nos recordaban: Qué el voto no es libre −si el gobierno mete las manos en las elecciones. O si desvía el dinero de los ciudadanos para ayudar a sus candidatos. O si el gobierno quiere desaparecer al INE, controlar al TRIFE y someter a la Suprema Corte. O si el gobierno amenaza a los medios y censura a los periodistas. O si el gobierno miente al decir que si gana la oposición desaparecen los programas y las becas. O si el gobierno busca confundirnos con propaganda para no ver la realidad del país. O si el gobierno amenaza o corrompe a los empresarios para ponerlos de su lado. O si el gobierno promueve encuestas falsas para que creamos que “este arroz ya se coció” y que la elección ya está decidida.

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Por ello, “los mexicanos exigimos que el Presidente no se meta en las elecciones y deje que el pueblo decida de manera libre”.

Por ello, habremos de defender la democracia y el voto libre, hasta nuestro último aliento: ¡Carajo!

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